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EL HOMBRE QUE FUE JUEVES
Columna
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La novia de Lear

Marcos Ordóñez

Núria Espert ha vuelto al Lliure con El rei Lear. Decir que es un papel exigente es quedarse muy corto: casi tres horas en escena. Quiero saber cómo se lidia ese miura cada día. Me lo cuenta:

“Vida de monja, querido. O de atleta de competición. O de novia de Lear, porque le dedico todas mis horas. Intento leer, pero la cabeza se me va una y otra vez al texto de Shakespeare y a los movimientos del montaje, donde está todo pautado. Lear es un novio celoso, que no me deja salir a cenar con los amigos. Me dice: Has de cuidarte, todo a la plancha, has de dormir, dormir mucho. Y mucho silencio para darme toda tu voz. Así que duermo y callo y como lo justo, y a media tarde voy hacia el teatro, dos horas antes de la función, para no apresurar nada. Tomo un té y galletas con Teresa Lozano, que interpreta al bufón. Luego me encierro, me voy cambiando de ropa muy lentamente y hago mis ejercicios vocales: proyección, colocación de voz… Comencé a hacerlos en los noventa, cuando ¿Quién teme a Virginia Woolf? En Madrid descubrí a una foniatra sensacional, Roxana Coll, argentina-catalana, y sigo sus pautas. Cuando acabo los ejercicios bajo a que me pongan el micro y pruebo la voz, sola en el escenario. Lluís Pasqual ya está allí, siempre con nosotros, no se pierde una función. Su presencia es fundamental, porque el gran peligro de este papel es deslizarse sin darte cuenta hacia la sentimentalización. Por supuesto que ha de haber sentimiento, pero muy controlado: la emoción no me conviene en el escenario. Los ojos quieren llorar pero no han de llorar. Cuando digo ‘Estas lágrimas calientes que brotan de mí sin querer’ trato de no soltar ni una lágrima: es el público quien ha de emocionarse. ¿El trabajo de volver a un texto así después de un tiempo, como ahora? No, miedo ninguno, todo lo contrario: me da un subidón que no te imaginas. Un mes antes de volver al Lliure no podía estar dentro de mí misma. Ah, sí, temores siempre, pero una cosa es el temor y otra es el miedo. Temor a no tener la misma potencia del estreno: no es lo mismo cumplir años a los treinta que a la edad que tengo ahora. Pero el texto sigue ahí dentro, grabado a fuego en el disco duro. Algo más difícil, pensaba, lo tienen los compañeros, porque muchos han estado haciendo otras funciones, y lo mismo, ni un traspiés. ¿Qué viene luego? Presentar La violación de Lucrecia en Colombia. Y en primavera comenzaré los ensayos de Incendios, de Wajdi Mouawad, donde interpreto a la madre y a la abuela. Lo estrenaremos en septiembre en la Abadía, a las órdenes de Mario Gas”.

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