La grosera invasión del materialismo
Willa Cather ofrece una reflexión de la más alta calidad literaria sobre el sentido de la vida en 'La casa del profesor', un libro de 1925 sobre la decadencia social de los grandes ideales
En 1923 Willa Cather publica Una dama extraviada (editorial Alba) y en 1925 La casa del profesor; ambas, novelas cortas; en ambas, una Willa Cather en la cumbre de su arte narrativo. Antes de estas dos, en 1918, había publicado una obra maestra: Mi Ántonia (Alba); después de ellas aparecería, en 1927, La muerte llama al arzobispo (Cátedra), otra obra maestra. Estos cuatro títulos colocan a la señora Cather en lo más alto de la narrativa norteamericana del siglo XX.
No es casualidad que La casa… y Una dama… tengan un tema en común: la decadencia social de los nobles ideales. El drama vital del profesor St. Peter es que no soporta la grosera invasión del materialismo en la vida norteamericana. Ha publicado con éxito los cuatro primeros volúmenes de su obra magna, Aventureros españoles en Norteamérica, y su esposa le ha animado a comprar una casa nueva y adentrarse en el mundo del éxito y el dinero. Su hija mayor, Rosamond, ha contraído matrimonio con un animoso oportunista que se ha hecho rico al explotar la patente del trabajo de investigación de un alumno de St. Peter, Tom Outland. Tom fue acogido por la familia hasta su muerte en el frente en la I Guerra Mundial. La menor, Kitty, se ha casado a su vez con un hombre con talento al que el éxito le hace perder la exigencia intelectual.
St. Peter decide mantener la casa vieja y trabajar en ella, vacía, a despecho de las críticas, bienintencionadas o no, del resto de la familia. Una casa vieja, con su despacho en lo alto, que lo ha acogido durante toda su vida anterior. El símbolo de las casas es evidente: cada una representa un modo de ser y de vivir; St. Peter aprecia viejos valores: el coraje, la nobleza, la resistencia a la frustración, la generosidad…, que serán los que encuentre en Tom Outland; mientras, su familia se interna en el mundo del consumo y consiguiente mezquindad que proporciona el dinero.
La Historia de Tom Outland es una pieza autosuficiente insertada en la novela. Está relatada por el mismo Tom y ocupa una pequeña parte del total. Este total sucede en presente cuando Tom ya está muerto y su figura pertenece al pasado; pero Tom recorre toda la novela porque vive aún en la memoria de St. Peter en la medida que representaba los valores que él aprecia, valores tradicionalmente nobles que el materialismo imperante reduce a dinero y mezquindad. Lo mismo sucede con la decadencia de las nuevas generaciones genialmente mostrada en Una dama extraviada.
Pero la historia de Outland encierra el segundo simbolismo. Tom encuentra un asentamiento indio en lo alto de una montaña, en una cueva donde se levantó una ciudad que sigue impoluta, pero vacía. Fue inexplicablemente abandonada de la noche a la mañana y Tom, admirado, se instala allí con su amigo Rod y reconoce una civilización primitiva que le sobrecoge por su organización comunitaria. El simbolismo, que St. Peter capta, es el contraste entre una antigua civilización de alta calidad humana y el mundo deshumanizado del consumo y el beneficio ciego en el que se encuentran viviendo ahora. Cather cierra así el doble círculo de decadencia con una doble historia ejemplar en la que su penetrante mirada sobre la sociedad humana ofrece una reflexión de la más alta calidad literaria sobre el sentido de la vida.
La casa del profesor. Willa Cather. Traducción de Manuel Broncano. Cátedra / Letras Universales. Madrid, 2015. 296 páginas. 17 euros
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.