Julio Iglesias: “No tengo la necesidad de ponerme ‘cool”
El cantante acaba de publicar 'Mexico', un recorrido por José Alfredo Jiménez y otros sublimes autores mexicanos
Entrevistar a Julio Iglesias tiene sus riesgos. Es un seductor nato y no le cuesta mucho engatusar a cualquier reportero, aunque este lleve la libreta cargada de preguntas con trampa. Inútil tomar precauciones, su cordialidad se impone desde el minuto cero. Llama desde México, en medio de una gira, e impone el tuteo.
Intento transmitirle que busco una conversación musical: rara vez se habla de música con quien finalmente es una de nuestras historias de éxito en ese campo. Julio entra al trapo inmediatamente, aunque se reconoce ajeno a la evolución de la música pop: “Yo me quedé en The Police y U2. Igual no me he comprado un disco en treinta años, aunque me gusta lo que oigo en el coche. Pero es más fácil pillarme disfrutando con mis clásicos, desde Elvis a Marvin Gaye”.
La percha para la entrevista es la publicación de Mexico (Sony Music), su recorrido por José Alfredo Jiménez y otros sublimes autores mexicanos. Le confieso mis dudas: un cancionero bravo ha quedado reducido a melaza, aunque altamente adictiva. Aparte de algo de acordeón y una fugaz marimba, aquello es sedosa música internacional, marca de la casa. Lo encaja sin problemas: “Ese era el propósito, no pretendía ser más charro que Vicente Fernández. Creo que no he sufrido tanto con ningún disco: lo he hecho todo, desde la producción a colaborar con los arreglos”.
Tratándose de un repertorio tan intenso, llama la atención el modo desmayado de cantar algunos versos, dejando desvanecerse las sílabas finales: “Para bien o para mal, ese es mi estilo. No, lo que pasa es que el disco engaña: usamos órgano Hammond pero también mucha base digital. Aislando las pistas, te encuentras con cosas no muy alejadas de la new age. Y te permites algunos caprichos, aunque esperaba que nadie se diera cuenta”.
No me he comprado un disco en 30 años, me gusta lo que oigo en el coche
Efectivamente, ha colado: aseguran que México es número uno en España y en varios países latinoamericanos. Julio incluso ha nacionalizado mexicano a Joaquín Sabina, que aquí aporta su Y nos dieron las diez. Canción que tiene una hermana menor, grabada por Los Secretos; seguro que recuerdan Ojos de gata, donde Enrique Urquijo, partiendo del arranque inicial de Sabina, fallaba a la hora de consumar con la reina del bar y llegaba a una conclusión devastadora: “Pero cómo explicar/ que me vuelvo vulgar/ al bajarme de cada escenario”. ¿Se atrevería Julio Iglesias, latin lover, a cantar esos versos? “Hmmm, me lo pensaría pero eso no quiere decir que no conozca ese sentimiento, conciertos terribles en los que no conectas, momentos en que recurres a trucos fáciles”.
Un acierto paradójico es la inclusión de un corrido, Juan Charrasqueado, con tratamiento western. “Nadie se imaginaría que parto de la versión de Chavela Vargas, que me impactó. No encaja nada con las otras canciones pero, chico, retrata esa actitud tan mexicana ante la muerte. El protagonista es un fanfarrón que seguramente se lo iba buscando pero están esos versos que rompen la narración: ‘Creció la milpa por la lluvia en el potrero/ y las palomas van volando al pedregal/ bonitos toros llevan hoy al matadero/ que buen caballo va montando el caporal’. Ha ocurrido una tragedia pero la vida sigue”.
Soy un golfo que ha tenido suerte; rectifico, la suerte cuenta lo justo
Oscila Julio entre un entusiasmo ilimitado y destellos de pesimismo: “Ando muy fastidiado con la espalda, ya no me puedo tirar meses encerrado en estudios de grabación. México es mi último disco al viejo estilo”. Al mismo tiempo, admira a un Charles Aznavour nonagenario, que sigue facturando álbumes muy cuidados: “Es como Dylan o esa gente, hay una necesidad de crear. ¿Yo? Soy más de directo. Si ahora mismo me ofrecieran una gira de un mes por China, firmaría sin mirar”.
De repente, especula con viajar a Cuba: “Antes no podías ir, te ponían bombas en Miami. Pero sí, me veo haciendo allí un unplugged, grabando sones y boleros con unos buenos músicos habaneros, siempre que no tardemos más de dos o tres días. Siento una conexión muy profunda con Cuba: parte de mi familia nació allí, descendientes de militares”.
Se me está acabando el tiempo. Y tampoco tengo necesidad de ponerme 'cool'
Nos perdemos en disquisiciones sobre la Guerra de Cuba y cuesta devolverle a cuestiones musicales. El programa Hoy empieza todo, de Radio 3, sugería que Julio probara con el repertorio indie, temas que iban desde Xoel López a Iván Ferreiro: “¿De verdad? No me veo, se me está acabando el tiempo. Y tampoco tengo necesidad de ponerme cool, ¿se dice así?”.
Ya habrán advertido que resulta difícil atrapar a Julio Iglesias. Tiene palabras amables para sus compañeros españoles de profesión. Pero si se le pregunta por un modelo envidiable de carrera, despeja hábilmente hacia Brasil: “Admiro a Roberto Carlos, por haber superado la pérdida de su pierna, por su orquesta, por tantas cosas…”.
Una curiosidad: en muchas de sus portadas, Julio aparece mirando hacia abajo, con una leve sonrisa. ¿Es algo deliberado? “No, no. Pero me reconozco cuando parece que estoy riéndome de mi buena fortuna. Mira, soy un golfo que ha tenido mucha suerte. Rectifico, la suerte cuenta lo justo. El secreto está en cantar con el corazón, aunque no tengas una gran voz, pero luego usar la cabeza. La cabeza te dice cuál es tu lado bueno para ser fotografiado, qué espera la gente de ti, con quién te tienes que aliar, todo eso”.
Parece quedarse meditando. “Sí, es la inteligencia musical para capitalizar lo que tienes. El asunto es que yo canto para adentro, como hacían mis maestros: Sinatra, Nat King Cole, el Elvis melódico. Pero no intentes repartir porcentajes, traducirlo en una fórmula para el éxito. El arte de cantar, el arte de gustar no tiene lógica”.
Babelia
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