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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La intensidad de ‘Mar de plástico’

La nueva apuesta de ficción de Antena 3 cuida la interpretación en un ambiente tórrido, los exteriores, la información sociológica... pero lo hace atropelladamente

Ángel S. Harguindey

Los responsables de Mar de plástico, la nueva y potente serie que estrenó el martes Antena 3, insisten en su presentación en señalar que la gran diferencia con respecto a las series nórdicas es la climatología: lo que en estas es frío y gris, como su clima, en aquella es infernalmente caluroso. En realidad hay mas diferencias.

Forbrydelsen, Bron/Broen o Varg Veum, entre otras, tienen en su haber un excelente sentido del tiempo, un ritmo narrativo espléndido que se desarrolla -eso sí- bajo un cielo plomizo. Mar de plástico, una superproducción desde la perspectiva de la industria nacional, cuida la interpretación en un ambiente tórrido, los exteriores, la información sociológica... pero lo hace atropelladamente. En los 90 minutos iniciales de la serie hay una sobredosis emocional: racismo, amores reprimidos, celos, codicia, corruptelas, rebeldes sin causa, huérfanos..., demasiada intensidad.

La serie ofrece una visión certera del desarrollo económico, social y cultural de esa agricultura intensiva que elevó el PIB de la zona hasta límites insospechados años atrás. Un dato: el 30 de junio de 2007, los Rolling Stones concluyeron su gira española en El Ejido, un poderío económico que atrajo a trabajadores inmigrantes de todo tipo, desde peones agrícolas -con o sin papeles- a damas del Este europeo (corría el chiste de que en las bodas, el sacerdote acababa su ritual con "hasta que la rusa os separe").

Mar de plástico es un notable empeño en elevar la calidad de nuestras series y una demostración de la profesionalidad artística y técnica de la industria nacional. Le sobra, al menos en el primer capítulo, apasionamiento emocional pero, quizá, es lo que demanda el espectador y ya se sabe que el cliente siempre tiene razón. Por cierto, con Olmos y Robles y con Mar de plástico, la noche de los martes es de los picoletos.

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