El boceto de un estilo entre lo épico y lo oscuro
'Boy', el debut de U2, se debate entre la música alternativa del momento y un estilo propio. Este domingo con EL PAÍS
El primer álbum de U2 coincidió con el nacimiento de los ochenta, década cuyo legado musical quedaría en parte definido por el sonido del cuarteto. Sin embargo, Boy es un debut que se debate entre las tendencias que marcaban la música alternativa del momento y un estilo propio que incluso en estado embriónico ya deja entrever la personalidad del grupo. Es una obra imbuida por el postpunk existencialista de Joy División y la épica de Echo & The Bunnymen. Lo que diferenciaba a los irlandeses de sus coetáneos era que U2 eludían el nihilismo del punk pero se valían de su energía; como buenos irlandeses, esgrimían valores de rebelión que no necesariamente se traducían en sexo y drogas. Boy se convirtió en el primer boceto de un discurso que no tardaría mucho en cobrar el formato adecuado.
Publicado el 20 de octubre de 1980, Boy culminó un proceso de búsqueda a diferentes niveles. Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr contaban desde su aparición con el apoyo del público y la crítica en Irlanda, pero Inglaterra les ignoraba. Hasta que su aguerrido mánager, Paul McGuinness convenció a Chris Blackwell, magnate de la entonces independiente Island Records, de que U2 era el grupo que necesitaba para consolidar el sello durante la nueva década. Que fue exactamente lo que pasó, aunque no con Boy, ya que apenas cosechó pasiones tras su lanzamiento y vendió poco más de 8.000 copias.
Los patrones que harán enorme al grupo ya están presentes en canciones como I will follow, un comienzo deslumbrante en el que la guitarra de The Edge se abre paso exhibiendo las influencias de Television y Siouxsie & The Banshees. Parte del mérito recae en el productor Steve Lillywhite, ingeniero que había aprendido a trabajar de manera poco convencional produciendo precisamente al grupo de Siouxsie, y que es elegido en parte por ese mismo motivo. Lillywhite regraba temas aparecidos en singles previos –Out of control, Twilight y Stories for boys- donde habían intentado simpatizar sin mucho éxito con Martin Hannett, artífice del cavernoso sonido de Joy Division.
Pero a pesar de esas fijaciones con grupos oscuros, U2 es una banda de intenciones digamos blancas que exuda energía positiva y espiritualidad incluso en canciones como A day without me, cuya letra fantasea con los pensamientos de Ian Curtis un día después de su suicidio, cometido en mayo de ese mismo año. En estas canciones, Bono ya imprime el estilo vocal que lo haría célebre y, bajo ese manto de electricidad angular y sombría, se vislumbra la ambición del grupo para crear música que conecte con las masas. En una época en la que el pop de los new romantics y sus derivados estaba a punto de reinar en la música, y los teclados electrónicos iban a arrinconar al rock y a las guitarras, la irrupción de U2 tenía lugar en el momento idóneo, tal como acabaría demostrándose no mucho después
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.