Giorgio Gomelsky, audaz cazador de talentos
Primer mánager de los Rolling Stones y de los Yarbirds de Eric Clapton, fundó el sello Marmalade y estuvo 60 años en la vanguardia musical
Giorgio Gomelsky, uno de los más activos cazatalentos del pasado siglo, murió el miércoles 13 de enero en Nueva York, víctima del cáncer de colon, con 81 años. Su naturaleza inquieta y su espíritu trashumante le llevaron a estar entre bambalinas en momentos decisivos de la música popular.
Hijo de un georgiano y una monegasca, Gomelsky vivió las conmociones de una Europa convulsa. Huyendo de Stalin, su familia recorrió Siria, Egipto e Italia, antes de instalarse en Suiza en plena guerra mundial.
En los años cincuenta, ya con pasaporte suizo, se instaló en Londres. Apasionado por el jazz, descubrió que en el Reino Unido era un mundo muy institucionalizado, donde no se toleraban las rupturas respecto a la línea dominante. Y Gomelsky simpatizó con los rebeldes, que en los primeros sesenta eran jovenzuelos que tocaban rhythm and blues.
Gestionó varios locales, entre ellos el Crawdaddy, en un hotel del barrio londinense de Richmond, donde comenzaron a hacerse un nombre los Rolling Stones. Allí llevó una noche a los Beatles, para que conocieran a los Stones. Y allí —una constante en su carrera— se los quitó de las manos un parlanchín aprendiz de mánager llamado Andrew Loog-Oldham. Con The Yardbirds aguantó más, quizás por el reto que suponía encarrilar a Eric Clapton, que detestaba el estrellato pop y se veía como un proselitista del blues eléctrico.
Consciente de tratar con un nuevo tipo de músico, que exigía libertad creativa, en 1966 fundó una agencia de contratación y el sello Marmalade, distribuido por Polydor, que gozó de tres años de esplendor. Allí grabaron Julie Driscoll (en solitario y con Brian Auger & the Trinity), The Blossom Toes, John McLaughlin (su primer álbum) y la veterana vocalista Ottilie Patterson, con la que hizo el extraordinario 3.000 years with Ottilie, adaptaciones de textos que iban desde la Biblia a Shakespeare.
Por su gusto particular, Gomelsky terminó trabajando con artistas de vanguardia que gozaban de mayor prestigio en la Europa continental: Soft Machine, Vangelis, Gong, los franceses Magma. Le ayudaba su cosmopolitismo y el celo de los visionarios que ponen los resultados creativos sobre los beneficios. Así, fue uno de los defensores de Plastic People of the Universe, la banda checoslovaca cuya represión inspiró a Václav Havel y otros disidentes.
Hacía 1978 Gomelsky se instaló en Nueva York. El plan original consistía en lanzar artistas europeos pero, inevitablemente, quedó fascinado por la escena creativa del Bajo Manhattan. Abrió las puertas de su loft a grupos locales y se hizo cargo de clubes como el Plugg o el Zu. Alentó las aventuras del bajista Bill Laswell, primero como acompañante de Daevid Allen y luego ya al frente de Material. Visionario con contactos en dos continentes, Gomelsky no dejó de batallar. Ocasionalmente, podía tener dinero para repartir —así ocurrió cuando le contrató RCA para buscar artistas— pero, en general, su entusiasmo era el motor de ideas que solían adelantarse a su tiempo.
Gomelsky aprovechó las posibilidades de las cámaras de video para realizar cortos que emitía en su programa de televisión por cable, donde también entrevistaba a figuras del underground. Internet le deslumbró: finalmente, un canal abierto para los creadores. Al mismo tiempo, pisaba tierra firme: disponía de The Red Door, un taller abierto a los músicos donde compartía generosamente sus experiencias de sesenta años promocionando conciertos y produciendo discos arriesgados.
Babelia
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