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MÚSICA

La reformulación africana

Artistas del continente y de Oriente Medio revisan las raíces a través de las nuevas tecnologías. El festival Visa for Music propone un nuevo mercado sonoro

Paco Valiente

Agotado, conceptual y comercialmente, ese peculiar eufemismo que conocimos como world music, hay que convenir en que ahora cada palo étnico aguanta su vela y cada mercado busca vías propias de expansión. Sí, continúan en activo algunos de los artistas que con justicia vieron equiparada su fama a la de las estrellas del rock, y siguen celebrándose en Europa ferias y foros y festivales, aunque cada vez con matices más conservadores y, desde luego, sin el sello world music en sus reclamos publicitarios, y con la mezcla estilística como bandera. Por otra parte, eventos que no hace mucho programaban ajustándose a la etiqueta que los definían (rock y electrónica, por ejemplo) incluyen hoy en su oferta artistas cuyo circuito natural estaba supuestamente en el universo world. Sumemos a todo eso el hecho de que las nuevas generaciones de músicos no occidentales no atienden tanto a las taxonomías globales cuanto a la música que los define como creadores.

Hoy, el África de Manu Dibango, Miriam Makeba,Youssou N’Dour, Papa Wemba, Salif Keita, Ali Farka Touré, Toumani Diabaté, Cheika Rimitti y Khaled (Fela Kuti es fenómeno aparte), por citar solo algunas de las grandes luminarias, asumiendo su historial, es continente de raperos y de reformuladores de las raíces a través de las nuevas tecnologías. También de continuadores de tradiciones ancestrales, sí; pero unos y otros tienen claro, que el mundo, contradiciendo a James Bond, puede que sea suficiente pero ya no es el mismo de hace 25 años y hay que conquistarlo con estrategias diferentes. Y a esa reflexión responde sin duda la creación de eventos como Visa for Music, mercado profesional que centra su interés en África pero también en Oriente Medio, y que ha celebrado en Rabat su segunda edición del 11 al 14 de noviembre.

Cincuenta conciertos, 300 artistas, 1.500 profesionales acreditados, talleres, conferencias, proyecciones de documentales y tres plantas de stands en el Teatro Nacional Mohammed V han configurado el programa de una muestra que, en palabras de su creador y director Brahim El Mazned, quiere lograr “el equilibrio entre cultura y negocio”. Visa for Music también aspira a ser una feria de referencia en África y, en tiempos convulsos como los actuales, “un espacio de resistencia cultural contra el oscurantismo”.

Para la española Yolanda Agudo, que dirige la agencia artística Music I Love (trabaja con artistas de cuatro continentes), afincada en Rabat, “la feria es especialmente atractiva para los artistas marroquíes”. Y para Sidney Correia, de Atlantic Music Expo Cabo Verde, la plataforma de intercambio cultural entre las islas de África Occidental, Visa for Music “es una experiencia interesante, sobre todo por los contactos que haces”. La oportunidad de establecer contactos profesionales es un aspecto que comparte también Begoña Puértolas, subdirectora del festival oscense Pirineos Sur, quien aprecia en Visa for Music “una iniciativa muy positiva de cooperación sur-sur, en un entorno en el que no abundan estas citas si no son dirigidas por países europeos”. Begoña, que destaca la variedad de propuestas musicales, echa de menos en la edición de este año la presencia de artistas “de países tan ricos musicalmente como Malí, Senegal, Sudáfrica o Nigeria”.

Pirineos Sur, precisamente, ha propiciado en Visa for Music la presencia española (presente también en el espectáculo Al Mutamid The King Poet, en el que participan Eduardo Paniagua y César Carazo, y en el grupo Gabacho Maroconnection) a través del proyecto Dos Medinas Blancas, realizado en colaboración con el festival Boulevard, de Casablanca, y puesto en pie por las cantantes Carmen París y Nabyla Maan en un espléndido intercambio de repertorios, patrones sonoros e incluso idiomas (español y árabe). París, gozosa por la excelente respuesta del público a las Medinas y especialmente al bolero con aromas de cabaret magrebí Palabras mustias, se mostraba contenta de su paso por la feria, y aprovechó la euforia para negociar con el director de Babel Med su participación en ese foro marsellés de músicas globales.

Actuación de Egyptian Project, en el festival
Actuación de Egyptian Project, en el festivalPaco Valiente

Dos escenarios, el del Teatro Nacional Mohamed V y el de la sala Renaissance, han acogido el grueso de las actuaciones (pequeñas formaciones y DJ’s continuaban la fiesta en el bar Le Grand Comptoir pasada la media noche). En el primero han brillado especialmente Said Chraibi, Oum y Malika Zarra, de Marruecos; Blick Bassy, de Camerún; Moh! Kouyaté, de Guinea Conakry, Adis Acoustic Project, de Etiopía, Imed Alibi, de Túnez, y Egyptian Project, de Egipto y Francia; en el segundo el resplandor lo han puesto con más intensidad Monza, de Mauritania; Smockey, de Burkina Faso, y Sidi Bemol, de Argelia.

