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Loquillo: “Aquí no hay tregua”

Diez años después de que dejara a sus 'trogloditas', se agotan las entradas de sus conciertos. Dice que la vida es una batalla campal.

Manuel Jabois
Loquillo la semana pasada en Madrid.
Loquillo la semana pasada en Madrid. Carlos Rosillo

Tres meses antes del concierto que dio ayer noche en Las Ventas, José María Sanz Beltrán (Barcelona, 1960) había agotado las entradas y puesto a trabajar a los reventas.

P. En 1991 por la lluvia, por lo que sea, usted se quedó muy lejos de llenar la plaza.
R. En nuestro oficio el tiempo no pone las cosas en su sitio. Se da en muy pocas ocasiones. No hay justicia poética en el rock.
P. ¿Qué ha cambiado?
R. La clave fue dejar los 'trogloditas’ hace diez años. Me voy tras ser telonero de los Rolling Stones y de The Who.
P. ¿Mereció la pena?
R. Si no me hubiera ido de los 'troglos' ahora estaría tocando en festivales de revival de los años 80. Y lo que estoy haciendo es llenar Las Ventas. Aprendí el negocio, la industria.
P. ¿Dices adiós a la banda por sorpresa?
R. Por sorpresa. Me quedé con Igor Paskual y Laurent Castagnet. Ellos son el origen de la banda actual. Hemos pasado de jugar en primera a estar en Champions.
P. Años después Simón Ramírez dijo que después de ese concierto con los Stones lo llamaste para decirle que se había acabado. Y no volviste a hablar con él. Que te debía estar donde estaba, pero que era era difícil acabar bien contigo.
Tipos como yo son la disidencia, y a la prensa le gusta ese personaje.
R. Quizás Simón penso que mi sentencia no iba con él. Después de tantos años no me conocía lo mas mínimo. Gay Mercader decía bromeando que de vez en cuando hay que mostrar una víctima para que todo el mundo sepa quién manda.
P. ¿No se hacen amigos aquí?
R. Hay que llegar con los amigos puestos. No se te ocurra dar la cara o tirarte el rollo: te pasa como a Ramoncín.
P. ¿Qué le ha pasado a Ramoncín?
R. Que así le ha ido. En el Viña Rock tuvo un intento de asesinato, porque si te lanzan cedés como flechas te cortan la yugular en cualquier momento. ¡Y que nadie de esta profesión hiciese nada! Cuando lo que él hacía era tratar de defender los derechos de los autores.
P. ¿Por qué interesa tanto el Loquillo político?
R. Porque cuando hablo sube el pan. En la música hay una mayoría que mira para otro lado y una minoría que ve como su carrera se va a hacer puñetas y se ponen a hacer de comisarios políticos: te dicen lo que está bien y lo que está mal. Tipos como yo son la disidencia, y a la prensa les gusta ese personaje.
P. Tú opinas mucho, te dan caña.
R. La única vez que yo hice política a pie de calle fue con Los Verdes de Mendiluce. Puse mi cara y mi voz a favor de una idea. Los Verdes se abrían paso pero se frustró. Decidí entonces hacer lo que dice Concha Velasco en un documental sobre su vida: ya me manché suficiente, déjenme vivir.
P. ¿Has llorado cantando?
R. Y sin cantar. En las fiestas de la Merced de Barcelona me quedé sin voz porque pasamos de 28 grados a 15 en veinte minutos en el escenario. Entonces el público se puso a cantar dos canciones seguidas hasta que recuperé la voz. Y he llorado, en fin, por personas que ya no están. Suelo hacerlo en soledad: muy poca gente me ha visto.
P. Tuviste un bolo el día después de enterrar a tu madre.
R. El espectáculo siempre debe continuar. Aquí no se suspende una mierda.
P. En ese entierro aparecieron Ángeles del infierno.
R. La primera corona que se depositó en el féretro fue de ellos. No sólo ángeles del infierno sino un grupo de gente de motorclubs de la ciudad. Mi madre era muy querida. Cuando nosotros éramos muy jóvenes, cuando éramos pandilleros, mi madre nos preparaba los bocadillos (risas) ¿Me entiendes? Luego cada uno creció y eligió su vida. Esas cosas no se olvidan; la gente tiene memoria. Mi madre era muy fuerte, se crió entre hermanos anarquistas durante la Guerra Civil. Siempre le fue la marcha.
P. Para qué discutir si puedes pelear.
R. La vida es una batalla campal. No hay tregua.
P. Una de las mejores frases que leí sobre ti la dijo el periodista Ignacio Juliá: "Una vez Loquillo me pegó una hostia: ese día entendí el poder de la palabra".
R. ¿Una hostia? ¡Qué va! Fue un bofetón a mano abierta. No se lo di al periodista sino al que creía mi amigo hasta ese monento, y que con unas copas de más dijo lo que no debía.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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