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CINE ESPAÑOL: LOS CLÁSICOS
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Francesc Betriu, siempre a todo riesgo

De trayectoria inclasificable, el director catalán ha firmado comedias esperpénticas

El director de cine Francesc Betriu, en un restaurante de Valencia el pasado 10 de octubre.
El director de cine Francesc Betriu, en un restaurante de Valencia el pasado 10 de octubre.JOSÉ JORDÁN

Paco Betriu, catalán de 75 años, vivió en Madrid durante mucho tiempo y reside ahora en Valencia. Su carrera cinematográfica es tan diversa como inclasificable. Fundó a finales de los sesenta una productora que se propuso realizar “13 películas de 13 minutos de 13 nuevos directores y el proyecto tuvo éxito”, recuerda. “Muchos profesionales comenzaron ahí —Gutiérrez Aragón, García Sánchez, Alcaine, Antonio Drove, Gamero, Luis Megino, yo mismo...—, pero cuando nos fuimos pasando al largometraje se acabó la cosa”.

Él mismo dirigió algunos cortos, entre otros Bolero de amor, una suerte de coña del lenguaje de las fotonovelas, tan en boga entonces. Ese mismo espíritu guasón lo prolongó Betriu a sus primeros largos. Furia española, en 1975, armó tal barullo que la censura lo prohibió tajantemente, levantando con ello la protesta de numerosos críticos e intelectuales. Hasta se cuenta que a Franco le dio un soponcio cuando la vio pocos meses antes de su muerte. “No puedo confirmar que ese susto le diera la puntilla, aunque eso me dijeron”, sonríe. “Puede que Furia española fuera la última película que vio Franco, un honor”. Finalmente, se pudo estrenar una vez muerto el dictador, pero, eso sí, con numerosos cortes.

‘Furia española’ armó tal barullo en 1975 que la censura la prohibió

Betriu ha hecho comedias esperpénticas con un toque personal —La viuda andaluza, Los fieles sirvientes, Sinatra…— que ha alternado con adaptaciones literarias —Réquiem por un campesino español, de Sender; La plaza del Diamante, de Rodoreda; Un día volveré, de Marsé…— con las que tuvo grandes éxitos, y también problemas. La plaza del Diamante, por ejemplo. “Iba a ser mi primera película, pero entonces no fue posible. Cuando años después la pude hacer fue en formato de serie, de la que luego se extrajo una película de hora y media. No estoy de acuerdo con esta versión corta; la única que reconozco como mía es la serie de cuatro capítulos”. Otra adaptación literaria, La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza, quedó frustrada. “Después de tres años de trabajo, al llegar la hora de rodar, me di cuenta de que no había suficiente dinero. El coproductor francés quería que la acción solo transcurriera durante 20 años, cuando el marco histórico de la novela sucede de la primera exposición de Barcelona de 1888 a la de 1929. Me supo mal abandonar el proyecto, pero no me arrepiento”. Sí se arrepiente de algunas de sus películas. “Una pareja perfecta, sin embargo, inspirada en Diario de un jubilado, de Delibes, la firmo sin vergüenza; para mí es reivindicable”.

Esos caminos le han llevado a películas tan atípicas como fascinantes, Mónica del Raval (2008) y El día que murió Gracia Imperio (2012) dos joyas del documental. “Las llamé documentales por cuestiones administrativas, pero en realidad no lo son. El 70% de los personajes que aparecen en ellas son míos. No utilicé a actores, sino gentes del Raval”. La primera de todos, Mónica, manchega que hace veinte años llegó a Barcelona, donde sigue ejerciendo la prostitución. “Durante meses tuve con ella entrevistas diarias que me hacía pagar como si fueran servicios; si hablábamos durante tres horas aplicaba la tarifa correspondiente. Con ese material escribí el guión, que ella interpretó muy bien porque es una actriz cojonuda. Todos los diálogos estaban escritos, y los personajes elegidos habían tenido vivencias parecidas a las que cuentan en la película. Pero tampoco era un falso documental, sistema que está ahora de moda. Se les llama así porque los personajes hablan a cámara, pero también lo hacen en Ciudadano Kane y nadie lo define como falso documental. Mónica del Raval es una película de ficción. Hay cosas de mentira que se hacen pasar como si fueran verdad, como hizo Kubrick con el viaje a la Luna”.

El día que murió Gracia Imperio “es más documental, aunque muchos de los que aparecen hablando de ella ni la conocieron; todo estaba en el guión. Estoy disfrutando ahora del cine más que en toda mi vida. Contar con equipos reducidos y todo el tiempo que necesites son cosas que con el cine tradicional no podías ni soñar. He cambiado de rodar seis semanas con 80 personas a rodar con seis personas 80 semanas”.

Un viaje con 40 actores

Está ahora inmerso en El ultimo aviador, en torno a los pilotos españoles de la República que fueron a aprender a Rusia y que no pudieron regresar a España cuando acabó la guerra civil. Les invitaron a quedarse en el Ejército ruso y los que no quisieron hacerlo acabaron en el gulag, donde coincidieron con los prisioneros de la División Azul. En esa convivencia hubo una especie de reconciliación entre los enfrentados en la guerra española. Pasaron 14 años y volvieron a España todos juntos en el famoso barco Semiramis. “Casi todos han muerto ya, pero queda vivo alguno y vamos a entrevistarle. Es una historia poco conocida”.

Prepara un proyecto sobre los pilotos de la República que marcharon a Rusia

“Y otro proyecto en el que trabajo es una historia que nació en conversaciones con Azcona. Aunque él no se jubiló, recibía propuestas de viajes del Imserso. Pensamos en la historia de un viaje de 40 actores del cine español reunidos en un hotel en el que se encierran, haciéndose fuertes hasta que llega la Guardia Civil. Tomé el título de la famosa frase de Antonio Gamero: ‘Como fuera de casa, en ningún sitio’. Hicimos una lista de los 40 actores, pero ya ninguno está vivo. Lo voy a rodar aquí, en Valencia, donde estoy haciendo el casting, que aprovecho como parte de la película”.

El recuerdo de tantos amigos fallecidos no le hace perder energía: “Nunca los borro de la agenda; solo les digo hasta luego”. Y Betriu me deja para volver a su trabajo, que como casi todos en su carrera es a todo riesgo.

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