La seducción imperial

En Museum Hours (2012), Jem Cohen convertía el Museo de Historia del Arte de Viena en el inesperado punto de encuentro entre un vigilante y una recién llegada a Austria con motivo de una urgencia familiar. La capacidad del arte para seguir hablando al sujeto contemporáneo se erigía en uno de los temas que ese trabajo elaborado en los márgenes puede compartir con El gran museo, documental de Johannes Holzhausen que, a lo largo de dos años, registró, entre bastidores, el laborioso proceso de reforma de las galerías Kunstkammer Wien de la venerable institución. La asociación entre el pasado cultural y un presente mensurable en términos de afluencia de visitantes adquiere, en el trabajo de Holzhausen, una connotación bien distinta a la que exploraba un Cohen mucho más interesado en la fertilidad de un diálogo filosófico y existencial: el tema cristaliza aquí en pragmáticas decisiones de marketing, en la obsesión de los publicistas por encontrar un vínculo contemporáneo que funcione como instrumento de seducción, en el sex-appeal que el adjetivo imperial puede tener en cuestiones de mercado, en los daños colaterales (económicos) que podrían derivarse de la elección de una tipografía inapropiada en la cartelería y otras herramientas de comunicación…

“El gran museo” posee puntos en común con National Gallery, el ambicioso documental sobre la institución británica que Frederick Wiseman realizó mientras Holzhausen se hallaba plenamente inmerso en su labor –no procede, pues, pensar en el austríaco siguiendo el modelo del maestro norteamericano-. En ambos casos, la estrategia es puramente observacional y acaba aflorando el pertinente tema de la supervivencia de la tradición museística (y de su ética) en tiempos de recorte financiero e intoxicación del lenguaje publicitario. La ambición de El gran museo es más modesta que la de National Gallery, pero en su metraje –la frustrada visita a una subasta, la escena de la restauración de un Rubens…- abundan los hallazgos.