“No disfruté del éxito por las malas críticas”
Phil Collins reedita ocho discos, entre ellos, ‘Both Sides’ y ‘Face Valeu’
El gafado con suerte, ese es Phil Collins (Chiswick, Reino Unido, 1951). La conciencia colectiva del rock valora a los primeros Genesis, antes de que Collins, su frondoso batería, sustituyese al carismático vocalista Peter Gabriel. Contra todo augurio, aquel apaño sobredimensionará el perfil comercial de la banda, que del rock progresivo asciende al pop mayoritario.
Algo parecido ocurrió tras su primer divorcio. Se puso a componer canciones y, no solo descubrió una habilidad desconocida, publicó a su nombre el exitoso Face Value (1981). El reclamo era por supuesto la ubicua In the Air Tonight, canción de engañoso tono minimalista que conectó con los sonidos de la época. Se antojará odiosa, pero nos transporta a un tiempo y un lugar precisos cuando propuestas más innovadoras se han olvidado. “Sigue sonando moderna”, dice Collins vía telefónica, inmerso en la promoción de una campaña de reediciones en la que se ha involucrado plenamente. “Es una de esas piezas musicales sin fecha, nacida de los juguetes del momento. Fue como todo lo demás, un golpe de suerte. Estaba jugando con una caja de ritmos y di con un patrón interesante. Luego, tonteando con el sintetizador que tenía en casa, surgió la melodía. Y, al ponerme a cantar, apareció la letra espontáneamente”.
Collins quería distanciarse de la densidad musical de Genesis, primando la voz sobre la instrumentación, un sonido espacioso y a la vez claustrofóbico. Si en la banda madre su papel se limitaba a contribuir con suntuosos arreglos, en Face Value se lanza en solitario animado por Ahmet Ertegun, fundador de la discográfica Atlantic. El motivo de la inesperada racha compositiva es lanzar mensajes a su ex esposa. “Es un disco autobiográfico, con letras muy intensas”, reconoce.
Siendo los baterías el hazmerreir del gremio, sorprende que Collins se mantuviese tanto tiempo anclado en su ostentosa maquinaria rítmica, donde patentó un estilo percusivo grandilocuente pero efectivo. “Mi habilidad era otra; era más músico que escritor”, explica. “Veía el modo en que podían tocarse las canciones de los otros, ese era mi papel en Genesis. Peter Gabriel, Mike Rutheford y Tony Phillips, y en menor medida Steve Hackett, componían. Yo no”.
Aquello cambió de un día para otro al copar el álbum la lista de ventas. Face Value es, junto a Both Sides (1993), el disparo de salida de una campaña que en los próximos meses restaurará su discografía, añadiendo tomas en vivo para mostrar el desarrollo posterior de las canciones. “En el caso de Both Sides,esa evolución es importante”, destaca Collins. “Lo grabé yo solo y, al ser interpretado en vivo con banda, adquiría una nueva vida”. Las portadas han sido ingeniosamente remozadas, sustituyendo las imágenes faciales de las originales por fotos actuales. “No soy vanidoso”, confiesa. “No me importa envejecer”.
Sí, en cambio, reaccionó belicoso a la maldición crítica que cayó sobre él. La laboriosidad con que, aquel tipo que parecía un operario más que una estrella, intentaba vender millones de discos a una masa plebeya le convirtió en cabeza de turco para elitistas. “Debería haber disfrutado del éxito en vez de preocuparme por las malas críticas”, se lamenta. “He mejorado en eso, acepto que no todas serán buenas, pero entonces era joven, menos sabio. Considero Both Sides mi disco más infravalorado, pero vendió millones. Debo asumirlo así”.
Sus detractores tenían una nueva evidencia en el tema Both Sides of the Story, donde se unía al sospechoso compromiso social de la era Live Aid. “Ocurre que no se valora la perspectiva más simple, y yo veo las cosas de modo simple y directo. El público piensa en términos similares. Me inspiré en la película Grand Canyon, la idea de que los jóvenes negros llevan armas porque es el único modo en que se les presta atención. Trata diversos conflictos, un matrimonio que se rompe, el problema en Irlanda del Norte, y la necesidad de conocer ambas versiones del asunto. Es todavía relevante, lo vemos en las guerras por causas religiosas. No hay nada más estúpido”.
Collins es pieza codiciada por la prensa rosa. En 2008 se divorcia de su tercera esposa y desembolsa 32 millones de euros. Tras superar una depresión regada con alcohol, recientemente se han reconciliado. Y, en 2009, a causa de unas vértebras dislocadas, tiene que abandonar la batería. También esta desgracia parece aliviada tras una serie de operaciones que han mejorado el funcionamiento de brazos y manos. Pero hay algo que difícilmente superará en vida, su rol de paria cultural.
¿Es justificado ese trato por representar al baladista multimillonario que ni siquiera es guapo? Ser el segundo batería más rico del mundo, después de Ringo Starr, debe ayudar a sobrellevarlo. Él ha aprendido a tomárselo con filosofía. “Trato de absorber esos ataques y no preocuparme”, balbucea incómodo. “A la gente le gustan mis canciones, eso es lo único importante”.
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