Garrido rescata del abismo a la tarde
El joven torero corta las dos orejas del sobrero en una jornada abocada a una bronca histórica
Si alguien pensó en una tarde aciaga, podría haber escrito la de ayer desde principio a final. Desde los agobios de los antitaurinos en la puerta de la plaza con la increíble pasividad de la Ertzantza, que no impidió ni el acoso a una embarazada en los aledaños de la entrada, hasta lo que ocurrió en el ruedo, un auténtico desastre que echa por tierra todo lo que fue Bilbao.
Fuente Ymbro / Castella, Perera y garrido
Siete toros de Fuente Ymbro, desigules de presentación, con las fuerzas justas y mansos en general, salvo el sobrero corrido en sexto lugar, que tuvo gran transmisión.
Sebastián Castella: media y dos descabellos (saludos). Dos sablazos traseros y casi media (silencio).
Miguel Ángel Perera: estocada trasera (saludos). Estocada (silencio).
José Garrido: media y descabello (saludos). Estocada (dos orejas).
Saludaron por su actuación en banderillas José Chacón, Curro Javier y Guillermo Barbero.
Plaza de Bilbao. 27 de agosto. Octava de las Corridas Generales. Media plaza.
Porque no se trata de una tarde aciaga, de la muchas que se viven en este espectáculo, sino del remate a una feria insufrible. El aficionado no aguantó más y protestó, con la amabilidad que ha caracterizado a esta plaza, pero protestó porque la feria se ha hundido en un pozo que ahoga a los aficionados, que no saben si huir despavoridos o tomar parte en un alboroto.
La mansada que envió Fuente Ymbro a Bilbao solo tuvo fachada en sus dos primeros ejemplares. Ni un puyazo en una tarde en la que el tercio de varas fue un simulacro, en la tónica habitual de la semana y donde solamente los dos primeros tercios de banderillas merecieron aplausos.
Pero la culpa no fue de los toros solamente, porque hubo dos, primero y sexto, para cortar oreja. La apatía de Castella, que no quiso ponerse de verdad con un primero que pedía distancia y el francés se decidió a ahogarlo, fue clave para que la tarde comenzase mal. Además, no estuvo digno con el malo cuarto al que mató de manera infame.
Perera no encontró enemigos con los que medirse.
Y como el entramado taurino es así de inexplicable, dejaron para sobrero un toro bien hecho y serio. Salió para sustituir al sexto y antes que a ese Pegajoso de nombre habían elegido a varios ejemplares que no había por dónde cogerlos.
La tarde estaba a punto de estallar, pitos, palmas de protesta y la indignación como una mochila de la que ya nadie parecía poder librarse. Cuando se devolvió el sexto por su falta de fuerza, Bilbao estaba al borde del abismo, pero el sobrero apuntó maneras y se encontró con un José Garrido dispuesto a ponerse de verdad.
El extremeño recibió una ovación antes de lancear a su primero y fue despedido en hombros con las dos orejas del sexto. Pudo ser un premio exagerado, donde las dos series de muletazos ligados por abajo desataron a los espectadores que vieron la luz divina en los rayos de Garrido. Una serie de rodillazos y una buena estocada fueron el colofón y de nuevo las dos orejas al tiempo en el palco.
Había tanta desesperación que tampoco llegó a haber medida. Pero no se puede pedir más a una plaza castigada durante varios días con decepciones, al borde de la desorientación más absoluta.
Se salvó la tarde en ese último sobrero. De la bronca histórica se pasó a la salida de José Garrido en hombros. Con el torero en la calle, hubo pitos de protesta, pero ya no fue lo mismo. Algo se había visto y algo bueno, aunque fueran cinco tragos amargos y tan solo uno dulce.
Babelia
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