Ibeyi, jimaguas franco-cubanas
Estas veinteañeras, con diez años de conservatorio en París y viajes anuales a La Habana, han publicado su primer disco
Las hermanas Díaz son jimaguas, que es como llaman en Cuba a los mellizos, y al tomar el nombre de Ibeyi parecen haber buscado protección de las divinidades. Porque los ibeyis forman parte del panteón religioso africano que sincretizó con el santoral católico. En su libro Los orishas en Cuba, Natalia Bolívar, discípula de Lydia Cabrera y alumna de Fernando Ortiz, explica que los ibeyis, varón y hembra, hijos de Changó y Ochún, aunque criados por Yemeyá, son juguetones, golosos y traviesos. Y que hubo un tiempo en que a los mellizos les dio por tocar unos tamborcitos mágicos que les había regalado su madre adoptiva.
En Ibeyi es Naomi Díaz quien se ocupa de jugar con las percusiones –cajón y tambores batá-, mientras Lisa-Kaindé Díaz se explaya con los teclados, escribe las músicas y letras, y pone la voz principal. Estas veinteañeras, con diez años de conservatorio en París y viajes anuales a La Habana, han publicado en 2015 su primer disco. Grabado para XL Recordings, y producido por Richard Russell, el fundador del sello independiente en cuyo catálogo se encuentran referencias de Radiohead, The White Stripes, Vampire Weekend, Jack White, M.I.A. o Adele. Russell las vio actuar en un local de París y se apresuró a firmar el contrato con las jóvenes franco-cubanas. Ellas tenían muy claro lo que querían para su ópera prima: algo intimista y orgánico, sencillo, con poca producción. Su mezcla de cantos-rezos afrocubanos, música soul y electrónica, en inglés con frases en lengua yoruba, ha despertado tanto el interés de The Guardian o Le Monde como de Vibe, Les Inrocks o Pitchfork. Y las chicas tienen su agenda repleta de conciertos.
Si Lisa-Kaindé siente veneración por Nina Simone, a Naomi le atraen más el hip hop y el dance-hall. Descubrieron en la música efectos balsámicos porque las mellizas, que se confiesan totalmente opuestas, dos personalidades confrontadas, se pasaban el día discutiendo. Y siguen haciéndolo. Pero a la hora de actuar juntas todo va como la seda: basta una mirada.
Naomi y Lisa son hijas de Angá. Tenían once años cuando perdieron a su padre: Miguel ‘Angá’ Díaz murió en 2006, de un infarto, cerca de Barcelona, en Sant Sadurní d'Anoia, donde estaba viviendo entonces. El nombre del percusionista cubano de San Juan y Martínez, provincia de Pinar del Río, puede rastrearse en decenas de discos cubanos o de jazz: Roy Hargrove, Steve Coleman, Tata Güines, Frank Emilio, José María Vitier... Angá se ganó fama de excelente conguero en las filas de Irakere, la orquesta que dirigía Chucho Valdés, y acompañó con congas y/o bongós, en sus discos solo, a miembros de Buena Vista Social Club como Rubén González, Ibrahim Ferrer, Cachaíto, Omara Portuondo o Ry Cooder y Manuel Galbán.
En el escenario, las hijas de Angá no están solas. Al inicio de cada uno de sus conciertos, las hermanas Díaz prenden dos pequeñas velas: una en memoria de su padre; otra por Yanira, su media hermana, que falleció en 2013.
Babelia
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