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El Real se atreve con el Moisés más difícil

El Teatro Real presenta 'Moisés y Aarón', de Arnold Schönberg, el punto álgido de la temporada del coliseo madrileño

Virginia López Enano
Una escena de 'Moisés y Aarón' en la Ópera de París.
Una escena de 'Moisés y Aarón' en la Ópera de París.BERND UHLIG

Moisés y Aarón, de Arnold Schönberg, se estrenó en 1957. Medio siglo más tarde, su historia no resulta caduca; al contrario, parece una crónica de candente actualidad. La obra del creador del dodecafonismo (técnica de composición basada en el tratamiento equitativo de las 12 notas musicales) habla del éxodo de un pueblo desheredado en busca de la tierra prometida. Del culto a la imagen, la idolatría. El Teatro Real resucita esta esencia, entre el 24 de mayo y el 17 de junio, con siete funciones de una de las óperas emblemáticas del siglo XX. Una coproducción del coliseo madrileño y la Ópera de París que se estrenó con gran éxito en Francia el pasado mes de octubre y cuyo reparto encabezan el bajo-barítono Albert Dohmen (Moisés) y el tenor John Graham-Hall (Aarón).

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“Es un auténtico acontecimiento, mayúsculo, de los más grandes que habrá vivido esta casa en toda su historia”, apunta Joan Matabosch, director artístico del Real. Será el primero en llevar a escena en la capital esta obra de Schönberg, su única ópera, inacabada, para la que él mismo redactó el libreto y que presenta un marcado carácter autobiográfico. Y para realizar este complejo montaje, que involucra a cerca de 400 personas, la coproducción ha contado con la presencia de Romeo Castellucci, director de escena, dramaturgo y escenógrafo italiano. “Es importante destacar que se trata de una obra inacabada. Esto es significativo porque hay que leer la puesta en escena a la luz del tercer acto, que no se llegó a concluir”, explica Catellucci. Precisamente, esta producción concluye con la última frase a la que el compositor puso música (al final del segundo acto): “Oh palabra, tu palabra que me faltas”.

Schönberg escribió el libreto del tercer acto pero nunca llegó a componer la partitura. Quizás convencido, como matiza el director de escena, de haber fracasado en su intento de implantar el lenguaje dodecafónico. Pero el reto en esta producción va más allá. ¿Cómo traducir en imágenes, en la época del espectáculo, una obra que trata de la iconoclastia? “La lucha de Moisés contra las ídolos es una cuestión clave de esta ópera, precisamente. Y es una paradoja tener que describir esta tensión a través de imágenes. Es como una condena para nosotros”, cuenta. Pero esta contradicción no solo aparece en su vertiente visual, también en la partitura. “Moisés, que representa la faceta religiosa, no canta sino que habla. Mientras que es Aarón, que encarna la faceta política, el que se expresa cantando. El autor expresa así esa lucha interna a través de la música”, añade Castellucci, para el que tanto Moisés como Aarón, los dos protagonistas de la ópera, materializan partes del carácter propio de Schönberg.

Pero hay un tercer personaje. Igual o más importante incluso que los dos anteriores: el pueblo de Israel. El coro titular del Teatro Real, que lleva cerca de un año trabajando en la obra del compositor austriaco, bajo la dirección de Andrés Máspero. Una partitura que encierra una gran dificultad; sobre todo, para este conjunto. “Para ser un coro joven, que tiene cinco años de antigüedad, lo hace extremadamente bien, son rapidísimos. Creo que hasta en la parte del lenguaje superará a la versión de un conjunto alemán que tiene este idioma como lengua madre y no se esfuerza lo suficiente para ser comprendido. Cuando supe quién era el director de orquesta dije: estamos a salvo”, añade Máspero.

Este papel recae sobre Lothar Koengis, que confiesa sentirse muy identificado con la obra de Schönberg y reconoce su extrema dificultad, tanto para el intérprete como para el oyente. “La partitura requiere un estudio muy pormenorizado porque es compleja. La música no viene a uno sino que tienes que ir hacia ella, pero cuando lo has hecho recibes muchísimo. Lo más importante es olvidarse de las dificultades que encierra y que el público acuda a esta ópera con la disposición con que iría a escuchar una de Mozart. Con la mente abierta, porque presenta idéntica cualidades”, sentencia.

El toro, protagonista de la polémica

La presencia de un toro charolés sobre el escenario del coliseo madrileño, clave para la representación de la ópera de Schönber, ha acaparado la atención antes del estreno. Se han recogido más de 40.000 firmas en contra de la aparición de Easy Rider, nombre del astado, sobre las tablas del Real. E incluso se ha llegado a decir que se le han suministrado sedantes para su participación en la ópera. “Es una enorme falsedad”, se defiende Castellucci, para el que el papel del toro es vital por el significado profundo que adquiere en la obra del compositor austriaco. “Debería hablar de la historia de Moisés y de la importancia crucial de este animal en la historia de la salida del pueblo israelí de Egipto. Existen ámbitos de la cultura humana que solo la presencia mítica de un animal logra expresar”, añade.

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Sobre la firma

Virginia López Enano
Trabaja en el equipo de Redes de EL PAÍS. Ha pasado por varias secciones del periódico, como la delegación de Sevilla, Nacional o El País Semanal, donde ha escrito temas de música y cultura. Es Licenciada en Historia y Graduada en Periodismo por la Universidad de Navarra y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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