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Adolescentes con suerte

La nueva novela de Cristina Cerezales 'Ulises y Yacir' reúne las culturas de ambos lados del mediterráneo un encuentro al borde de lo milagroso

J. Ernesto Ayala-Dip

En la nueva novela de Cristina Cerezales, Ulises y Yacir, se reúnen dos culturas. Las dos de ambos lados del Mediterráneo. La magrebí y la europea. Tal reunión se fragua no desde un choque cultural, sino sobre la confianza que los actores de ambas orillas se profesan. La autora de Música blanca urde un relato de encuentros al filo de lo milagroso, el encuentro de color de piel diferentes, de idiomas, costumbres también diferentes. El encuentro es tal que casi se hace imposible observar diferencias. En Ulises y Yacir se nos muestra la amistad de dos adolescentes. Uno, el que representa nuestra cultura, se llama Ulises. El otro, el chico de Tánger, es Yacir. Cada uno representa un escalafón social y étnico muy distinto. Ulises es hijo de una familia acomodada de Madrid y Yacir es el paradigma del emigrante que da con sus huesos en las costas de Cádiz, después de un proceloso viaje en patera. Una persona los une: Dorotea, una mujer que es médico y que conoció a los padres de Ulises durante una estadía en Tánger. Parece que Ulises vio en Dorotea a la persona que le abre el mundo de sensaciones, visiones y un sentido vital que sus padres no están preparados para darle. Por otra parte, Dorotea se reencuentra con Yamal, un compañero de la infancia marroquí que hace de nexo entre el pasado y el presente de un lado y el otro del mar que los separa, además, como buen conocedor del desierto, de introducir a los chicos en el arte de la reflexión, la paciencia y el silencio.

La lectura de Ulises y Yacir nunca me dio la sensación de que tuviera que ver con algo parecido a lo que suelo leer. Las pateras, los inmigrantes, la sordidez que los rodea y el peligro constante de que la policía los atrape y los devuelva a sus países. Esto se debe a que esta novela parte de una premisa muy difícil de casar con el sentimiento de intemperie traumática que deja la inmigración clandestina. E incluso la legal. La premisa de la que parte Cerezales (producto de su imaginación) es que la familia acomodada, incluida Dorotea, es de una generosidad casi inverosímil. La otra familia, la de Tánger que llega en patera, es una fuente de sabiduría natural. Todo lo aprendido por Yamal surgió en las noches silenciosas del Sáhara y en sus continuos desplazamientos por sus arenas. Ni una gota de maldad en toda la novela, esa que sale en los telediarios todos los días. Incluso una enfermedad grave o una muerte funcionan como un revulsivo. Un cierto trasfondo de tráfico de drogas en las costas de Cádiz, con algunos guardias civiles persiguiendo malhechores. Y nada más. En suma, una novela de adolescentes con suerte, con mucha suerte, nacidos donde hayan nacido. Es evidente que dado ese planteamiento casi edénico, la prosa se resiente. Se reblandece al calor de la excesiva mansedumbre y desacostumbrada amabilidad que rezuma el relato.

Ulises y Yacir Cristina Cerezales Laforet Destino Barcelona, 2016 304 páginas. 19 euros

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