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Baroja es Baroja

'Los caprichos de la suerte' cierra la trilogía del autor vasco sobre la Guerra Civil. Es una novela hablada y deslavazada sobre la retaguardia, donde siempre estuvo, que vale la pena

Andrés Trapiello
Pio Baroja, visto por Sciammarella.
Pio Baroja, visto por Sciammarella.

Don Julio Caro Baroja no quiso nunca publicar los inéditos de su tío que tuvieran que ver con la Guerra Civil ni reeditar los de ese tema ya publicados.

Muerto don Julio, los asuntos de la familia recayeron en Pío Caro (fallecido el pasado domingo), y empezaron a reeditarse estos y, sobre todo, a darse a conocer aquellos. Entre estos últimos figuraban las tres novelas “de” la Guerra Civil, que componen la trilogía Las saturnales: La Guerra Civil en la frontera y Miserias de la guerra. Faltaba esta que acaba de salir: Los caprichos de la suerte. En el prólogo, José-Carlos Mainer cuenta muy bien el pequeño laberinto de unas obras que a menudo se basan en otras e incluyen temas y personajes ya tratados antes por el novelista. Advierte Mainer que estamos ante un Baroja al final de su carrera y de su vida, y en cuatro líneas hace la reseña de esta novela mejor que nadie: “Es una novela falta de una última mano, que a veces tiene aire de esbozo vertiginoso, otras es un atropellado memorial de agravios y a menudo se trueca en una tertulia donde ya se ha hablado de todo…”. Pero… En Baroja hay siempre un pero que funciona al revés de los peros: estamos ante algo en verdad increíble, el milagro Baroja, “noticia mayor” en las letras contemporáneas españolas, dice bien Mainer.

¿En qué consiste ese milagro?

Esta novela cuenta la vida de media docena de personajes y, claro, como siempre en Baroja, muchos figurantes. En Madrid, Valencia y París. Todos pintados de dos brochazos, exactísimos. En Baroja está todo escrito de manera deslavazada, pero da igual. Escribir como él, sin darse importancia, sin pedantería ni componer la figura, es muy difícil. Al trantrán. Juan Ramón lo atacó sin mucha justicia, y dijo aquello de que Baroja era como un tren de mercancías. Puede ser. Otros novelistas son los grandes expresos europeos, pero no van a ninguna parte. Las escenas en esta novela se suceden como fogonazos; los personajes cruzan el escenario, entran, salen y se pierden para siempre. Todo sucede muy deprisa. El lector no tiene tiempo de aburrirse, prendido de sus palabras. El protagonista de la obra, Elorrio, es periodista. Se parece mucho a don Pío. En todas sus novelas hay alguien que se le parece mucho. Es el personaje pesimista y descreído, el que cita a Nietzsche de vez en cuando y el que no tiene éxito con las mujeres, a las que presenta volubles, como los gatos.

Ese Elorrio, en su peregrinaje, cuenta las cosas que ve y las que le cuentan por donde pasa: venganzas, asesinatos, desvaríos sangrientos… Se relatan en la novela muchos horrores de la guerra. Estampas como las de Goya, que se leen sin desagrado porque las expone sin elocuencia. Para él todos vienen a ser lo mismo, rojos y blancos, revolucionarios y reaccionarios. La vida que lleva en Valencia, donde conoce a una joven, es la misma también que llevaba en Madrid, la misma que llevarán los dos en París, con otros exiliados. El recuerdo de la guerra les persigue, aunque no sea el tema de la novela. El tema es la retaguardia, que es donde siempre estuvo Baroja tras los cinco minutos que se asomó al frente y que pudieron costarle la vida.

En París su vida se parece también mucho a la que llevó el propio Baroja cuando anduvo refugiado: una vida triste y solitaria, sin otra diversión que ir al Mercado de las Pulgas, buscar estampas y libros viejos y hablar. Como todas las suyas, esta es una novela hablada. Los diálogos son un poco de traca, pero a menudo le hacen a uno sonreír, porque sin darte cuenta Baroja te ha ido metiendo en un clima, en un ambiente, en su idea del mundo: no hay mucho espacio para el idealismo, desde luego, pero basta que haya un hombre libre, por desdichado que sea, para que no lo demos todo por perdido.

Cuando se llega al final y se cierra el libro, se dice uno, satisfecho: ha valido la pena. Baroja es mucho Baroja, incluso cuando es poco.

Los caprichos de la suerte. Pío Baroja. Espasa. Madrid, 2015. 216 páginas. 19,90 euros.

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