Padre y caudillo
'Todos náufragos', de Ramón Lobo, es la memoria del choque contra el mundo de su padre, muerto en 1983

Si Ramón Lobo (Lagunillas, Venezuela, 1955), periodista, 20 años en la sección de Internacional de EL PAÍS, dedicó libros a sus experiencias como corresponsal de guerra en África, América, Europa y Asia (El héroe inexistente, 1999; Cuadernos de Kabul, 2010, y la novela Isla África, 2001), ahora ha decidido ocuparse de una batalla más íntima: Todos náufragos es la memoria del choque contra el mundo de su padre, muerto en 1983, permanente presencia aciaga que parecía exigir un exorcismo literario.
Hay antecedentes clásicos. Traduzco el principio de Padre e hijo (1907), de Edmund Gosse: “Este libro es el testimonio de una lucha entre dos temperamentos, dos conciencias y casi dos épocas. Acabó, como era inevitable, con una ruptura”. En el caso de Todos náufragos no cabe ruptura porque jamás existió un vínculo de afecto entre el hijo y un padre que lo trataba con los medios que Kafka atribuía al suyo en su Carta de 1919: la fuerza, los gritos y la ira. Hoy, un siglo después, los métodos educativos son diferentes y el hijo que toma la palabra contra un padre despótico está casi seguro de contar con un auditorio más favorable que el que encontraría en tiempos de Gosse y Kafka.
Pero el caso tiene otro matiz en España, donde se fue del franquismo al posfranquismo sin pasar por el antifranquismo: aquí todavía quizá moleste la identificación del caudillo generalísimo y del padre, patriarca pegón y gritón, joven quintacolumnista en el Madrid asediado por los rebeldes y combatiente en las tropas que Franco mandó a Rusia para ayudar a Hitler. Si las figuras del padre y del tirano se funden, Ramón Lobo, el hijo, se identifica con el país vencido en la guerra de 1936. Entre los recuerdos obsesivos y la crónica objetiva, Todos náufragos es también un autorretrato: el autor examina a su padre para verse a sí mismo en su relación con él, incluso más allá de la muerte, hijo perpetuo, entre el desamparo y la autosuficiencia irritada, huérfano siempre, con padre y sin padre.
No sería exacto decir que, como en esas novelas criminales en las que se adivina al malvado desde el principio, falta intriga en Todos náufragos. Quedan enigmas pendientes. ¿Fueron tan difíciles como los Lobo de España los Lobo republicanos huidos a México? ¿No hay secretos vergonzosos en la familia materna, tan perfecta y británica? ¿No sugieren cierta fragilidad cordial y muda la fallida carrera del padre en el Ejército, su exilio económico en Venezuela, el nunca acabar de levantar cabeza en el paraíso franquista? Al final el conflicto se plantea en términos menos obvios: más entre víctimas y verdugos que entre buenos y malos.
Todos náufragos. Ramón Lobo. Ediciones B. Barcelona, 2015. 386 páginas. 21 euros.
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