La National Gallery de Washington devuelve una obra del expolio nazi
El retorno del dibujo de Schnorr a sus herederos es excepcional: esta misma semana un juez de California rechazó las peticiones de dos ‘cranachs’
El dibujo se llama Rama con hojas arrugadas y se acaba de convertir la última obra vendida en la Alemania nazi que ha sido recuperada por los descendientes del autor. La ilustración, expuesta hasta ahora en la National Gallery of Art de Washington, fue entregada el pasado miércoles a uno de los herederos del artista alemán Julius Schnorr von Carolsfeld.
Aquel trabajo de Von Carolsfeld de hace más de 200 años fue guardado por sus familiares hasta que una de sus descendientes, Marianne Schmidl, tuvo que venderlo bajo coacción en 1939, durante la Segunda Guerra Mundial. Schmidl residía en Austria y tras la ocupación de Viena por los nazis solicitó a las autoridades que la registraran como judía de segunda generación, ya que, a diferencia de sus padres, ella era cristiana. En 1942, su petición fue denegada y antes de ser deportada a Polonia, debió vender todas sus posesiones. Su familia asegura que fue declarada muerta en 1950.
La ilustración es la decimoquinta obra del autor que ha conseguido recuperar su familia. El encargado de las negociaciones es el sobrino nieto de Schmidl y esta semana explicó a la agencia Associated Press que la National Gallery of Art también les ha reembolsado un dinero por otro trabajo que sí seguirá expuesto en el museo de la capital estadounidense. “Mi madre solía preguntarse dónde estarían esas hojas”, afirmó.
La Rama con hojas arrugadas es también la segunda obra que devuelve la National Gallery of Art después de saber que la había adquirido tras caer en manos nazis. Sin embargo, la ilustración ha tenido mejor suerte que otros trabajos confiscados o vendidos bajo coacción de las autoridades nazis en los años treinta. La mayoría de ellas se encuentra en colecciones privadas y museos europeos —los estadounidenses apenas han retornado unas 50 obras de arte en las últimas décadas— y se desconoce tanto su destino como la trayectoria que siguieron después de ser confiscadas.
Esta misma semana, un juez de California dictaminó que un museo local no está obligado a devolver un trabajo a los herederos de su autor porque estos no reclamaron su propiedad a tiempo. Se trata del Adán y Eva de Lucas Cranach, del siglo XVI, que forma parte hoy de la colección del Norton Simon Museum en la localidad californiana de Pasadena.
La pintura de Cranach es protagonista de un litigio que abarca ya más de una década y que ha servido para dibujar una trayectoria similar a la que siguieron miles de obras que cayeron en manos de las autoridades nazis. El trabajo fue adquirido por el coleccionista judío Jacques Goudstikker, durante una subasta en 1931 pero, tras huir a Holanda una década después, debió venderlos bajo coacción a los nazis.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, la obra quedó en manos del gobierno holandés y este la vendió, junto a otros lienzos, a un aristócrata ruso en 1996. Una década después, la compró el coleccionista Norton Simon, cuyo nombre lleva la galería de Pasadena que ahora se niega a entregarla a los familiares de Goudstikker. Los familiares del coleccionista judío que la adquirió en un primer momento alegan que fue “robada por los nazis”.
La galería, sin embargo, emitió un comunicado esta semana en el que celebra la decisión judicial porque considera que fue adquirida legalmente al comprarla al aristócrata ruso, por valor de 800.000 dólares, junto con otro trabajo de Cranach. “Nos tomamos muy seriamente la responsabilidad que conlleva la posesión de estas obras”, declararon sus dueños, que se muestran comprometidos a seguir mostrando el cuadro en una de sus salas.
A las mismas manos
Este capítulo llega semanas después de que las pesquisas de un abogado de Virginia revelasen que muchas de las obras que las autoridades estadounidenses entregaron a Alemania, tras ser reclamadas por sus dueños en los años cincuenta y sesenta, regresaron en realidad a familias nazis que seguían considerándolas de su propiedad. Según narró el diario The New York Times en julio, John Graykowski es el bisnieto de Gottlieb y Mathilde Kraus, un matrimonio judío que huyó de su vivienda en Viena (Austria), dejando atrás una colección de arte que sería confiscada por la Gestapo en 1941.
Graykowski contactó con la Comisión de Arte Robado de Europa, con sede en Londres, para rastrear el destino de las 160 obras de sus bisabuelos. Su investigación dio con uno de los muchos ejemplos en los que herederos nazis presionaron a las autoridades alemanas para reclamar obras robadas: la familia de la secretaria personal de Adolf Hitler, Henriette von Schirach, exigió el regreso de casi 300 trabajos, incluidos los que poseían los Kraus, que además reivindicaba como propios.
Una cuestión de buena voluntad
El expolio de obras artísticas por parte de las autoridades nazis fue uno de los métodos empleados contra los judíos durante el Holocausto. En las últimas décadas, varias investigaciones como la impulsada por la Comisión de Arte Robado de Europa han logrado descifrar el camino que siguieron esas creaciones y se ha intensificado el debate sobre la restitución de su propiedad. Pero no todas han tenido el mismo final.
Retratos de artistas como Gustav Klimt, Rembrandt o Cranach han protagonizado las últimas disputas. Al salir a la luz en qué manos estaba cada trabajo, en qué galería quedó expuesto o qué museo fue su último comprador, esa verdad ha enfrentado a salas de todo el mundo con los herederos de los artistas.
Los familiares de los propietarios o autores alegan que, incluso cuando sus antepasados vendieron las obras, el intercambio ocurrió bajo coacción del aparato nazi u otros y no por su propia voluntad. Los dueños actuales, por su parte, alegan que las compraron al propietario anterior de manera legal, por lo que su vuelta a casa depende de un gesto voluntario como el que acaba de hacer la National Gallery of Art de Washington en Estados Unidos.
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