‘El arte de hacer dinero’: auge y caída de un genio de la falsificación
Jason Kersten nos cuenta la fascinante y algo triste historia de Art Williams
El camino por el que llegan algunos libros a España es cuando menos complicado, la forma en la que terminan en poder de este bloguero es, a veces, de lo más variada. El que hoy nos ocupa cayó en mis manos en una despedida precipitada nada más llegar a la Semana Negra de Gijón, trasiego interminable de escritores, periodistas y fans de lo negro y criminal.
En El arte de hacer dinero (Calico Jack, traducción de Eva González) el periodista norteamericano Jason Kersten nos cuenta la fascinante y algo triste historia de Art Williams, un chico inteligente y maltratado por la vida, un falsificador vocacional, un adicto a la sensación de poder que da ganar la partida al sistema. Kersten basa gran parte del libro en las entrevistas que mantuvo durante años con Williams. Como siempre me pasa con estos libros tan pegados al protagonista, como me ha pasado hace unos días con Honrarás a tu padre, de Gay Talese, y la fascinante historia de la familia mafiosa de los Bonanno, tengo ciertas dudas sobre los relatos construidos con los recuerdos del interesado, más si tiene mucho que purgar, pero no puedo parar de leerlos.
Art Williams, un chico inteligente y maltratado por la vida, un falsificador vocacional, un adicto a la sensación de poder que da ganar la partida al sistema
Hijo de una familia desestructurada, Art Williams compró desde niño muchas papeletas para terminar en la cárcel. Lo que no sabía es que iba a ser por un camino bien distinto. Hijo de una familia desestructurada de Chicago, educado en casas de protección y hogares sociales, Williams conoció, como otros tantos, la miseria y el reverso del sueño americano. A los 13 años descubre el poder de la violencia como arma de supervivencia. A pesar de ser un alumno brillante que va dos cursos adelantado, a los 14 es expulsado del colegio. A los 17 ya es padre y tiene una densa carrera criminal: robo de coches, estafa, palizas y amenazas, tráfico de drogas…
El encuentro con un elegante y discreto hombre italiano que sustituye al padre fugado, cambia su vida. Descubre los secretos del maravilloso mundo de la falsificación, un arte muy antiguo, apasionante, de consecuencias muy serias para quien lo cultiva puesto que su éxito socava directamente los pilares del sistema.
La tentación de Robin Hood
El relato toma a partir de ese momento algunos tintes novelescos y se lee muy bien. No hay nada espectacular, exageradamente bueno en el estilo, simplemente sobriedad y el relato de una historia que tiene fuerza por sí sola. El autor no puede evitar describir a Williams como una especie de Robin Hood cuando cuenta, por ejemplo, que nunca daban billetes a pequeños comercios o que, en sus tardes locas de compras con billetes falsos de 100 para obtener cambio en dinero real (una técnica esencial para mover el dinero falso) donaban todo lo que compraban a la caridad.
Este es el párrafo que mejor describe esas tentaciones del autor:
“Nadie salió nunca herido, y los billetes falsos que dejaban atrás eran una pequeña gota de agua en el mar de los millones de dólares de las cadenas comerciales. Cada billete colocado significaba darle un pellizco a un sistema impasible que, como llegó a estar cada vez más convencido, era el responsable de su infancia miserable y del abandono de su padre”.
Lo mejor del libro es la cuesta abajo que de manera inevitable inicia el protagonista, es ver cómo el germen de la avaricia, el veneno de los sueños imposibles se vuelven contra todos los que, en su entorno, tocan un billete fabricado por Art. La obra de arte se vuelve contra su creador.
The Washington Post eligió este libro como el mejor de no ficción de 2009. Como decía, es curioso lo que tardan algunos libros en llegar a España. Si quieren pasar un buen rato, lean este relato del auge y caída de un artista del crimen.
Babelia
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