‘Los siete magníficos’ se vuelven multiculturales
Una nueva versión del western clásico, impregnada de corrección política, clausura la Mostra de Venecia
Vuelven Los siete magníficos, aunque ya no se parezcan demasiado a los originales. La nueva versión del wéstern clásico que John Sturges dirigió en 1960, que se ha proyectado este sábado como película de clausura en la Mostra de Venecia, es un producto de laboratorio pensado para tiempos de corrección política, destinado a seducir a todos los segmentos demográficos que conforman su público potencial. No es casualidad que en sus renovadas filas aparezcan un afroamericano, un latino, un asiático, un amerindio y una mujer. Más que una auténtica voluntad política, el gesto parece traducir una necesidad creciente en Hollywood: la de seducir a un máximo número de audiencias y mercados si se aspira a obtener un resultado triunfal en taquilla. Lo que, en el fondo, tampoco se distingue demasiado de lo que hace un candidato en campaña.
El giro impone pronunciados cambios en el argumento de este remake, respecto al original que protagonizaron Yul Brynner, Steve McQueen, James Coburn y Eli Wallace (que, a su vez, era un remake de Los siete samuráis de Akira Kurosawa). En la versión de 2016, quienes piden ayuda a los forajidos que dan título a la película no son desvalidos mexicanos, sino estadounidenses de pura cepa, eliminando así la incómoda relación de subordinación que existía en el original. El poblado atemorizado se encuentra ahora al otro lado de la frontera, donde un grupo de bandoleros hacen la vida imposible a la población, “gente decente y trabajadora que no tiene casi nada”, como se escucha en la película. Los siete forajidos que le dan título son contratados para defender a ese indefenso pueblo de sus enemigos.
“Era importante rodar una historia contemporánea, aunque el original de Kurosawa también lo sigue siendo. En cierta manera, habla de cosas como el terrorismo y el abuso de los más débiles. Necesitamos gente fuerte que pueda venir a ayudar a los demás. Ese ideal nunca debería desaparecer”, ha explicado el director Antoine Fuqua, responsable de títulos como Día de entrenamiento o la reciente Southpaw, que ha acudido a Venecia con dos de los protagonistas, Denzel Washington y Chris Pratt. El primero ha elogiado la decisión de escoger un reparto multicultural. “Refleja el mundo tal como era en 1874 de una manera más honesta, porque en él también vivían negros, blancos, asiáticos y mexicanos”, ha afirmado Washington. Sin embargo, el director se ha negado a hacer lecturas políticas de la película. “Es un entretenimiento. Puedes convertirlo en político si quieres, porque cada uno ve la película a partir de lo que es en la vida. Pero yo solo he hecho una película para entretener al público”, ha insistido.
Ethan Hawke también tiene un papel destacado en la película, igual que el actor mexicano Manuel García-Rulfo y el surcoreano Byung-hun Lee. Por su parte, Peter Sarsgaard interpreta al villano al que encarnaba Wallach en el original. El guion de la nueva versión corre a cargo de Nic Pizzolato, creador de la serie True detective, y la música, del fallecido James Horner, que firma aquí su último trabajo. Pero la alineación de astros del cine y la televisión no repercute demasiado en el resultado, lastrado por un multiculturalismo que es solo de fachada. Los personajes pertenecientes a minorías no son más que meros figurantes, con la notable excepción de Denzel Washington. Y la justiciera viuda que contrata a los forajidos ni siquiera forma parte, técnicamente, de los siete titulares que protagonizan la película, como tampoco el hombre emasculado que la acompaña “como si fuera un sirviente”, como le recrimina un personaje.
Aún así, Fuqua logra dar algo de vida propia a su particular monstruo de Frankenstein. Sorprenden, por ejemplo, un par de escenas de amistad masculina, que se destacan por la infrecuente intimidad que desprenden. “Por favor, recuérdame como fui una vez”, le pide a Washington el estafador fumador de opio al que interpreta Hawke, en lo más parecido a una escena de amor que incluya esta película. También los traumas psicológicos que llevan a cuestas un par de personajes, como estigmas derivados de una cultura violenta, fundamentada siempre en la ley del más fuerte. Eso sí, son enunciados muy fugazmente, para no perjudicar el estatus de héroes a la antigua que deben tener los protagonistas.
Pese a los aires de modernidad que quiere destilar, Fuqua nunca pone en duda el modelo ideológico del wéstern clásico. Ahí está la obsesión por la propiedad privada en personajes que reclaman sin cesar aquello de “esta tierra es mía”. También la comunidad reunida en torno a la iglesia, auténtico centro neurálgico del asentamiento. Y, sobre todo, el ojo por ojo como único sistema de valores. “Quiero justicia, pero me conformaré con la venganza”, dice uno de los personajes. “En la frontera, los hombres y las mujeres vivían dependiendo de sus pistolas, de su reputación y de su fuerza. No quiero decir que fuera más igualitario, pero en cierto sentido había más oportunidades para la igualdad en el oeste que en otros lugares”, ha dicho Washington, reafirmando el mismo mensaje.
Quinielas para el León de Oro
Los siete magníficos pone fin a una Mostra no especialmente memorable, que quedará clausurada hoy con el anuncio del palmarés. Sin claras favoritas, las quinielas apuntan a títulos como Jackie, del chileno Pablo Larraín; Paradise, del ruso Andréi Konchalovski; y las cintas francesas Une vie, de Stephane Brizé, y Frantz, de François Ozon. El ciudadano ilustre, dirigida por los argentinos Gastón Duprat y Mariano Cohn, también suena a premio, igual que La región salvaje, del mexicano Amat Escalante. Siempre y cuando la escogida no sea La La Land, el aplaudido musical que inauguró la Mostra hace diez días, y cuyo nivel ninguna de sus sucesoras ha conseguido igualar. Es la mejor valorada por la crítica y, seguramente, la única que deja un recuerdo imborrable en el espectador.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.