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LIBROS / ENTREVISTA

Yan Lianke: “En China sobrevivimos en las rendijas”

El autor desafía la represión con su fortaleza interior: seguirá escribiendo aunque no logre divulgarlo. Ahora publica 'Los besos de Lenin', que le valió la expulsión del Ejército

Macarena Vidal Liy
Yan Lianke, en una imagen tomada en Londres en 2013.
Yan Lianke, en una imagen tomada en Londres en 2013.John Phillips (Getty)

Un hombre de mediana edad habla en tono calmo mientras bebe a pequeños sorbos su café en una mesa apartada, en un local de la zona universitaria pekinesa. Nadie repara en él. Es uno de los escritores más galardonados de China. Pero también, sencillo y accesible aunque sin pelos en la lengua, Yan Lianke (Luoyang, 1958) es uno de los más censurados. Ganador del premio Kafka en 2014, este antiguo propagandista militar, hijo de campesinos, retrata mediante sátiras agridulces y vívidas descripciones algunos de los problemas que el régimen comunista chino preferiría ocultar.

Para su novela Sueño de la Aldea Ding (2006) investigó el escándalo de los pueblos diezmados por el sida tras vender su sangre. En Servir al Pueblo (2005) hizo que un soldado y su amante, esposa de un general, alcanzaran el clímax destrozando imágenes maoístas. Denunció los desastres del Gran Salto Adelante en Los Cuatro Libros (2010). Todas están prohibidas en su país.

Publicar “Los Besos de Lenin” en 2004 le ganó la expulsión del Ejército Popular de Liberación, harto de los devaneos de su propagandista con los temas sensibles. Para Yan, hoy profesor de Literatura en la Prestigiosa Universidad Popular de Pekín, empezaba una larga marcha de prohibiciones y de coqueteos con la autocensura para intentar divulgar sus obras en su país. Hasta que, harto de refrenarse, decidió tirar la cautela por la borda y escribir “exactamente lo que quiero, sin preocuparme de que vaya a divulgarse o no”.

Los Besos de Lenin (Automática Editorial, traducción de Belén Cuadra Mora) utiliza el dialecto del Henan natal de Yan. En una remota aldea montañosa, Buenavida, sus felices habitantes padecen todos alguna discapacidad física. Pero el gobernador de la región concibe un descabellado plan para comprar la momia de Lenin y así atraer turismo. Con el fin de recaudar fondos, organiza una peculiar troupe artística en la que los aldeanos de Buenavida exhiben sus habilidades alternativas: una ciega que oye la caída de una pluma o un cojo capaz de unos saltos prodigiosos. La trama se desarrolla en capítulos y notas a pie de página siempre impares, una señal ominosa de que la mala suerte acecha.

Pregunta: Los Besos de Lenin le valió la expulsión del Ejército, pero también el premio Lao She, uno de los más prestigiosos de China. ¿Obtendría hoy esa misma acogida en su país?

Respuesta: Hoy día esa novela ya no se podría publicar. De hecho, se intentó una segunda edición y ya no pudo salir. En aquella época, tanto la censura convencional como mi autocensura eran menores. El ambiente editorial era más relajado, y yo no había sufrido tantas cortapisas. Ahora en China las políticas hacia el arte y la literatura, hacia la ideología, son cada vez más estrictas. Pero lo peor es que en estos años, sobre todo los últimos 5 ó 6, son los propios editores los que imponen cada vez más limitaciones… En estos años, el mensaje que nos han enviado el régimen y la economía de China es que lo más importante es el materialismo; que todos los esfuerzos que hagamos por alimentar nuestro lado espiritual empequeñecen al lado de los beneficios materiales que podemos alcanzar.

El mérito de un escritor es buscar lo oculto, lo modificado y lo disimulado de la realidad, no la verdad oficial”

P- ¿A quién responsabiliza de esta situación?

R- La censura es como una red. Hace diez años tenía agujeros, algo se podía escapar. Hoy día, esas fisuras están completamente cerradas. Aunque la culpa de esta situación no corresponde únicamente a los políticos. Tanta o más responsabilidad tienen los propios editores y literatos. Ese es el truco de la política de publicaciones en China. Los autores y quienes les revisan ya viven muy bien, no es como hace 30 años. No solo viven bien, sino que forman un grupo de interés. No quieren perder lo que tienen.

P- En Los Besos de Lenin, para sobrevivir los aldeanos de Buenavida tienen que aprender a hacer de su discapacidad una virtud, algo que, en cierto modo, también le ocurre a los escritores censurados. ¿Se identifica usted con sus personajes desde ese punto de vista?

R - En China, los discapacitados tienen que aprender a vivir en las rendijas de la sociedad, en los espacios que les dejan las personas físicamente enteras. Un escritor discapacitado por la censura también tiene que hacer esfuerzos para sobrevivir en las rendijas de la literatura.

Un escritor así debe saber mantener la distancia para poder ver bien y no dejarse influir por lo que yo llamo la “sociedad caliente”, los sicofantes y los círculos de poder que alaban sin parar la bandera, la patria, el emperador.

