“¿Para qué haces un película sino para estar vivo?”
Uno de los grandes artistas españoles. Cineasta, escritor, fotógrafo. El autor de 'La caza' y 'Mamá cumple cien años' tiene 84 y sigue tan campante
¿Qué es un artista? No creo en palabras tan importantes. Alguien que tiene el oficio predeterminado de pintar, de escribir, de filmar, con un talento especial para hacerlo. Lo tienes o no lo tienes y eso sí es misterioso.
Usted lo ha desarrollado en todas esas facetas. No exageremos: lo intento. Veo el arte de Goya o Picasso, de sumergirse en lo que hacen como una obsesión. Los “grandes artistas” son gente muy obsesiva por algo concreto: pintar, escribir, bailar. Si tienes facultades lo disfrutas.
¿Cómo lo ha hecho el oficio? Empecé a estudiar ingeniería; siempre quise saber cómo funcionan las máquinas, los objetivos. Y con el cine me pasó lo mismo: me gusta jugar, improvisar. Me aburren los guiones que llaman “de hierro”. Es por estar vivo: ¿para qué haces una película sino para estar vivo?
¿Y qué ocupa la imaginación? Fundamental. Se pueden hacer historias muy reales, como de chico conoce chica. Pero me interesa mucho más un mundo imaginativo que muestre pasado, presente.
Y las metáforas. Como la violencia en este país. No siempre. A veces la realidad es tan brutal que la convierte en una realidad distinta, como en La caza, que es tan realista que no es realista. Es una metáfora de la guerra, puede serlo, de la dificultad de la convivencia en España.
Ahí está siempre su propia mirada personal hecha cine... Estás en todo lo que haces, aunque nunca he querido hacer una autobiografía. Para La prima Angélica pensé mucho en cómo hacer que un adulto pensara como un niño. Tengo una fotografía de cuando era niño y sé que soy yo porque lo dicen, pero en el fondo no me reconozco. Los recuerdos de niño los recreamos luego. Y en esa película el adulto se comporta como un niño porque lo que quiere es recordar lo que fue de niño.
El alemán Michael Krüger tiene este verso: “A veces la infancia me manda una postal”. ¿Cuál es la suya? La guerra de España. Estábamos en Madrid. La angustia que se vivía en casa, lo que pasaba, quién era Franco, los milicianos, los rusos. Nos fuimos a Valencia, mi padre era secretario de un ministro. En Valencia estuvimos en un pueblecito precioso, y empezaron a bombardear. Y nos fuimos a Barcelona, una paz maravillosa y bombardearon de nuevo. Y luego Huesca, con mi familia de allí, que nos obligaba a ir a misa y a comulgar los viernes. Yo era como un marciano, porque estaba educado en otra sintonía.
Esos son los recuerdos fuertes... Los imaginativos están en mis películas. En muchas la guerra aparece de alguna manera. No me gustaría olvidarla. En Tango está. Lo que me contaban de Argentina desgraciadamente me recordaba a nuestra guerra: los militares llevándose gente, tirándolos desde un avión...
Decía De Gaulle que de las guerras la peor es la civil: dura siempre. No, no es eso. Lo que ocurre es que en una guerra así se crea un odio que va aumentando. Ha pasado en la de España y en mi familia. Es dramático, porque estás en contra de tu hermano, de un amigo de la infancia..., que de repente te quieren matar. Eso es lo terrible.
¿Pervive? No. Pervive la posibilidad de que eso pueda suceder. No ocurrirá. Pero visto cómo está el panorama mundial, la inmigración, el terrorismo, ese problema religioso mezclado con un problema político... Así empezaron las guerras mundiales del siglo XX. Da un poco de miedo.
Siempre hace algo. Estoy vivo. Lo hago porque lo necesito. Y hago muchas cosas con las manos. Siempre tengo algo entre manos. Y, si no, me lo invento.
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