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Recordando a papá Otis Redding

La hija del mítico cantante rememora la figura de su padre en el 50 aniversario de ‘Otis Blue’

Fernando Navarro
Otis Redding canta con su sección de vientos detrás en 1967.
Otis Redding canta con su sección de vientos detrás en 1967.Michael Ochs Archives (EL PAÍS)

Karla tenía cinco años cuando su padre murió en un accidente de avión. No recuerda nada de aquel trágico día menos una cosa: las imágenes de televisión. “Es de lo único que verdaderamente me acuerdo: todo fue muy confuso menos las noticias de la televisión diciendo que mi padre había muerto tras estrellarse el avión. Casi asocio su muerte más a esa noticia que al recuerdo de mi padre. Mi madre nos mandó a mis hermanos y a mí a casa de mis abuelos. Luego supe que se había ido a recoger el cuerpo de mi padre a otra ciudad”. Su padre era Otis Redding, la gran voz del soul, fallecido, junto a miembros de su banda de acompañamiento The Bar-Keys, en la mañana del 10 de diciembre de 1967 en Lake Monona, en las afueras de Madison, tras estrellarse la aeronave en la que viajaban a sólo tres minutos de su destino.

La música popular perdía a uno de los mejores cantantes de la historia. Redding, el artista que le había dado el esplendor más ferviente al soul, se encontraba en su momento álgido cuando se fue para siempre. De hecho, poco después de morir, Sittin’ the dock of the bay alcanzaba el número uno. La gran estrella de la música negra no pudo ver cómo aquella canción, descrita por él mismo como una composición de folk-soul, se convertiría en su mayor éxito. Es más: Sittin’ the dock of the bay estaba pensada para ser el trampolín definitivo de Redding al mundo del pop. “Le encantaba la música pop. Mi madre ha conservado muchos de los discos que compró. En su colección estaban los Rolling Stones, Beatles, Grateful Dead, Jimi Hendrix, Janis Joplin... Quería conocer el pop, le gustaba tanto la música que no quería quedarse en el soul”, explica Karla Redding, hija del mítico intérprete.

Karla, de 53 años, entonces era una niña, la mediana de tres hermanos, que se quedó sin padre demasiado pronto. En conversación telefónica desde Macon, su ciudad natal, reconoce que no son muchos los instantes que conserva en su memoria con Otis. “Todos los recuerdos que tengo están asociados a acompañar a mi padre en sus viajes. Viajábamos mucho y a mí me encantaba. Era muy excitante para una niña de Macon como yo tener un padre que viajaba tanto”, recuerda. En Macon, una ciudad sureña en pleno corazón de Georgia, uno de los Estados más pobres de Norteamérica, viajar de esa forma en aquella época no era lo normal. Su propio padre bien lo sabía.

Nacido en Dawson, Otis Redding se crio en el seno de una familia pobre. Su familia dejó Dawson cuando al progenitor, Otis Redding Sr, un aparcero que también ejercía de predicador en la Iglesia, le salió trabajo en Macon. Se instalaron en Tindall Heights, una zona de edificios de protección oficial. Como a tantos cantantes afroamericanos, la iglesia, ese imprescindible lugar de reunión y actividad vecinal para la comunidad negra en la sociedad estadounidense, le sirvió al joven Otis para desarrollar su amor por la música. “Mi padre no tuvo educación musical a través de una escuela, pero, como mi abuelo, pertenecía a la Iglesia Baptista de la comunidad. Aprendió a cantar ahí”, explica Karla. “Mis abuelos me contaron lo que le entusiasmaba la música desde niño. Fue en la iglesia baptista de Vineville donde cantó en el coro y luego le gustó tanto que, siendo todavía un adolescente, le dijo a mi abuelo que se iba a dedicar a cantar aunque le costara la vida”.

En septiembre de 1959, a la edad de 18 años, Redding conoció a Zelma Attwood, una camarera de Macon. Tuvieron un noviazgo de dos años antes de casarse en agosto de 1961. Fruto de esa unión nacieron tres hijos: Dexter, Karla y Otis III. “Mi madre me ha dicho más de una vez que nunca imaginó que mi padre tuviese tanto talento. Dedicaba las 24 horas del día a querer mejorar en la música”, dice Karla.

La hija de Otis Redding habla con entusiasmo de su progenitor. Es la figura de un padre idealizado, al que apenas llegó a conocer. Pero ella insiste en destacar el tipo de persona que fue. “En Macon, mucha gente que le conoció me recuerda lo maravilloso que era como músico, lo que les transmite con sus canciones. Suenan como si hubiesen sido compuestas ayer, incluso en algunas esquinas todavía puedes oír a alguna pandilla cantarlas. Pero lo que más me gusta es oír a tanta gente que me dice lo buena persona que era”, cuenta. “Por encima de todo, era un tipo normal. Esto que digo no es algo que diga por decir. El nombre de mi padre tiene mucha historia, es un icono de la música, y destacar lo normal que era creo que es toda una virtud”.

A decir verdad, a Redding no se le conocen gestos de estrellona como a un James Brown. Tampoco que se involucrase activamente en asuntos políticos durante su convulsa época, aunque en 1966 participó en el supergrupo The Soul Clan, junto a Solomon Burke, Wilson Pickett, Don Covay, Ben E. King y Joe Tex, que intentó a través de un disco dar conciencia a la comunidad negra a través del soul. De hecho, el papel de Redding fue especialmente simbólico. Con su pasional forma de cantar y concebir la música, aportó una identidad extraordinaria a los negros norteamericanos en plena segregación, como antes de otra forma hicieron los bluesmen del Mississippi o los jazzmen del be-bop. “No era un hombre involucrado en la lucha de los derechos civiles como un asunto político, pero creía profundamente en el respeto. Veía la música como un poderoso elemento para conectar a las personas”, sostiene su hija, que está al frente de una fundación en Macon para impulsar la música con los jóvenes y niños.

Otis Blue, publicado en septiembre de hace 50 años, es tal vez el mejor exponente del significado de Otis Redding en la música popular. Ahora, este álbum capital está de aniversario y se reedita con material extra: tomas alternativas de canciones como Respect, Shake u Ole Man Trouble y pistas en directo recogidas en el Whisky A Go Go o su gira europea de 1967. “Otis Blue lo considero una obra maestra de toda la historia de la música”, afirma Karla. “El soul sirve para mostrar altas emociones: amor, pasión, alegría, tristeza... Es una música poderosa”, añade, aunque reconoce que la canción favorita de su padre no se recoge en ese álbum: “Es Love Man. Creo que describe a la perfección quién era Otis. Era alguien que, por encima de todo, quería amar a las personas. A mi madre, a sus hijos, a su comunidad, a sus fans…”.

Otis Redding, una voz eterna, un gigante del soul, un mito… y también un padre ausente, aunque, en esto último, gracias al extraño poder de la música, no del todo, tal y como asegura su propia hija: “He conectado con mi padre a través de sus discos. A medida que ido creciendo, he escuchado sus discos para conocer las emociones de las que habla. Suelo dedicar una parte de los sábados a escuchar discos de soul y recurro mucho a los de mi padre. ¿Por qué? Nadie expresa esas emociones como mi papá”.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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