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ARCO 2016

La comedia Divino-Dadá

Con los dadaístas, el arte se aligera de su corona para abrir a ras de suelo una vía inédita e inacabada

Si repetidamente recordamos que Picasso fue un genio no es solo por sus logros estéticos y su capacidad para reinventar la pintura, sino porque supo descubrir, en una tradición que todavía no había sido corrompida por la filosofía, que el arte era una herramienta de poder. Con los dadaístas, el arte se aligera de su corona para abrir a ras de suelo una vía inédita e inacabada, más allá de consideraciones sobre el gusto o la belleza. A partir de esta idea, César Aira ensaya su feliz argumento, que ofrece a los modernos hijos de Platón y otros “enemigos furiosos” del arte actual. “Sobre el arte contemporáneo”, supone una vuelta más al concepto de “aura” benjaminiano hecha con una mirada desacomplejada que observa desde el magisterio literario los límites entre obra de arte y objetos reales. El escritor argentino cree que en la estela de institucionalización desenfrenada del arte actual, la literatura exige la misma clase de legitimación. Sí, es cierto que el creador de la fuente-urinario tuvo la culpa, pero también Henry James, Freud, Kafka y Joyce mancharon sus manos de sangre. Incluso hoy podemos afirmar, a la manera que lo decimos de Picasso, que “Duchamp ya lo hizo”. Fin de la angustia de la influencia.

Para entender aquel punto de inflexión en la historia del arte, conviene remontarse al manantial que fue 1916, año inaugural del viaje por “Dadá. El cambio radical del siglo XX”, que el historiador y profesor de inglés de la Universidad de Giorgia, Jed Rasula, emprende desde los cabarets de Suiza a los cafés de París, las ferias de arte de Berlín y las galerías de Nueva York. Dadá no se distinguió del cine, el vodevil o la cultura popular; sus artistas cenaban en casa de Charlie Chaplin y los hermanos Marx, proveían de imágenes al cómic de masas y a la publicidad del estilo americano.

De los dadaístas siempre pensamos en sus intenciones artísticas sin reparar en que con las mujeres se comportaron como vulgares machos. El título de la versión inglesa del libro, “La destrucción fue mi Beatriz”, acaba siendo lo más divertido y dantesco de este ensayo. Sugiere que aquel grupito de ácratas radicales no aceptaron en sus filas a las mujeres si éstas no eran capaces de comportarse como musas. Sólo hubo una excepción, la “dadásofa” Hannah Höch. Rasula también revela el ascendente que Dadá tuvo en el jazz y sostiene que el actual sistema artístico, acostumbrado a succionar y triturar todos los “ismos”, no ha podido ni podrá con esta vanguardia, la única capaz de escapar a la línea zombie de la mercantilización. Estará por ver.

Y de aquellos polvos estos lodos. En “El arte expandido”, el siempre sagaz historiador piamontés Mario Perniola analiza la esfera actual a partir de dos eventos internacionales: la bienal de Venecia de 2013, firmada por Massimiliano Gioni, y la última, de 2015, que dirigió Okwui Enwezor. Su diagnóstico es bipolar: o bien el arte se mueve en el ámbito alternativo –que él denomina “el giro fringe”- donde cualquier “artículo” puede ser catalogado como arte, o está absolutamente profesionalizado. La bienal de Enwezor respondería calculadamente a la pregunta con que nos devanamos los sesos desde hace décadas. ¿Quién es artista? La práctica del comisario nigeriano sugiere que el artista es el que ha cursado estudios homologados en escuelas, academias y universidades, ha obtenido reconocimiento mundial y ha conseguido colocar sus obras en prestigiosas galerías y colecciones. En suma, una persona culta, emprendedora y, a poder ser, de izquierdas. En muchos casos también es un crítico, comisario, arquitecto, director de museo e incluso propietario de una galería. Una acumulación de tareas que contradice la especialización académica. Hasta aquí hemos llegado.

Sobre el arte contemporáneo. César Aira. Literatura Random House. Barcelona. 2016. 104 págs.

Dadá. El cambio radical del siglo XX. Jed Rasula. de. Anagrama. Barcelona. 2016. 455 págs.

El arte expandido. Mario Perniola. Casimiro Libros. Madrid 2016. 108 págs.

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