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CAFÉ PEREC
Columna
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Noticias de Pitol

‘El viaje’ narra una incursión en Rusia y Georgia que el escritor realizó hace treinta años

Enrique Vila-Matas

No sé cuándo las escribió ni en qué libro, pero hay unas palabras de Sergio Pitol que, por haberlas encontrado perdidas y olvidadas en un cuaderno de notas, me han llamado la atención: “Un novelista es alguien que oye voces a través de las voces (...) Con ellas va trazando el mapa de su vida. Sabe que cuando ya no pueda hacerlo le llegará la muerte, no la definitiva, sino la muerte en vida, la hibernación, la parálisis, lo que es infinitamente peor”.

En estas “líneas de sombra” hoy nos parece ver que el escritor presintió problemas que tendría que salvar en el futuro, pues Pitol ha enfrentado en los últimos años un problema de lenguaje, de comunicación verbal, aunque ha construido un feliz sistema de señales que le permite relacionarse con precisión con amigos y colaboradores.

Al hablar de voces, aquellas líneas de sombra parecen abrir hoy la puerta al trazo de una escritura vital, construida también de oídas y a través de lecturas que pasarían también por la de su propia escritura. Porque la noticia desde Xalapa, que nos llega de la mano del novelista Vicente Alfonso que le ha visitado en la casa de la calle Pino Suárez, indica que, a la pregunta de si está trabajando en algún proyecto, Pitol señala una obra suya que descansa sobre la mesa: El viaje. Recién traducida al inglés por la editorial Deep Vellum —prólogo de Álvaro Enrigue—, la novela narra una excéntrica incursión en Rusia y Georgia que el escritor llevó a cabo hace treinta años exactos. Pitol la está ahora releyendo. Y se sabe que, cuando se cansa de leer, alguien continúa la lectura en voz alta, lo que le permite seguir trazando el mapa de su vida.

Otra noticia: este primero de mayo, Sergio Pitol recibió en su casa de Xalapa, el Alfonso Reyes, premio internacional que lleva el nombre de un autor con el que se ha sentido siempre en deuda: “Debo a nuestro gran escritor y a los varios años de tenaz lectura de su obra la pasión por el lenguaje; admiro su secreta y serena originalidad, su infinita capacidad combinatoria”.

Tal vez por esto, a partir de un cierto momento, el narrador de las historias de Pitol pasó a ser también un ensayista de la estirpe de Reyes, su maestro. Porque esa voz en primera persona que nos habla en El arte de la fuga ya estaba, muchos años antes, en Nocturno de Bujara, una de las piezas clave de su obra, narración en la que alguien trataba de recordar lo que había ocurrido en la noche anterior, pero observaba que se le escapaba algo esencial que no lograba evocar mientras que en cambio recordaba detalles insignificantes.

Nocturno de Bujara, escrito en noviembre de 1980, se preguntaba qué queda de lo real en toda tentativa de recuento y a la vez parecía preguntar si escribir ficción no será como recordar algo que no ha sucedido y de lo que, por si no fuera poco, retenemos tan sólo fragmentos. En aquellos años, Pitol reavivó la figura del lector activo, de la que se empezaba a perder el rastro. Y hoy vemos que las huellas de ese lector llegan intactas hasta las mismas puertas de su casa de Xalapa.

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