El regreso de U2 a los viejos buenos tiempos
‘All that you can’t leave behind’, un enorme éxito en 2000, supuso el reencuentro de la banda con su sonido clásico
Las intenciones de U2 con All that you can’t leave behind eran en 2000 inequívocas antes incluso de arrancarle al disco el celofán. Ese título elocuente (Todo lo que no puedes dejar atrás) y el arte gráfico en blanco y negro proclamaban a gritos un regreso al sonido primigenio de la banda después de una década definida por la búsqueda permanente, desde la reformulación berlinesa de Achtung baby (1991) al eclecticismo de Zooropa (1993) y la delirante parodia discotequera/industrial que acabó propiciando Pop (1997). Los irlandeses convinieron en que Brian Eno y Daniel Lanois siguieran en el puesto de mando, pero esta vez tocaba orillar la ironía y recuperar la bandera de los sentimientos, la emoción, el compromiso.
El cambio de orientación obtuvo réditos avasalladores: el disco alcanzó el número 1 en 32 países y el primer sencillo, el himno Beautiful day, también debutó en lo más alto de la clasificación británica. “Vosotros sois los chicos, pero nosotros somos los hombres”, proclamó un burlón Bono en referencia a las hordas de ídolos juveniles que por entonces acaparaban las listas de ventas.
En realidad, el proceso de descompresión que supuso este décimo disco -U2000, en su título provisional- se sustentaba en un puñado de temas particularmente afortunados y una avalancha de versos con los que Bono recuperó su vena más conmovedora. The Edge rebajó la saturación de las guitarras y el jefe de filas, que se había involucrado en el proceso de paz en Irlanda del Norte (1998) o la condonación de la deuda del tercer mundo, siguió abriendo su corazón en canal cuando hubo de enfrentarse al folio en blanco. Tanto Kite como When I look at the world abordan el tema de la paternidad y la angustia del cantante por el cáncer que acabaría doblegando a su progenitor, Bob Hewson, el 21 de agosto de 2001. Walk on era un homenaje a la disidente birmana Aung San Suu Kyi y Peace on Earth, la plegaria ante el terrible atentado terrorista de Omagh. Elevation, título de la subsiguiente gira mundial, serviría como llamada a la euforia y el orgullo, un canto de hermandad entre los cuatro dublineses y su algo desconcertada legión de seguidores.
El tono burlón y a veces casi bufonesco de Pop había quedado desterrado, en efecto, para siempre. Pero la grandeza de All that… radica no tanto en el mensaje o el momento histórico, sino en la imbatibilidad de sus canciones. Stuck in a moment you can’t get out of, era un homenaje al líder de INXS, Michael Hutchence, que se suicidó en 1997, pero hoy prevalece como una ambrosía gospel que habría engrandecido el disco Rattle and hum. Y podemos aprovechar esta edición para redescubrir la poco divulgada Wild honey: nunca U2 se entregaron a un pop tan directo y sencillo. Tan delicioso.
Nueva entrega de U2 The kiosk collection, con EL PAÍS. Este domingo, All that you can’t leave behind, por 9,95 euros.
Babelia
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