Mientras la ciudad duerme: historia e inicios del dubstep
Hace unos días se cumplía el décimo aniversario de la publicación del primer trabajo de ese estilo de música electrónica: el disco de debut de Burial
Oscuro, denso, húmedo, frío y triste. Así se presentó el primer trabajo de dubstep que traspasó las reducidas fronteras del círculo de iniciados al hardcore inglés; hace unos días se cumplía el décimo aniversario de la publicación de aquel trabajo: el disco de debut de Burial. La información de esa primera referencia era realmente escasa, un nombre, unas fechas de producción y poco más.
El desconocido no concedió entrevistas, no mostró su rostro y no ofreció dato biográfico alguno. Esto se alargaría en el tiempo hasta el día de hoy, donde se pueden contar sus declaraciones con los dedos de una mano. El periódico inglés The Independent revelaría en 2008 su nombre, William Bevan, aunque nadie llegaría a confirmarlo.
Burial puso sobre la mesa el sonido de los barrios del sur de Londres, aquellos que salían en la portada de ese álbum primigenio, editado por Hyperdub, el sello de Kode9, otro de los mayores estilistas del género. Hay que remontarse al verano de 2002 para encontrar la primera mención al término dubstep, aparecida en la revista XLR8R, que lo acuñará para definir la música de In Fine Style, el primer largo de Horse Power Productions, en esos momentos una mezcla difusa entre 2step y techno dub. En los cuatro años que pasarán entre aquel trabajo y el disco de Burial el dubstep se ira afianzando con pequeñas discográficas (Tempa, Hotflush, Skull Disco), tiendas de discos (Big Apple) y clubes (Forward>>). Siempre con un carácter eminentemente underground, pero que se fue haciendo fuerte con nombres como Loefah, Toasty, Benga o Digital Mystikz, una gran parte blancos y de clase trabajadora. Los mismos que vivían en Croydon, el barrio que acogió a la mayoría de estos artistas en sus primeras encarnaciones.
En todos ellos primaban las influencias de la música jamaicana, sonidos crudos, en el que los bajos pesados y los ritmos narcóticos impregnaban la esencia del conjunto. Una música que recordaba vagamente a aquel trip hop de la ciudad portuaria de Bristol, pero que también bebía de otros referentes más cercanos como el Black Street Technology de A Guy Called Gerald, el Modus Operandi de Photek, o los maxis de El-B. Una mirada al pasado rave de las islas británicas.
Hasta llegar al año 2006, fecha de la explosión del dubstep con los primeros largos de Kode9 y Spaceape (Memories of the Future), Boxcutter (Oneiric), Various Production (The World Is Gone), Skream (Skream!) y, como no, Burial. El disco del protegido de Steve Goodman marcó unas líneas de juego que los demás habían ido definiendo de forma errática por separado. Burial fue el primero que supo trascender el mero gesto para crear un lenguaje definido y rico en matices. Porque Burial, compuesto entre 2001 y 2006, es una pesadilla urbana donde la soledad y la tensión se hacen con el control. Temas como Night Bus, Broken Home o Distant Nights, llenos de melancolía, y de alguna manera tristes, evocan una ciudad vacía y fantasmagórica. Una obra, en todo caso, renovadora porque mostraba un estado de ánimo latente, lleno de tensión rítmica.
“Coincidió que escuché por primera vez el disco con mi primer viaje a Tokio y creo que aún no me he recuperado del impacto de las dos cosas sumadas”, comenta Pere Solé, miembro de los desaparecidos Downliners Sekt, grupo que por aquellos años intentaba acercarse a esos mismos sonidos desde Barcelona. “Con Downliners Sekt llevábamos años experimentando con ideas parecidas con poco éxito: samples de acapellas r'n'b, beats de UK garage ralentizados, ambientes industriales suavizados con bellas reverbs, clicks sampleados de efectos de juegos de la Play Station. Al escuchar el disco vi claro que Burial había encontrado la fórmula perfecta, que él sí que había conseguido cohesionar todas esas ideas en una colección de temas que formaban un álbum coherente, una obra maestra y un instant classic”, sentencia Solé quien ahora se encuentra imbuido en otro excitante proyecto llamado Motocross.
Tras la publicación de Burial vendrían las contadas entrevistas, sin mostrar la cara y sin ofrecer ningún dato que pudiera identificar al artista que estaba detrás de aquel disco. “Solo quiero ser un símbolo, una canción, el nombre de una canción”, le contaba a Mark Fisher en el número de diciembre de 2007 de la revista The Wire. La fecha que eligió para publicar Untrue, su segundo y definitivo álbum. Un disco si acaso más accesible y que le permitió llegar a más gente. Su influencia con el paso de los años no ha hecho más que afianzarse en un género que ha aportado innovación y frescura a la música electrónica actual. “Había ideas en el primer disco, que poca gente ha repetido, por ejemplo el beat a 3:4 del tema con Spaceape, o la manera como suenan los mixes, sobre todo los graves y subgraves”, explica Solé sobre las diferencias entre uno y otro disco. “Las fórmulas de Untrue se han utilizado y adaptado bastante más, seguramente porque son mucho menos complejas que las técnicas de programación del primer disco”.
Sobre esa importancia y evolución coincide Carles Novellas, director del programa de música Paralelo3, el más relacionado con este tipo de ritmos y que se realiza en la radio pública española. “La huella es innegable, y se percibe mejor ahora que hace, digamos, cinco años”, comenta el presentador de Radio 3. “Lo que más me impresiona de Burial es que creó un discurso propio desde el principio. Y aunque su sonido, sus estructuras o sus trucos parezcan sencillos, y a pesar de que muchos hayan querido reproducirlos o hacerlos suyos, solo Burial suena realmente a Burial. Eso sí, su genial uso del pitch y el tratamiento de las voces en Untrue, que fue toda una revolución y sigue pareciéndome una maravilla hoy por hoy, ha dado pie a demasiadas malas copias y un excesivo uso del recurso, hasta hacerlo insoportable”. Pero eso, es otra historia.
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