Calidad y actitud de Talavante y López Simón con toros escogidos y fallidos
La faena del torero extremeño al quinto fue un clamoroso alarde de inspiración y carisma
Una gran faena de Alejandro Talavante, rácanamente premiada con un trofeo pero que marcó la diferencia de calidad, fue la cota más brillante del mano a mano que el extremeño mantuvo en la feria de Zaragoza con López Simón, quien a su vez cortó una oreja ante el deslucido ganado lidiado.
A este atractivo mano a mano de fin de temporada entre una figura consolidada y un joven aspirante al trono le faltaron los toros, esos que cada torero se trajo por su cuenta dejando de lado el clásico y determinante azar del sorteo.
Diversas ganaderías / Talavante, López Simón
Con más de tres cuartos de entrada, se lidiaron toros de distintas ganaderías: los de Talavante fueron dos sobreros de El Pilar (1º) y Puerto de San Lorenzo (3º), justos de presencia y escasos de raza y fuerzas, que sustituyeron a toros devueltos de Garcigrande, además de uno de Domingo Hernández (5º), basto y con noble movilidad. Los de López Simón, tres de Vellosino, con mayor volumen y seriedad, descastados y manejables.
Alejandro Talavante: estocada desprendida (silencio); tres pinchazos, media estocada tendida y cuatro descabellos (silencio); estocada muy tendida y descabello (oreja, que no recogió, con fortísima petición de la segunda y dos vueltas al ruedo).
López Simón: pinchazo y estocada delantera (oreja); pinchazo hondo y estocada desprendida (ovación tras petición); estocada baja delantera y descabello (vuelta al ruedo tras petición de oreja).
Entre las cuadrillas, Domingo Siro y Juan José Trujillo saludaron tras cuajar excelentes tercios de banderillas ante el segundo y el quinto.
Feria del Pilar. Zaragoza. Sábado 17 de octubre.
Ni los elegidos por el extremeño, pobres de todo, ni los que se trajo el madrileño, grandones y descastados, estuvieron a la altura de un pulso entre toreros en un buen momento que casi volvió a llenar los tendidos de la plaza de la Misericordia de un público predispuesto al espectáculo.
Hasta la salida del quinto, la balanza se decantaba hacia el lado de López Simón, en tanto que Talavante no había podido más que intentar sostener con suavidad la endeblez y la poca raza de los dos sobreros que sustituyeron a los anunciados y devueltos de Garcigrande, uno de ellos por lesionarse en la larga cambiada con la que lo recibió el extremeño.
En cambio, más serios y más fuertes que no más encastados, los dos primeros de López Simón al menos se sostuvieron en pie, y, sin gran clase, se movieron tras una muleta que el madrileño manejó con acierto técnico y siempre en terrenos de cercanías.
Aunque su primero se apagó y perdió celo pronto, el torero de Barajas insistió con quietud en apurarlo hasta el final con absoluta determinación, con una fórmula que también aplicó con el cuarto, al que primero asentó y luego movió con medios pases ajustados.
Esos deseos de triunfo del joven espada le valieron la oreja que le adelantó en el marcador hasta que el quinto, bastote de hechuras pero con buena movilidad, le sirvió a Talavante para marcar las diferencias.
La faena de muleta del extremeño, abierta con una asombrosa y escalofriante arrucina por la espalda en el mismo centro del ruedo, fue un clamoroso alarde de inspiración y de carisma; usó su soltura de brazos y su dulzura de muñecas para encelar aún más al animal, mientras se dejaba ir con el pecho tras cada una de sus embestidas.
El clamor de la plaza fue en aumento en cada largo natural, en los hondos pases de pecho, en los adornos improvisados y en un final de obra por hondos ayudados por bajo antes de que el torero se tirara a matar en férrea rectitud, y salió trompicado tras dejar una estocada muy tendida.
Ese único defecto, más de colocación de la espada que de ejecución de la suerte, pudo ser el que llevó al presidente a negarle una segunda oreja pedida por abrumadora mayoría.
Pero, más allá de esa oreja que se negó a recoger del alguacilillo, Talavante se dio todo un baño de multitudes en las dos apoteósicas vueltas al ruedo que hubo de dar ante un público rendido y volcado ante la evidencia de su calidad.
Triunfo de Venegas en Jaén
El torero José Carlos Venegas logró un gran triunfo en la primera corrida de abono celebrada en Jaén con motivo de las fiestas de San Lucas, y salió a hombros tras cortar tres orejas.
Con un cuarto de entrada en tarde lluviosa, se lidiaron toros de Torrestrella y uno con el hierro de El Cotillo de correcta presencia, nobles en su conjunto.
José Carlos Venegas, oreja y dos orejas; Adrián de Torres, ovación y saludos, y Javier Jiménez, ovacionado en su lote.
Venegas estuvo templado con el capote y entregado y valiente en sus dos trasteos, en los que dejó muestras de una clara evolución en su toreo. Mató bien a sus dos toros. Perdió trofeos en sus dos toros Adrián Torres, que estuvo mejor en su segundo enemigo en una labor templada. Javier Jiménez anduvo entregado y afanoso en su lote, y logró momentos estimables pero sin redondear.
Todos a hombros en Palos
Manuel Jesús El Cid, que cortó dos orejas, Manuel Escribano, que totalizó tres, y el novillero David de Miranda, con tres apéndices, salieron a hombros de la plaza de Palos de la Frontera (Huelva) en la llamada corrida pinzoniana.
Con un tercio de entrada en tarde cubierta, se lidiaron cuatro toros y dos novillos de Hermanos Domínguez Camacho, de buena presentación, nobles pero sin fuerzas.
El Cid: oreja y oreja. Manuel Escribano: oreja y dos orejas, y David de Miranda: dos orejas y una oreja.
Antes del festejo, desfilaron por el ruedo unos escolares con una pancarta cuyo lema era ‘Sí a los toros y sí a los niños’.
Babelia
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