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érase una vez una canción
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Antonio Vega, cruzando el universo

Vega fue un letrista brillante que dejó una hilera de canciones tan bellas como 'Una décima de segundo'

Antonio Vega, en la puerta del bar Penta, en 1998.
Antonio Vega, en la puerta del bar Penta, en 1998.Francis Tsang

A muchos les sorprende que Chica de ayer, considerado por muchos el himno pop de los 80, lo escribiese un joven de 19 años mientras hacía el servicio militar. ¿Acaso la experiencia, la madurez y la creatividad no alcanzan el punto álgido cuando se acumula una trayectoria de años, canciones y discos? A veces la magia se esconde en el comienzo, en los primeros versos que uno escribe para transmitir con letras lo que no es capaz de decir con palabras. Probablemente ahí se encuentre parte del encanto de Chica de ayer, pero el resto es obra de la sensibilidad de un compositor único: Antonio Vega. Un letrista brillante que dejó una hilera de canciones tan bellas como la posterior Una décima de segundo.

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En 1984 cientos de grupos se peleaban por atrincherarse entre emisoras y escenarios, pero solo unos pocos conseguían carreras sólidas. Radio Futura publicaba Escuela de calor, Mecano editaba Hawaii Bombay, y Nacha Pop se desmarcaba con el epé homónimo que contenía la canción que nos ocupa, Una décima de segundo. En plena era postpunk, mientras unos se pintaban el pelo de colores y otros eran políticamente incorrectos para llamar la atención, Antonio Vega dedicó largas horas a redondear una letra en la que reflejaba su fascinación por la física, las matemáticas y el cosmos. Tres campos que siempre le interesaron, tanto que llegó a matricularse en la Escuela de Físicas y se preparó para el examen de la Escuela Nacional de Aeronáutica, pero abandonó los estudios por la música y utilizó las canciones para viajar a esos espacios que tanto le fascinaban. Como cantaron los Beatles, cruzando el universo.

Convencido de que todo era susceptible de ser interpretado musicalmente, dedicó la letra de Una décima de segundo a hablar de la ciencia, el espacio, lo tangible e intangible y hasta las matemáticas cartesianas: “Y es que no hay nada mejor que imaginar, la física es un placer. / Es que no hay nada mejor que formular, escuchar y oir a la vez. / Mide el ángulo formado por ti y por mí / es la solución a algo muy común aquí. / Ahora tú no dejes de hablar / somos coordenadas de un par / incógnita que aún falta por despejar”. Una letra de altura que su compositor definió como el “primer escarceo que hice en mi vida, mientras yo estudiaba, y la mejor manera que encontré de decir algo así como: “Ni un millón de años me harán olvidar, aquella décima de segundo en la que olvidé un millón de años”. Con palabras aparentemente frías -ángulos, coordenadas, girar, eje, rodando, trayectoria, formular, incógnitas, despejar, solución, fórmula, círculos…- construyó imágenes absolutamente poéticas.

La canción dio título a un epé que grabaron con el productor Peter McNamee, en el que incluyeron dos versiones del mismo tema: la primera, arrancando a guitarra y voz y seguida por el resto de instrumentos, con una poderosa batería. Un tratamiento rockero muy habitual en los Nacha Pop de la época, aunque sus canciones siempre eran difíciles de sacar, como señaló el compositor Nacho Béjar, que trabajó en muchas ocasiones con Antonio: “Era un tema impenetrable, porque el primer acorde era una cosa demencial para aquel tiempo. Es de una complejidad tremenda”. Pero había otra lectura de la canción cerrando aquel trabajo, una versión delicadísima, grabada a piano y voz con el músico Teo Cardalda en una grabación totalmente improvisada. Así lo contaba el propio Antonio en el libro “Mis cuatro estaciones” de Bosco Ussía: “Yo había escrito el tema para banda, y no existía versión alguna de piano. Había invitado a Teo a que metiera los teclados, y en un descanso se fue al estudio, se sentó al piano y empezó a tocar la canción para recordar los acordes, y buscando una sucesión adecuada, empezó a ralentizar la canción. Me sorprendió y me enganché a él en las primeras palabras”.

Fascinado por ese tempo lento, Teo y Antonio abordaron la canción dejándose llevar: “Ni siquiera fue una historia de “vamos a improvisar”, no, no, fue algo que se dio escrito en el aire, en el viento”. Al otro lado de la pecera y sin avisar, McNamee registró el duende del momento. Muchos la han llevado después al estudio o al directo (Luz Casal, Enrique Bunbury, Iván Ferreiro…), deseosos de reinterpretar la lucidez del genio de los contrastes: “Soy un individuo tan oscuro como brillante y tan sombrío como soleado”, dijo Vega una vez. Entre un mundo y el otro nadie igualó la belleza, sensibilidad y delicadeza de sus letras.

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