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‘La flaqueza del bolchevique’, a escena

La novela de Lorenzo Silva llega al teatro tras su exitosa adaptación al cine en 2003

Isabel Valdés
Lorenzo Silva y Adolfo Fernández.
Lorenzo Silva y Adolfo Fernández.Samuel Sánchez

La brutalidad que puede provocar la más absoluta de las sinceridades sorprendió, incluso, al autor de esas franquezas. Lorenzo Silva (Madrid, 1966) escribió hace dos décadas La flaqueza del bolchevique; la novela se convirtió en guion de cine en el 2003, y ahora, con otros rostros y otra alma, es teatro. “Y en cada versión he encontrado que los protagonistas son casas habitables”, apunta el escritor. Parece haber ganado con la edad, la historia sigue viva en este mundo —en el fondo— no tan nuevo gracias a Adolfo Fernández (Sevilla, 1958).

El actor y director de la pieza teatral conoció al autor del libro justo cuando la versión cinematográfica estaba en plena producción. “Nos entusiasmó la literatura y enseguida lo vimos muy teatral”, afirma Fernández frente a un cortado y justo antes de comentar a Silva que va por la “segunda cita” de su nueva novela, Música para feos (2015, Destino). Spoilers literarios. Cuando vuelve al tema del teatro asegura que los personajes estaban tan bien definidos y su relación tenía un aspecto tan mágico que fue imposible no pensarla como libreto. “Es la idea de ese alguien que ya ha renegado de buscar la utopía y, de repente, aparece”.

Lorenzo Silva y Adolfo Fernández.
Lorenzo Silva y Adolfo Fernández. Samuel Sánchez

Quimeras variadas al gusto. En este caso, y en muchos otros, el amor, talón de Aquiles. El argumento no ha cambiado: Pablo choca con el coche de una ejecutiva, Sonsoles, lengua viperina y mujer irritante. Él decide dedicarse a su “aniquilación moral”, pero entonces conoce a su hermana pequeña, Rosana, adolescente perturbadora. Como la obra, una tragicomedia enhebrada con la adaptación de David Álvarez y la dirección conjunta con Fernández, “con un 85% de fidelidad al texto original”. También protagonista con ese personaje que él define como “bombón” y que, como el relato, tiene la vigencia que da la atemporalidad y nuevas perspectivas que Silva sigue descubriendo en su propia obra.

“Redescubres cosas, o las miras de otra manera. Hay cosas que veo en escena que me parecen muy bestias. Y pensé que ese era yo escribiendo en un ejercicio de crudeza”, explica el autor. “Otras tienen que ver con el paso del tiempo, o con otra lectura de las metáforas, por ejemplo el valor de un coche para el ciudadano occidental —ejemplo bonito el de Volkswagen—. Y el embeleco financiero”. A lo que responde Fernández: “Eso sigue siendo así, incluso peor”. El escritor detalla la taumaturgia de ese mundo: “El sistema de castas que el personaje de Adolfo define muy bien y que sigue ocurriendo en nuestra sociedad” (y que no se revelará aquí para que el espectador no pierda el embeleso de esa explicación que sirve, incluso, como materia en alguna universidad.

Un monólogo y un diálogo al servicio de muchas posibles asignaturas: filosofía, derecho, historia o economía. Este cuento es el retrato de una sociedad de finales del siglo XX, y también de principios del siglo XXI. Real, cómica, cínica e hiriente, pero entrañable y acogedora con el humor de “filósofo que trabaja en un banco” que esgrime Pablo, el protagonista, el hombre que no se maquilla, que no oculta, que no vela. “Y que no trata a Rosana como una adolescente, la única razón por la que creo que ella es capaz de fijarse en él. No le edulcora la realidad, al contrario, se la pone de la forma más fea posible”, cuenta Silva.

Y no es Lolita, tanto Silva como Fernández quieren que quede claro. “Es otro paradigma de relación entre mujer joven y hombre mayor. Y este no tiene que ver con la degradación”, especifica el escritor. Fernández, que apuró el café hace rato, recuerda uno de los momentos de la obra: “Le pregunto a Rosana si conoce a Botticelli, ella me contesta que lo ha estudiado en el instituto. Y yo le contesto que debió conocerlo porque en otra vida lo obligó a pintarla en todos sus cuadros”.

Es evidente que Pablo ha conquistado a Adolfo, el personaje al actor: “Es un payaso con reflexiones ácidas y potentes, gracioso sin quererlo, rápido y lúcido. Un personaje complejo que hace que desee que lleguen los martes”. Un poeta soterrado por la grisura de la rutina y resucitado por el amor brutal, impúdico y feroz a una mujer. Y transparente, absolutamente. ¿Podrían ser Lorenzo Silva y Adolfo Fernández el bolchevique? “Sí”, espeta rotundo Fernández. “En algún momento podría ser cosas que él es, pero todo a la vez es muy salvaje”, concluye Silva. Ambos están de acuerdo en un apunte final: los pliegues rara vez sirven para algo. “Hay que ir de frente”, finaliza Silva. Como el bolchevique.

'La flaqueza del bolchevique'

Autor: Lorenzo Silva.

Adaptación: David Álvarez.

Dirección: David Álvarez y Adolfo Fernández.

Reparto: Susana Abaitua y Adolfo Fernández.

Todos los martes en la sala off del Teatro Lara, calle de Corredera Baja de San Pablo, 15 (Madrid).

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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