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“Creo en el patrimonio privado con vocación de servicio a la sociedad”

Álvaro Fernández-Villaverde, marqués de Santa Cruz, recibe la Medalla de Oro de Europa Nostra por su defensa del patrimonio cultural continental

Álvaro Fernández-Villaverde.
Álvaro Fernández-Villaverde. R. FRAGUAS

Álvaro Fernández-Villaverde, marqués de Santa Cruz y Grande de España, ha sido distinguido con la Medalla de Oro de Europa Nostra, la asociación civil de defensa del patrimonio cultural continental que preside el tenor Plácido Domingo. A ella ha dedicado 20 años de su trepidante vida pública como vicepresidente y miembro del Comité de Dirección de la organización europea. Heredero de una de las colecciones privadas, de arte y documental, más importantes de España, el marqués de Santa Cruz es considerado como uno de los principales artífices de la protección y difusión del patrimonio histórico, artístico y cultural de España, desde la presidencia de Hispania Nostra, adscrita a la organización europea.

Diplomático de carrera, fue hasta 2008 titular de la Presidencia de Patrimonio Nacional, la entidad estatal que administra los bienes de la Corona. Descendiente del marino invicto don Álvaro de Bazán, la familia de Fernández Villaverde alquiló por una peseta anual a la Marina española su palacio renacentista de El Viso del Marqués, en Ciudad Real, que atesora el principal fondo histórico documental de las navegaciones hispanas. El archivo familiar del marquesado de Santa Cruz y del ducado de San Carlos, abierto al público en su palacio madrileño de la calle de san Bernardino, va a ser trasladado a partir del próximo lunes al Hospital Tavera de Toledo, a la Sección Nobiliaria del Archivo Histórico Nacional.

Pregunta. ¿Qué ha supuesto para Usted recibir de las manos de Plácido Domingo la Medalla de Oro de Europa Nostra? ¿Le sorprendió?

Respuesta. No la esperaba en absoluto, lo mantuvieron en gran secreto. Recibí la medalla con gran ilusión ya que tras más de veinte años vinculado a Europa Nostra y 15 años como vicepresidente, agradezco que se me haya reconocido de una manera tan amable y generosa.

P. ¿De cuándo arranca su vinculación a Europa Nostra y a Hispania Nostra?

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R. Fui llevado a Hispania Nostra por Carmen de Salas en 1992 y presidí la asociación desde aquel año hasta 1997. A partir de aquella fecha estuve en Europa Nostra, como Vicepresidente, como miembro del Comité Directivo e integrante de su Consejo, hasta el 24 de mayo de este año 2016. Creo en los turnos y seguiré apoyando a Europa Nostra, pero no me gusta ocupar puestos eternamente.

P. ¿Con qué obstáculos principales se ha debido enfrentar? ¿Cuál ha sido su compensación más grata?

R. Uno de los principales ha sido la falta de jóvenes, probablemente debido a sus ocupaciones. Tanto en Hispania Nostra como en Europa Nostra, somos grupos de personas mayores los que nos ocupamos de estas tareas. Es muy difícil reclutar juventud. La compensación más gratificante es la de ver cómo ha ido incrementándose el número de participantes, de candidatos a premios e, incluso, el aumento de la financiación. Otra gran satisfacción ha sido la de haber encontrado una cabeza visible y atractiva –Plácido Domingo- para presidir Europa Nostra. Recuerdo que en la ciudad italiana de Taormina fue donde propuse a los integrantes del Comité Directivo de Europa Nostra cambiar a los miembros de familias reales europeas-que hasta entonces solían presidir la asociación-, y llevar a la presidencia a miembros de otra familia real, la de la Cultura europea. Ahora Plácido Domingo acaba de renovar su presidencia durante otros cuatro años.

P. ¿Ve asegurado el deseo de sus mayores de mantener integrado –mediante su Fundación- el legado patrimonial familiar?

R. No lo veo asegurado, ya que depende mucho de la legislación española. En España hemos renunciado a la libertad de venta, pero en Inglaterra y Francia hay leyes estatales de apoyo, mientras aquí no se recibe ayuda, ni siquiera para la seguridad del patrimonio privado. Creo que el porvenir del patrimonio cultural de propiedad privada depende no de exenciones fiscales, sino de una mejor comprensión del Estado. Yo entiendo el patrimonio privado desde una vocación pública, de servicio a la sociedad, pero una cosa es tal servicio y otra la propiedad. Es imposible concebir que toda la propiedad patrimonial privada esté en manos públicas, porque el Estado no tendría capacidad de gestionarlo. El que mejor gestiona las propiedades patrimoniales es su propietario.

P. ¿También la Iglesia? ¿Cree que tuvo capacidad para defender su patrimonio, por ejemplo, de depredadores como Erik el belga?

R. Yo no estaría en contra de que, en el caso de que la Iglesia no sea capaz de defender su patrimonio, el Estado asumiera tales funciones.

P. Como ex presidente de Patrimonio Nacional, ¿contempla alguna solución razonable y viable para el Valle de los Caídos?

R. Se encuentra en malas condiciones, muy deteriorado. Creo que lo lógico es preservarlo lo mejor posible mientras esté bajo la jurisdicción –legalmente poco consistente- de Patrimonio Nacional hasta que surja una decisión política al respecto.

P. En su condición de aristócrata y miembro de una familia muy vinculada a la Corona, ¿cómo contempla el porvenir de la Monarquía en España? ¿Cree que se han hecho los deberes necesarios para despejar ese porvenir?

R. Creo que sí se han hecho los deberes necesarios: el joven Rey los está desempeñando en la actualidad en un momento muy difícil -las elecciones no se ven claras- y el papel de la Monarquía es importante para asegurar la continuidad del proceso democrático.

P. A propósito del patrimonio, ¿qué aconsejaría a quienes gobiernen tras el 26-J?

R. Que delimiten bien la frontera entre los bienes privados que tienen una vocación pública y los bienes claramente públicos del Estado. Luego, propondría una ley de mecenazgo y una serie de ventajas a quienes sepan compartir su propiedad privada patrimonial con la sociedad. Creo firmemente en que el patrimonio cultural debe compartirse dentro del servicio a la sociedad.

P. De los numerosos cargos, destinos y cometidos que ha desempeñado a lo largo de su vida pública, ¿cuál ha sido el que más le ha satisfecho, el que más se adaptada a su personalidad y a sus deseos?

R. Con mucha diferencia, la presidencia de Patrimonio Nacional. Recuerdo los tres objetivos que me fueron marcados por el Gobierno: el primero, servir al Rey; el segundo, tener buenas relaciones y evitar los conflictos con los sindicatos; y, en tercer lugar, abrir al público los bienes de Patrimonio Nacional. Todos ellos los pude cumplir con la ayuda de un excelente gerente y estupendos colaboradores, aparte del privilegio de servir al Rey Don Juan Carlos. Recuerdo que cuando le dije al presidente José Luis Rodríguez Zapatero que estaba contento con el presupuesto que me fue confiado, me respondió: “¡Pues eres el único!”. Por otra parte, me hizo mucha ilusión haber sido miembro del Consejo de Administración del Palacio de Versalles durante seis años.

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