P- ¿Cree que usted lo ha conseguido?

R- Todo el mundo me ve como un payaso entre los escritores… Soy un payaso un poco marginado, en un papel secundario que no aporta nada esencial a la trama. Pero en la ópera china el payaso mantiene la distancia, puede ver más clara la situación y hacérsela ver al público. Con sarcasmo, con humor, pero siempre dice la verdad. Y al final, a ojos del espectador su aportación puede resultar indispensable.

P- Usted ha intentado reunir a una decena de escritores que firmen una carta abierta para exigir mayor libertad creativa. Pero le ha sido imposible encontrar suficientes voluntarios entre los autores de fama ¿Por qué?

R- Los autores chinos afrontan una situación bastante peculiar, porque tienen dos opciones. Pueden quedarse en el ámbito seguro, la literatura políticamente correcta, tradicional, que le gusta al público y al régimen. Es una opción válida: esa “escritura débil” también puede tener un valor literario muy alto. Pero también pueden rebelarse y escribir una literatura con fuerza. Ese es el principal dilema en el mundo de las letras de hoy en China.

P- ¿Cómo decidió que escribir “literatura débil” no era para usted?

R- Tras la publicación de Los Besos de Lenin, mis siguientes novelas siguientes empezaron a ser prohibidas. Tuve dudas, reflexioné; estuve vacilando sobre el camino a seguir en mi escritura. Intenté amoldarme para que las novelas se publicaran. Pero un día me di cuenta de que no soy inmortal, que ya tengo más de 50 años y que prefiero dedicar mis energías a escribir lo que realmente quiero, no conformarme con publicar algo en lo que me haya estado frenando a mí mismo. Quiero escribir lo que siento, y aprovechar el tiempo que me queda, que necesariamente es limitado. De ahí han salido mis novelas siguientes, Cuatro Libros (una dura crítica a los excesos del Gran Salto Adelante, narrada a través de un grupo de intelectuales presos en un campo de trabajo y prohibida en China) y Zhalie Zhi (Explosión, una sátira sobre los excesos de la avaricia y el urbanismo desaforado en la China moderna que sí ha logrado publicar pero que no ha recibido promoción alguna).

P- ¿Cómo puede un escritor luchar contra la autocensura?

R- El autor debe valerse de su sensatez, su intuición y su personalidad. Tratar de ver no lo que nos han contado y ya es oficial, sino lo que está oculto, lo modificado y lo disimulado de la realidad y de la historia. En eso consiste el mérito de un escritor.

Hoy día, si quieres enterarte de las cosas, ya no es como hace 30 años o como en Corea del Norte, hay vías. Se puede acceder a la prensa extranjera, a la de Hong Kong. Aunque tampoco necesariamente lo que digan va a ser lo cierto. El escritor tiene que tener su propio criterio, elegir caminos que seguir. La mayoría, por costumbre, elegimos el más fácil, el que nos marcan las autoridades, no nos preguntamos si hay otras rutas que puedan ser más verdaderas.

Yo creo que Los Besos de Lenin abre una ventana a esas otras rutas posibles, a una realidad que ha sido siempre ignorada por la literatura china.

P- ¿Por ejemplo?

R- El gobernador regional que aparece en la novela, Liu Yinque, es un tipo muy real y muy habitual entre los funcionarios de este régimen, pero la literatura china nunca lo había reflejado. A través de este personaje puedes empezar a imaginar que hay otra realidad, otro tipo de vida y el mundo que se desarrolla en la novela.

P- Precisamente Liu es uno de los funcionarios contra los que parece dirigirse la actual campaña anticorrupción que lleva a cabo el gobierno de Xi Jinping. ¿Qué pensaría este personaje? ¿Y qué opina usted de esta campaña?

R- Liu es un arribista, en la actual campaña contra la corrupción sería el más entusiasta de todos a la hora de apuntarse y aprovecharía esa excusa para medrar. No sería el típico corrupto que acumula dinero y amantes, pero a su manera también perjudica a la sociedad. En cuanto a la campaña, puede ser útil para mejorar la sociedad, pero debe de desarrollarse de acuerdo con el Estado de Derecho.

P- En su denuncia literaria de los problemas del país, y de los olvidos históricos que provoca la censura, falta una pieza clave del pasado reciente chino, las protestas estudiantiles de Tiananmen. Usted ha dicho alguna vez que acabará escribiendo sobre ella.

R- Seguro que sí. Tardo mucho tiempo, hasta 10 años, en planear una novela. No es una cuestión de que se vaya a publicar o no, o de tener valentía para escribirla. Pero es un tema con un color político muy intenso, y el mayor problema es conseguir que el resultado no sea solo una novela política, sino que tenga calidad artística. Aún estoy pensando en cómo hacerlo, pero seguro que acabaré escribiendo sobre ello.

P- ¿Se siente optimista sobre el futuro?

R- Desde la publicación de Los Besos de Lenin nada ha cambiado realmente mucho en China, fuera de la economía. En política se avanzan dos pasos y se retroceden tres. No tengo una actitud muy optimista, creo que seguirá así aún mucho tiempo.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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