La Tate Modern expone a los nuevos iconos del ‘pop art’
El grueso de los autores de los más de 150 títulos de la muestra 'The World Goes Pop' son grandes desconocidos para el público general
La iconografía que despliega la Tate Modern en el estreno de la nueva temporada museística de Londres es reconocible al instante. Los colores planos y brillantes que beben del mundo del comic, la impronta del diseño gráfico, los motivos publicitarios y los envases de productos comunes elevados a la categoría de arte como celebración o crítica, según las lecturas, de la cultura de consumo… Pero no estamos ante la enésima exposición consagrada a la vertiente más conocida del pop art, porque lo que aquí destaca es la ausencia de sus grandes nombres –los de Warhol, Lichtenstein o Blake-, en pro de una nutrida nómina de artistas que desde diversos puntos del globo reinterpretaron ese movimiento para reflejar la propia idiosincrasia política y social. Y que utilizaron ese lenguaje visual tan atractivo y cercano a las masas como bandera de protesta.
Los nombres que firman el más de centenar y medio de títulos de la muestra The World Goes Pop son en su grueso grandes desconocidos para un público que asocia exclusivamente el pop art con la escena neoyorquina de los sesenta y setenta del pasado siglo y, en menor medida, quizá con la hermana londinense. Procedentes de áreas tan diversas como Japón, la antigua Unión Soviética, Europa, Oriente Medio o Latinoamérica, estos artistas coetáneos cuyos trabajos se exhiben por primera vez en el Reino Unido tienen en común una estética y formatos que recurrieron a esa imaginería trocada del sueño americano para llevarla a su propio terreno, el de la denuncia de las normas establecidas en su hábitat geográfico.
Destaca la ausencia de los grandes nombres del 'pop art', como Warhol, Lichtenstein o Blake
Como el Festival de Muñecas de Ushio Shinohara, un tríptico que en 1966 ilustraba las figuras sin rostro de un grupo de japoneses caracterizados al modo tradicional y en torno a un vaquero tocado con el famosos gorro Stetson, en una denuncia de la creciente americanización de la cultura nipona. O la imagen del soldado sojuzgando y hundiendo la cabeza de un preso del Vietcong en una tinaja de agua, mientras en la parte superior de la pintura aparecen invertidas las figuras de cinco mujeres exhibiendo corsés de lencería. El francés Bernard Rancillac concibió la contemplación de ese lienzo (1966) de forma reversible: los horrores de la guerra del Vietnam desaparecían girando el cuadro 180 grados para deleitar al espectador con las últimas y picantes propuestas de la moda, a imitación de unos medios de comunicación que, tras relatar la cara más negra de la actualidad, invitaban inmediatamente al olvido con noticias intrascendentes, coloristas y más del gusto del público.
La rebelión de mayo del 68, el miedo del establishment occidental a la infiltración comunista en la era de la Guerra Fría o el impacto de las emergentes tecnologías protagonizan la temática de una obras que conforman la historia alternativa del pop art. La de culturas muy diversas que, por ejemplo en el caso de los españoles Eulàlia Grau y Rafael Canogar, recrean muy gráficamente la represión franquista a partir de materiales que abarcan desde la emulsión fotográfica al poliéster o la madera.
El cuerpo de la mujer, manipulado y enaltecido como objeto privilegiado del consumo, tiene su réplica en unas obras que lo transforman en el marco de un televisor o en piezas desmembradas que ejercen de cojines de un sofá. La exposición da tribuna de este modo a artistas pioneras del pop art, como Judy Chicago o Marisol Escobar, esta última gran amiga de Andy Warhol pero relegada en una atención que solo puso el foco en las firmas masculinas del movimiento.
El epílogo de la exposición -desde este jueves hasta el 24 de enero- exhibe una pintura de la famosa lata de la sopa Campbell que desfragmenta uno de los iconos de Andy Warhol, al tiempo que plantea el riesgo del propio arte de convertirse en sí mismo en un producto más de la sociedad de consumo. Porque las réplicas del pop art que emergieron en latitudes muy distantes de Nueva York nunca dejaron de cuestionarse el medio que transportaba el mensaje...
Babelia
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