Tras la pérdida
Bize ha firmado una película sobria y nada exhibicionista, en la que acaba molestando lo suyo una banda sonora que parece obsesionada en fijar la tristeza en cada nota de piano.
LA MEMORIA DEL AGUA
Dirección: Matias Bize.
Intérpretes: Elena Anaya, Benjamín Vicuña, Néstor Cantillana, Silvia Martí.
Género: drama. Chile, 2015
Duración: 88 minutos.
Elena Anaya ya había tenido un contacto indirecto con el universo del chileno Matías Bize antes de convertirse en el gran tesoro emocional de La memoria del agua: la actriz había co-protagonizado Habitación en Roma (2010), que fue la lectura personal –que no el remake- que hizo Julio Medem de En la cama (2005), la pieza de cámara que supuso la gran llamada de atención sobre el talento del cineasta. El tono y el propósito de La memoria del agua no pueden ser más distintos: si En la cama detallaba el (impúdico) origen de una relación, este último largometraje se convierte en la pudorosa crónica de su desintegración. Elena Anaya y Benjamin Vicuña dan vida a una joven pareja que se viene abajo tras la muerte de un hijo: ambos encarnan dos formas opuestas de gestionar el dolor, dando cuerpo a esa verdad elástica, que apunta a la tragedia íntima como acontecimiento con el mismo potencial para unir a los supervivientes como para separarlos.
Bize ha firmado una película sobria y nada exhibicionista, en la que, no obstante, acaba molestando lo suyo una banda sonora que parece obsesionada en fijar la tristeza en cada nota de piano, como quien clava mariposas en su gabinete entomológico. Vicuña y Anaya acaban sosteniendo la película: él, afinando su capacidad comunicativa en el ensimismamiento; ella, tocando el cielo de la conmoción con la fractura interior. En el desenlace, Anaya logra sobreponerse a un texto demasiado enfático en un pulso personal que certifica su genio.
Babelia
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