José Tomás, el torero desdramatizado
El diestro de Galapagar cortó cuatro orejas en una tarde triunfalista y de escaso peso artístico
José Tomás ya no es el torero dramático del año 2008 ni la plaza de Huelva es la de Las Ventas de Madrid. Téngase en cuenta el detalle que no es baladí.
Conmocionó la ciudad como fenómeno social que sigue siendo; su presencia permitió el abuso descarado de algunos hoteleros (al vecino de localidad, madrileño él, le pidieron la friolera de 5.400 euros por una noche en un hotel de cuatro estrellas), se colocó el cartel de ‘no hay billetes’, pero en el ruedo no hubo la pasión, ni la emoción, ni el arrojo ni el entusiasmo de antaño. Los años no pasan en balde, ni las ilusiones son las mismas. El hecho de anunciarse en las Colombinas de Huelva y dar la espalda a las ferias importantes lo dice todo.
Del Río/Tomás, López Simón, De Miranda
Toros de Victoriano del Río, correctos de presentación, mansos, blandos y nobles.
José Tomás: estocada trasera (dos orejas); estocada caída (dos orejas),
López Simón: pinchazo, estocada _aviso_ (ovación); estocada (dos orejas).
David de Miranda, que tomó la alternativa: estocada baja (dos orejas); pinchazo y estocada (ovación).
Plaza de toros de Huelva. Primera corrida de feria. 5 de agosto. Lleno de 'no hay billetes'.
Nadie podrá dudar nunca de la personalidad innata de este torero grande y ya legendario. Si se puede permitir el lujo de torear cuatro o cinco corridas y llevarse el importe de la taquilla en el bolsillo por algo será. Pero justamente por esa condición inexcusable de José Tomás no se debe pasar por alto la exigencia mínima que requiere un triunfo en plaza de segunda.
Tomás mantiene su calidad excelsa, pero no es el de antes; al menos, no lo parece por lo sucedido en Huelva. No es ya el torero dramático y arrojado que lo aupó a la gloria. Se ha modernizado, o esa es la impresión. Se aleja de los toros con presencia de tales y de los públicos sabios y exigentes, si es que todavía alguno queda.
Vino a la costa onubense, toreó como en el patio de su casa y desgranó detalles de su torería, que no es poca cosa. O sí. Los toros que lidió, de justa presencia para esta plaza, incómodo el primero y suave y bonancible el otro, no le permitieron desgranar la tauromaquia que lo ha hecho famoso. O no pudo hacerlo. O, quizá, es que José Tomás se ha modernizado, y ha comprobado que no hay que dejarse matar para cortar las orejas y mantener su estatus de figura de la estratosfera. En fin, que cortó cuatro orejas, que se lo llevaron a hombros, pero hubo más triunfalismo que toreo de verdad. No obstante, quede constancia de detalles extraordinarios que no justifican, quizá, el alboroto que lleva aparejada su presencia. No se entendió con su primero, al que probó una y otra vez, pero no hubo ligazón ni templanza. Eso sí, dibujó una trincherilla monumental, a cámara lenta, que fue todo un cartel de toros. Y le dieron las dos orejas tras una estocada trasera. Pues muy bien. Lo había veroniqueado a pies juntos y se lució en un quite por ajustadas chicuelinas, y no hubo más,
Más completa fue su actuación ante el cuarto, el más noble de la mansa corrida. No hubo lucimiento capotero esta vez, y con tres trincherazos a paso lento se lo llevó al centro del ruedo. Una vez allí, hubo momentos con la izquierda que sonaron al Tomás de las mejores tardes. Pero poco más. Muchos olés del generoso público onubense, fandangos y sevillanas que brotaban de los tendidos, pero poco toreo.
Tomó la alternativa David de Miranda y lo hizo con mucha dignidad y muy torero en algunos momentos; especialmente, con el capote con el que abrió plaza con verónicas a pies juntos y un emocionante y ceñido quite de frente por detrás. Con gusto y sabor muleteó con suavidad en una labor larga, de más a menos. No desentonó ante el sexto, noble también, y deleitó de nuevo a sus paisanos con un toreo de sabor.
El tercero fue López Simón, decidido y afanoso ante un lote poco propicio.
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