Pensiones de autor
La capacidad de un creador de asegurarse una pensión es más bien pobre debido a que sus ingresos suelen ser intermitentes
Al paso que vamos, lo mismo que existe el cine de autor o la cocina de autor vamos a tener que dar paso a las pensiones de autor, que se van a caracterizar sobre todo por su precariedad y por enviar a creadores en sazón al silencio o la semi indigencia. Lo cierto es que la capacidad de un escritor o artista de asegurarse una pensión es más bien pobre debido a que sus ingresos suelen ser intermitentes y, por lo general, le dan lo comido por lo servido. No creo que lleguen a la cincuentena los autores capaces de lograr solo con sus libros u obras unos ingresos lo suficientemente holgados como para asegurarse un pensión no máxima sino decente. Lo suyo es que, llegados a la tercera edad, acaben poco menos que pidiendo por las esquinas, como tanta gente.
A los gobiernos se les llena la boca a la hora de hablar de Cultura. A Miguel de Cervantes y Saavedra, que lo tuvieron como puta por rastrojo en su época, lo celebran, recelebran y recontracelebran mientras se pavonean de que fue el escritor que inventó la novela moderna y el creador de un icono mundial (otro maltratado como él): Alonso Quijano. Ahí sí que sueltan dinero para poder lucirse. Pero la cultura nacional es algo que se ha hecho entre mucha gente que se ha entregado a ello por devoción y vocación, hasta el punto que, al cumplirse los setenta años de su muerte, entregan al Estado, a la Nación, a sus compatriotas, la propiedad de sus obras para que se disfruten como dominio público. No sucede lo mismo con las herencias del resto de sus compatriotas, eso es sólo propio de artistas que realizan un trabajo intermitente y cobran intermitentemente por ello, ya que lo suyo no admite la producción en serie. Los muy ilusos pagan al Estado las cantidades que pueden para que este les proteja y dé cobijo en proporción a lo que han cotizado cuando ni siquiera esas percepciones intermitentes les permitan vivir decentemente. Y entonces el Estado dice: —Ah, ¿que usted, además, quiere percibir un dinero de apoyo ofertando su sabiduría? ¡Hasta ahí podíamos llegar, pensionista degenerado! ¿Se cree usted superior al resto de los mortales? <TB>
Pero, ¿por qué un ciudadano que ha cotizado a lo largo de cuarenta años para obtener una pensión no puede conseguirse unos ingresos extra cuando disfrute de la tal pensión? Si ha cotizado como debe, se ha ganado el derecho a tener una pensión y punto. Pues en España, al parecer, para un escritor es delito intentar vivir por encima de la pensión propia. Esto no sucede en la mayoría de los países de la Unión Europea a la cual pertenecemos. Porque en estos países, además de existir un respeto real por la cultura, una pensión es el resultado de una inversión garantizada por el Estado que se corresponde con un esfuerzo económico realizado durante muchos años por un ciudadano; y el derecho a percibir la pensión no puede estar al albur de que, pudiendo obtener legítimamente unos ingresos extraordinarios de apoyo, ello le merme aquello por lo que se ha cotizado. La pensión se la ha ganado y eso no hay quien se lo quite, tanto si sigue trabajando intermitentemente como si no. ¿Qué mal hacen? No quitan trabajo a nadie y aumentan los ingresos de Hacienda. Pero, además, es que esto debería valer para todos, artistas y ciudadanos en general. Como vale en la actualidad para todos aquellos pensionistas que por tener propiedades mobiliarias o inmobiliarias pueden disfrutar de los beneficios económicos que devenguen sin tope ni restricción alguna.
Prefiero no pensar que es una campaña que proviene de la necesidad de cubrir el dinero que el Gobierno ha arramblado de la caja de la Seguridad Social para tapar agujeros, pero no es novedad que en España el Poder considere a la Cultura como un enemigo; de esos ancestrales polvos vienen estos lodos. Los artistas son gente que, por temperamento, suelen ir con la intención por delante, a menudo con la verdad por delante, y al poder no le gusta que le metan el dedo en el ojo. Como no le gusta la gente estudiosa, porque se vuelve crítica. Eso sí: tiene un Ministerio de Cultura (que se ve que no se habla con el Ministerio de Empleo) del cual no se sabe bien cuál es su función, aparte de lucir el tipo en actos y reuniones o congresos. Y que conste que nadie está hablando de subvenciones, que tan dado es el tal Ministerio a conceder según los casos, sino del derecho a ganarse la vida honrada y dignamente.
Babelia
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