30 años de cine homosexual
30 años de premios Teddy en la Berlinale para recompensar al cine gay y lésbico
Los ultraconservadores les ladraron quedarse afónicos, pero nadie les negará que tenían un olfato bastante atinado. En la primera edición de los premios Teddy, creados en la Berlinale en 1987 para recompensar al cine gay y lésbico, sus responsables premiaron a dos jóvenes directores, aún desconocidos en el plano internacional: Pedro Almodóvar, por La ley del deseo, y Gus Van Sant, por dos de sus cortometrajes, estrenados en Berlín poco antes del estreno de su debut en el largo, Mala Noche. “Salí a la calle, compré dos ositos de peluche [el símbolo de la ciudad de Berlín, presente en su bandera] en la tienda de enfrente y se los mandé por correo”, recuerda el programador de Panorama y cofundador de los premios, Wieland Speck.
Así nació el primer galardón destinado a reconocer las películas de temática o sensibilidad LGBT (lésbico, gay, bisexual y transgénero) dentro de un gran festival de cine. Con el paso del tiempo, la etiqueta se transformó en LGBTIQ, incluyendo también a intersexuales y questioning, categoría que define a quienes se interrogan sobre su identidad sexual o de género. “Nuestro objetivo consistió en acercar esas películas, que seguían estando marginadas y solo interesaban a una pequeña minoría, a un público general”, afirma Speck. La labor llevó su tiempo. “Desde el principio supimos que nos haría falta mucha perseverancia. Necesitamos diez años para que los propios directores de cine gay y lésbico nos tomaran en serio. Y otros diez hasta que los medios generalistas empezaron a hablar del Teddy. Desde mediados de la década pasada, todo va mucho mejor. El éxito del proyecto pasaba por conquistar esa visibilidad”, añade.
Desde 1977, San Francisco celebraba el festival Frameline, primer certamen dedicado al cine queer, pero los mayores certámenes del mundo permanecían impermeables al fenómeno, en plena expansión dentro del cine independiente de los ochenta. Treinta años después, los Teddy se han convertido en un premio de referencia en el circuito del cine de temática homosexual y transgénero. Su ceremonia de premios, celebrada anoche en la Ópera Cómica de Berlín –ganó la película austriaca Kater–, incluso se trasmite en directo en la televisión alemana.
En los treinta años que sucedieron a aquella primera edición, los Teddy han premiado a cineastas como Derek Jarman (The Last of England, con un premio especial para la entonces desconocida Tilda Swinton), Todd Haynes (Poison), Rose Troche (Go Fish), Lukas Moodysson (Fucking Åmal), François Ozon (Gotas de agua sobre piedras calientes), James Cameron Mitchell (Hedwig and the angry inch), Lisa Cholodenko (Los chicos están bien) o Ira Sachs (Keep the lights on). Todos ellos se han convertido en reconocidos directores, que a veces incluso trabajan para los estudios y son aplaudidos por el establishment: Haynes acaba de estrenar Carol, nominada a varios Oscars, y Cholodenko ganó ocho Emmy por la serie Olive Kitteridge en 2015.
La cronología no engaña. El reconocimiento de ese cine fue en paralelo a la aceptación y las conquistas sociales de estos colectivos en la mayoría de sociedades occidentales. “El cine es un reflejo infalible. Las películas son testimonios del estado de la emancipación de las culturas queer en cada país. Por ejemplo, nos llegan cada vez más películas de lugares como Chile o Corea del Sur, lo que hubiera sido imposible hace solo algunos años”, señala Speck. “Es un buen indicador de una evolución a mejor, pese a que en otros lugares del mapa se estén dando pasos hacia atrás, incluido Occidente. De hecho, no hay que ser excesivamente optimistas: la discriminación de la población no heterosexual sigue estando muy arraigada en nuestras sociedades. En Alemania, el matrimonio homosexual todavía es ilegal y nunca se ha reconocido que la población homosexual fue encarcelada hasta 1969, mucho después del final del régimen nazi”, matiza el programador.
Speck conquistó sus primeros 15 minutos de fama con Westler, un largometraje abiertamente gay que rodó para intentar sacar a su novio de la RDA socialista. “Vivía en el Este de Berlín y era imposible hacerle pasar al Oeste. Tuve la idea de hacerle protagonizar una película obscena, para que le declararan persona non grata en la RDA y le expulsaran de su territorio”, relata. ¿Le salió bien la jugada? “Al final, le acabaron echando antes de rodarla. La policía secreta estaba desbordada y decidieron expulsar a todos los artistas que les hacían la vida imposible por sus comportamientos repulsivos”, sonríe.
A día de hoy, el Teddy sigue siendo el único premio destinado al cine de temática LGBT que forma parte oficialmente de un festival de categoría A (de la que forman parte Cannes, Venecia, Locarno, San Sebastián, Mar del Plata o Karlovy Vary). Donostia creó en 2000 el premio Sebastiane, pero lo concede un jurado independiente al certamen. También Venecia creó el Queer Lion en 2007 y Cannes se sumó en 2010 con la Queer Palm, pero ambos galardones siguen sin formar parte del reparto oficial de premios.
Para celebrar sus 30 años de vida, los Teddy han programado un ciclo especial de 17 películas que compitieron por el premio, entre las que figura Tras el cristal de Agustí Villaronga. Además, ha conmemorado la efeméride con la restauración de la primera película gay conocida hasta la fecha, Anders als die Andern (Diferente a los otros), rodada en la Alemania de 1919, en los albores de la República de Weimar, por el cineasta austriaco Richard Oswald.
Babelia
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