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CRÍTICA / LIBROS

Hablar después de morir

Raúl Argemí escribe novelas de varias caras, como sus personajes. 'A tumba abierta' es una novela negra que rompe las costumbres del género

El juego es éste: en la sucursal bonaerense de un banco suizo los últimos miembros de una organización clandestina depositan 250.000 dólares, fruto de asaltos con fines humanitarios a la propiedad privada. Estamos todavía en los años setenta del pasado siglo, días de dictadura, y morirán o desaparecerán casi todos los titulares de la cuenta conjunta. Disponer del dinero es fácil: basta con que un único superviviente lo reclame. Raúl Argemí (Buenos Aires, 1946) monta A tumba abierta sobre esa invitación a la matanza mutua entre viejos camaradas que tuvieron la suerte necesaria para salir vivos de la carnicería policiaco-militar. El héroe de la aventura habla en primera persona, criatura de varios nombres, todos falsos, incluso el verdadero, convertido en mentira bajo tanta máscara.

En las mejores historias de Raúl Argemí siempre actúan personalidades robadas, cambiadas o inventadas. Pero al héroe de A tumba abierta, quizá beneficiario final de la cuenta maldita, sus tres identidades no lo salvan de que lo localicen en España, a través de Facebook y al cabo de más de tres décadas, otros posibles interesados en los dólares: las redes sociales prestan excelentes servicios policiales. Es el momento de volver al pasado y a Buenos Aires, buscar y engrasar la pistola, y abrir armarios de los que saldrán explosivos y momias torturadas. No se puede decir que la reacción del héroe sea desproporcionada: “Un animal que renacía en mí luego de años de dormir la siesta, quería un muerto”. Tendrá varios.

Raúl Argemí escribe novelas de varias caras, como sus personajes. A tumba abierta es una novela negra descentrada, en el sentido de que, rompiendo las costumbres del género, la intriga criminal cede el centro al propio gusto de contar historias, entre la memoria del tiempo ido y la ratonera mortal del presente. El núcleo es ese narrador sin futuro y envenenado de pasado, desde los días en que mató a su mujer jugando con un revólver. Treinta años de victoria y derrota en España se le fueron como un solo día en el que nada pasó, según el protagonista, pero ocupan muchas páginas, incrustadas de opiniones ásperas de “un argentino cabreado” capaz de comerse un sapo vivo. No hay crímenes en el tramo español, pero sí piezas de pura negrura literario-cinematográfica: amores tarados de canción arrabalera y una triste mujer fatal, “la bella y la bestia en una sola persona”. Tumba abierta es como su héroe: desquiciada, lista, sentimental, irritante alguna vez y con sentido del humor. Repóquer.

A tumba abierta. Raúl Argemí. Navona Negra. Barcelona, 2015. 356 páginas

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