‘The Humans’: acción de gracias
“Ya no puedo recordar vuestros nombres. Qué raro es irme convirtiendo lentamente en alguien a quien no conozco. No os preocupéis por mí cuando comience a irme. No tengo miedo. Bailad más que yo. Bebed menos que yo. Id a la iglesia. Amad a todos los que os aman. Os quiero más de lo que nunca sabréis”. Este es un fragmento del correo que la abuela Blake escribe a sus nietas, Brigid y Aimée, antes de perder la cabeza por el alzhéimer, en The Humans, de Stephen Karam, la obra que ha ganado cuatro Tonys (y dos Obies, y otros muchos premios). Bastaría esta escena, cómo está escrita y cómo está colocada en la función, para darnos cuenta de que Karam, todavía un “joven autor”, es un notabilísimo dramaturgo.
Cuando comencé a leer The Humans pensé que era una pieza más de “reunión familiar”, ese género tan transitado por el teatro norteamericano. La familia Blake (Deirdre y Erik, los padres; Momo, la abuela; Aimée, la hija mayor) viaja desde Scranton (Pennsylvania) para celebrar el día de Acción de Gracias en el piso de Brigid, la pequeña, y su compañero Richard, en Chinatown, un sótano sin ventanas y una planta superior que da a un callejón sembrado de colillas. Los Blake son una familia de clase media-baja, abatida por la crisis, por la enfermedad de la abuela, por el paso y el peso de los años, por muy diversas pérdidas. La obra se llama The Humans porque Richard recuerda un cómic de su infancia en el que los marcianos estaban desconcertados por la conducta de los humanos.
Aunque no sea fácil ni redonda, no cuesta comprender por qué se ha convertido en la mejor nueva obra de la temporada, y ha gustado tanto a público y crítica. Su lenguaje es moderno, realista y estilizado a un tiempo, pero exhala un perfume clásico, del Broadway de la edad de oro, entre los años treinta y los cincuenta. Es bueno sentir que algo forma parte de una tradición y la continúa. Y, por encima de todo, que tiene verdad y corazón. Hemos visto mil veces a familias despellejándose en escena. Esta es la historia de una familia que, pese a todos los pesares, se pelea pero se quiere, y lucha por salir adelante: eso es lo radicalmente nuevo, lo inusual.
Habla de conflictos muy concretos, de un tiempo y un país, lo que quizás dificulte un poco su trasvase a nuestra escena, aunque también eternos, y lo hace de una manera muy chejoviana: por su estructura, su misterio, su gusto por el detalle, su música lenta y con súbitas aceleraciones, su comprensión de los personajes. Admiro su búsqueda de la exaltación sin sentimentalismos y la sutileza con que pasa de la comedia al drama. Y su humor leve, sin estridencias. Quizás esté un poco sobrecargada de oscuridad la parte final. The Humans se estrenó en el off Broadway, en el Laura Pels Theatre, en septiembre de 2015, producida por el Roundabout Theatre. El pasado febrero pasó a Broadway, al Helen Hayes, por lo que pudo optar a los Tony. Si viajan a Nueva York pueden verla en el Schoenfeld a partir del 9 de agosto.
Babelia
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