La historia del toro podrido y el torero pesado
Tres toreros modestos y valientes se estrellaron con una corrida imposible en una tarde lluviosa y gris
Había llovido y venteado durante todo el día y una espesa cortina de agua caía con fuerza sobre el albero de la Maestranza en el momento del paseíllo, pero el presidente aceptó acertadamente el criterio unánime de los toreros de que se celebrara el festejo. En ello les iba la vida —la cita más importante del año— y no era cuestión de desaprovecharla por unas gotas molestas.
Lo que no sabían Esaú, Saúl y Borja —o no querían saber— es que en los chiqueros les aguardaban toros que, con casi toda seguridad, saldrían dispuestos a amargarles la existencia.
Y así fue. La corrida de los hermanos Tornay fue imposible; no es que los toros fueran mansos o blandos: estaban podridos y solo tenían apariencia de su especie por el color negro y los astifinos pitones. Por lo demás, un producto de desecho, animales sin clase, ni acometividad, ni fijeza, con la cara por las nubes, sin recorrido, de embestida forzada, descompuesta y destemplada. Ninguno colaboró en ningún tercio de la lidia. Toda su actuación fue desabrida e infame. En fin, un regalo envuelto fraudulentamente en papel de Feria de Abril para tres toreros modestos que buscan la gloria y se las vieron con un pasaporte para el olvido.
Tornay/Fernández, Fortes, Jiménez
Toros de Manuel y Antonio Tornay, correctos de presentación, astifinos, mansos, descastados, deslucidos y sin clase alguna.
Esaú Fernández: casi entera y un descabello (ovación); estocada (silencio).
Jiménez Fortes: media caída y cuatro descabellos (silencio); casi entera (ovación).
Borja Jiménez: pinchazo y estocada (silencio); dos pinchazos (aviso)
y bajonazo (silencio).
Plaza de la Maestranza. Segunda corrida de feria, 4 de abril. Menos
de media entrada.
Misterio grande es por qué se anuncia en este abono una corrida de los Hermanos Tornay. Pero si alguien le preguntara al empresario, su respuesta es conocida: “Así ha nacido el niño [el abono]”, que fue lo que dijo cuando en la presentación de los carteles se le requirió transparencia.
Pero después hay otro secreto indescifrable. ¿Por qué los toreros de ahora se parecen unos a otros como gotas de agua? ¿Por qué carecen de un distintivo personal? ¿Por qué, además, son tan pesados en la cara del toro?
Esta del toreo es un actividad para hambrientos o elegidos por una mano extraña. Ninguno de los tres da la impresión de pasar hambre, pero ¿son elegidos? Eso deberán demostrarlo.
Delante de esos toros imposibles hacen lo mismo, se colocan igual, carecen de imaginación, son conformistas y aburren al paciente personal con faenas insulsas y largas hasta la extenuación. Parece que se les desordena la cabeza, se les nubla la vista e insisten una y otra vez mientras arrecian las voces para que pase cuanto antes el cáliz de la pesadez insoportable de un señor delante de un animal cadavérico.
Ni Fernández, ni Jiménez ni su homónimo (mucho nombre, pero poco apellido) pudieron brillar. Bueno, Fortes, que es el primer Jiménez, dibujó una media de categoría y destacó en unas ceñidas gaoneras en los dos toros de Esaú; en los suyos, derrochó voluntad, valentía y bastante pesadez.
Fernández recibió a su primero de rodillas en los medios con una larga cambiada en la que vio de cerca los pitones afilados de su oponente. La faena de muleta la cimentó en la mano zurda y algún natural airoso se le vio. En el otro, lo intento, pero nada. Y Borja derrocha ilusión juvenil, lo intentó, se arrimó y, como sus compañeros, no encontró hasta muy tarde la manera de poner fin al suplicio.
La corrida de hoy. Tercera de feria. Martes, 5 de abril. Toros de Torrestrella, para Miguel Ángel Delgado, Pepe Moral y Javier Jiménez.
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