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CRÍTICA | REINA CRISTINA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La pasión asfixiada

'Reina Cristina' contiene algo tan potencialmente explosivo como una escena lésbica sobre un grimorio

Un fotograma de 'Reina Cristina'.
Un fotograma de 'Reina Cristina'.

 En la imagen final de 'La reina Cristina de Suecia' (1933), Rouben Mamoulian convertía a Greta Garbo en mascarón de proa de un barco que partía rumbo al exilio de todo afecto. “Quiero que tu rostro sea una página en blanco. Quiero que escriba sobre ella cada miembro del público”, le dijo el director a la actriz. En una secuencia anterior, la Garbo elaboraba una enigmática danza alrededor de los objetos de la habitación de una posada y, cuando era interrogada por su amante, respondía: “Quiero grabar en mi memoria esta habitación. En el futuro, en mi pensamiento, reviviré con intensidad estas horas”. Era uno de esos momentos de extremada afectación que no pasarían por alto los radares de la sensibilidad camp, tal y como la entendió Susan Sontag en su influyente ensayo de 1964 Notas sobre el camp: la reapropiación estratégica y el desciframiento de determinadas claves ocultas por parte de una comunidad homosexual con carencia de discursos directos sobre la diferencia. En La reina Cristina de Suecia, el enigma de la sexualidad de la llamada reina virgen se fundía con el misterio de la Garbo, bajo la batuta de uno de esos cineastas capaces de alumbrar estilo y mirada poética en el seno de la maquinaria de Hollywood.

'Reina Cristina'

Dirección: Mika Kaurismäki.

Intérpretes: Malin Buska, Sarah Gadon, Hyppolite Girardot, Michael Nyqvist.

Género: histórico.

Finlandia, 2015.

Duración: 106 minutos.

A la interpretación de Malin Buska, actriz que encarna a la reina Cristina en la película que el finlandés Mika Kaurismäki ha dedicado a tan inagotable personaje, nadie podrá tildarla de camp, pese a que Reina Cristina contenga algo tan potencialmente explosivo como una escena lésbica sobre un grimorio. La suya es una interpretación orgánica y matizada, que logra conciliar una suerte de lúdico entusiasmo juvenil, pegado a su voracidad de cultura, arte y progreso, con la torturada determinación de quien lucha por afirmar su identidad y su diferencia en la tierra hostil de la razón de estado. En el fondo, Mamoulian y Kaurismäki comparten tema rector —la tensión entre esa razón de estado y la libertad personal—, pero el finlandés y su guionista, el dramaturgo canadiense Michel Marc Bouchard, optan por resolver el enigma de la sexualidad de la reina virgen apostando por su relación con su dama de compañía, la condesa Ebba Sparre. El punto débil de la película es la distancia entre los modos de Mamoulian y un Kaurismäki que se diría el reverso oscuro de su hermano al vaciar la puesta en escena de toda identidad.

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