Comprando futuros, por caridad
Jesús Campos crea una expresiva alegoría de la burbuja inmobiliaria y crediticia de principios del siglo XXI
…Y LA CASA CRECÍA
Autor y director: Jesús Campos García.
Intérpretes: Juan Carlos Talavera, Ana Cerdeiriña, Ana Marzoa.
Madrid. Teatro María Guerrero, hasta el 10 de abril.
“No doy crédito”, cavila hoy cualquier abuelo al ver que sus nietos se hipotecan a 35 años para comprar un piso equivalente al que él pagó en la década de los setenta con dos años de su salario de obrero. En …y la casa crecía, Jesús Campos crea una expresiva alegoría de la burbuja inmobiliaria y crediticia de principios del siglo XXI (y de la expansión desordenada del sistema financiero), a través de una mansión cuyas habitaciones y enseres se van multiplicando hasta obligar a sus inquilinos a consagrarse a mantenerla limpia y en orden.
Con pinceladas de la paleta humorística de Miguel Mihura, situaciones tomadas de Jardiel Poncela en franco homenaje y un final sorpresivo en delirante crescendo, inspirado en el teatro sacramental (y en las atmósferas del de Francisco Nieva), Jesús Campos habla, siempre en clave alegórico-cómica, sobre el funcionamiento de los mercados regulados, la desigualdad en el acceso a la información económica relevante en tiempo real y la pervivencia de la lucha de clases.
Un espectáculo ameno y desigual, en parte porque no acaban de establecerse con la diafanidad necesaria los pares de cada analogía. Si la casa creciente representa la greenspaniana exuberancia de los mercados, ¿qué simboliza cada uno de los personajes? Chispeante, la interpretación de la actriz Ana Marzoa, y en clave codornicesca, la de Juan Carlos Talavera. Marilyn Torres, radiante.
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