Orejas que no ocultan un petardo
Castella y López Simón convirtieron el mano a mano en una pantomima torista
López Simón cortó dos orejas, pero su triunfo no puede ocultar el sonoro petardo que él y su compañero Sebastián Castella protagonizaron en un cacareado mano a mano que fue una pantomima, un fraude, un petardo. El público —¡ay, el público de Sevilla!— está en su derecho de pedir el cielo, si así lo estima, pero el valor y la disposición del torero madrileño no pueden ensombrecer el engaño perpetrado.
Se corrió la voz de que el mano a mano de los dos triunfadores de la temporada traía la emoción asegurada. Pero, para empezar, una sorpresa poco agradable: la plaza solo se llenó en casi sus tres cuartas partes, asunto que debiera servir de reflexión para los taurinos.
Acertaron los que se quedaron en casa. La salida de los tres primeros fue una broma de mal gusto, toretes que en cualquier otra plaza de primera no pasan ni como novillos, sin hechuras de toro y sin cara. Y algo peor: inválidos, noqueados, amorfos y tullidos. Mejoró el cuarto por presentación y juego, con movilidad encastada en el tercio final. Y volvieron a las andadas los dos últimos, tan mansos como los demás y ayunos de fortaleza y bravura.
Así no deben venir a Sevilla dos toreros de la categoría de Castella, una figura contrastada, y López Simón, un joven que quiere comerse el mundo. Porque, ayer, ambos pusieron un grano de arena más para que esta fiesta desaparezca sin la colaboración de sus enemigos, porque ambos demostraron que veteranos y jóvenes están escasos de responsabilidad con este espectáculo, y porque Castella y Simón convirtieron a la tauromaquia es una ordinariez.
EL PILAR / CASTELLA Y LÓPEZ SIMÓN
Toros de El Pilar-Moisés Fraile, mal presentados, anovillados los tres primeros, mansos, inválidos y nobles; destacó por su movilidad el cuarto.
Sebastián Castella: pinchazo, estocada trasera, un descabello (aviso) un descabello y el toro se echa (silencio); casi entera caída (silencio); pinchazo y casi entera (silencio).
Alberto López Simón: estocada, un descabello y el toro se echa (silencio); estocada (oreja); estocada (aviso antes de entrar a matar y oreja).
Plaza de la Maestranza. Quinta corrida de feria, 7 de abril. Tres cuartos de entrada.
Porque una ordinariez indecente es que un toro doble las manos en cuanto sale al ruedo, no aguante un picotazo en el caballo y llegue a la muleta sin vida, con andares enfermizos y urgentes deseos de morirse. Pero, eso sí, todos de santa condición y de almibarado comportamiento, motivo único por el que las dos figuras los han elegido.
A Sevilla hay que venir con toros de verdad y todo lo demás es un cuento. A Sevilla hay que venir a demostrar que esta fiesta tiene sentido en pleno siglo XXI por la pervivencia de un animal poderoso, bravo y encastado con el que es posible crear una obra de arte.Ayer, ni toros, ni arte. Solo podredumbre.
Sebastián Castella pagó su pecado con la penitencia del silencio. Sus tres novilletes no le permitieron torear, sino jugar, todo lo más, al toro en un entrenamiento con público. Fueron muchos los pases, pero nada de que lo hizo tuvo interés. El tercero se echó dos veces en el albero antes de que entrara a matar. Un inválido total fue su primero; un juguete, el segundo, y sin empuje y a la defensiva el tercero. Ni se despeinó Castella, ni se manchó el traje.
López Simón elaboró un sucedáneo de faena ante su pegajoso primero y cortó la oreja del cuarto, el mejor de la tarde, con dos tandas de naturales largos y hondos al final de un interminable trasteo. Hasta entonces, su labor fue destemplada y con poco mando. Y en el sexto, también al final, hilvanó dos tandas de derechazos en un arrimón ante un toro amuermado. Y gran parte del público creyó estar viendo una obra de arte. Hasta la música se animó a tocar cuando iniciaba la séptima tanda en un alarde de preocupante insensibilidad.
Una tarde más estuvieron muy bien los hombres de plata, en especial, la cuadrilla de López Simón. Todos ellos saludaron tras parear con torería: Domingo Siro, sobresaliente, también, con el capote; Miguel Ángel Sánchez, Vicente Osuna y el tercero del equipo, Jesús Arruga, que se desmonteró tres veces con toda justicia. También destacó su compañero José Chacón con las banderillas y en la lidia.
En fin, que si se exceptúan estos detalles de excelsa torería, la tarde fue de una apabullante mediocridad. Las orejas que paseó López Simón no pueden ocultar en modo alguno su protagonismo en un desaguisado que no merece esta fiesta.
Se dice, y con toda razón, que en estos momentos de zozobra es cuando la tauromaquia necesita autenticidad, honradez, integridad y sentido de la responsabilidad. Por lo que se ve cada tarde, ni las figuras, ni los ganaderos ni los empresarios han entendido todavía la película. Cuando la fiesta desaparezca, que a este paso no será muy tarde, llegarán el lamento y las lágrimas. Pero entonces nada tendrá ya remedio.
Próxima corrida: sexta corrida de feria. 8 de abril. Toros de Victoriano del Río, para Morante de la Puebla, El Juli y Miguel Ángel Perera.
Babelia
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