Artista de largo recorrido y no poco prestigio, el intérprete de oud Said Chraibi actuó en la sesión inaugural de Visa for Music acompañado por un grupo de instrumentistas notables y dos voces femeninas. Said, compositor de cientos de piezas, ofrece un repertorio tan amplio, estilísticamente hablando, como su carrera: de la música tradicional a la sufí, pasando por el género de variedades y el estilo de las grandes cantantes árabes como Oum Khalsoum. Solo un detalle empañó su presentación: el sonido de la trompeta sintetizada. Oum, por su parte, presentó Zarabi, su recién estrenado álbum con el que recupera el pulso perdido en anteriores aventuras pop a la búsqueda de reconocimiento internacional. Un cambio de rumbo que muestra Oum enraizada en la tradición pero con un sonido actual engalanado con pespuntes de jazz. En territorio jazz se mueve justamente Malika Zarra, ahora afincada en Estados Unidos, que encuentra su mejor acomodo en las composiciones en las que su herencia musical natural está más presente. Es en la colisión de cadencias negras y aromas norteafricanos, y no en la imitación de las grandes divas, donde su apuesta se hace más personal y atractiva.

Blick Bassy, que ha publicado en 2015 su tercer y hermoso disco Akö, traza nuevas rutas para la música africana, reformulando lenguajes, remodelando texturas e indagando en estéticas de vanguardia. Su inspiración viene muchas formas de la africanía, incluido el blues crudo de Skip James. Intérprete de voz espléndida, Bassy actuó en solitario, acompañándose de banjo o guitarra, armando un universo minimalista de alto octanaje emocional. Moh! Kouyaté es todo un fenómeno: cantante solvente y guitarrista singular, su oferta sonora, punzante y revulsiva, engarza sin fisuras afrobeat y soukous, funk y blues. Moh!, de 38 años, con tanta técnica como corazón, es uno de los músicos africanos más sobresalientes de su generación. Todo hace suponer que su futuro será igual de esplendoroso.

El guitarrista y arreglista Girum Mezmur dirige el grupo de veteranos instrumentistas agrupados bajo el nombre de Addis Acoustic Project. El combo recrea con actitud contemporánea el repertorio musical etíope de los años 50 y 60 del siglo XX, en una vibrante combinación de pulsaciones arabizantes de África del Este, cadencias Ethio-Jazz y ritmos latinos. Envolvente y evocador. El percusionista Imed Alibi acudió a Visa for Music con un planteamiento sonoro en el que se cruzan influencias, tradiciones y búsquedas. El violín marca pautas de extensión norteafricana y de Oriente medio, subrayadas por la voz de un cantante espléndido y arropadas por las creaciones electrónicas. El resultado es una vital atmósfera de hipnótico trance. También la electrónica (al igual que las percusiones) juega un papel sobresaliente en el espectáculo de Egyptian Project, un mosaico de músicas del delta del Nilo, sonidos cosmopolitas de las noches cairotas y hip hop. Modernidad y clasicismo para un viaje iniciático.

A Monza y Smockey, procedentes de latitudes diferentes, les une el hip hop y el compromiso con la realidad social de su tiempo y sus países respectivos. Ambos se acercan al rap con el poderío de una banda de apoyo y la base sólida de sus raíces musicales. Monza abre el abanico hasta las laderas del ragga y el rock, y Smockey, toda una estrella en el África subsahariana, tiene la determinación de quien conoce la fuerza de su potencial. Los dos son carne de escenario; los dos dieron conciertos soberbios. Y Sidi Bemol es el grupo del argelino Hocine Boukella (hermano de Youcef Boukella, fundador de la Orchestre National de Barbès), creado a comienzos de los años 90 del siglo pasado en los arrabales de París. Sidi Bemol es rock... y blues, y músicas bereber, gnawa y chaâbi. Gourbi-rock lo llamó el periodista argelino Aziz Smati (gourbi significa chabola). Pero simplifiquemos: el muy estimulante universo musical de Sidi Bemol es el hijo natural del híbrido sonoro que el gran Lili Boniche desarrolló con éxito en los cabarets más lustrosos de Árgelia y Francia.

Y hablando de rock, dos bandas autodefinidas rockeras, ambas embarcadas en el saludable empeño (con resultados desiguales) de facturar una proposición rockera de carácter identitario gozaron del fervor del público más joven de Visa for Music: por un lado, el grupo jordano Autostrad; por otro, la formación egipcia Cairokee, cuyas canciones, especialmente Sout El Horeya (La voz de la libertad) y Ya El Midan, sonaron vigorosas durante la llamada Primavera Árabe.

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