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NUEVA COLOCACIÓN, MISMO GENIO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Goya “en su sitio” (tránsitos y usos del paisaje usado)

El artista analiza el cambio de ordenación de los cartones del pintor que presenta el Prado

'Baile a orillas del Manzanares', óleo que pintó Goya en 1776-77.
'Baile a orillas del Manzanares', óleo que pintó Goya en 1776-77.MUSEO DEL PRADO

Los visitantes del Prado están de suerte: el museo presenta la nueva ordenación de los cartones de Francisco de Goya teniendo como antecedente la reciente y excepcional exposición Goya en Madrid. Su agrupación temática incluye obras de artistas coetáneos, mientras apuesta por singularizar la autonomía pictórica de cada obra, huyendo de cualquier comparación con los tapices para los que fueron creados y de anteriores montajes o dispositivos historicistas.

Es fascinante comprobar la capacidad del Goya para conjugar las directrices de Mengs o las convenciones de un rococó localista en las clases sociales más altas, con otras maneras más crudas y sofisticadas de entender la escritura pictórica que recaen en los menos pudientes y en lo más residual del cuadro. Ejemplos son los rostros y las facturas de La cita o El cacharrero, devolviéndonos a esa pintura expandida y móvil del último Tiziano o Velázquez.

Otras claves importantes de estas pinturas son los lugares donde acontecen las acciones. Localizaciones distintas, nada convencionales, paisajes que conducen a las afueras de Madrid, y que remiten al paisaje sereno pero usado. Lugares que son límite de lo urbano, donde el ciudadano en su tránsito hacia lo natural se aventura a la exploración del juego y de la otredad mas allá de las convenciones, algunas de ellas prohibidas por el aspecto regulador o civilizador del Estado —lugares aparentemente fútiles donde la gente genera el divertimiento—. Estas localizaciones de los cartones y sus similares hoy en día hablan de un menor control y de la relajación de las costumbres, donde se unen la clase proletaria con unas deseantes y travestidas clases media y alta: una visión contemporánea del paisaje y del lugar que existe hoy en día como experiencia primigenia y funcional de lo periférico. Pensemos en esos usos lúdicos, o de cualquier otro tipo del tráfico humano de la Casa de Campo, o del trasiego diurno y nocturno de los polígonos que rodean la ciudad.

Estos lugares y su uso se convierten en tránsito y ubicación hacia lo campestre, a lo jocoso, también hacia la sordidez encubierta por el follaje y a los aspectos menos normativos del comportamiento convencional. Paisajes que en algunos casos llegan a ser desagües en ese camino intermedio entre lo urbano y lo salvaje, entre los estresantes centros de trabajo y los nuevos núcleos poblacionales de felicidad impostada que han surgido fuera de las ciudades.

Estos lugares paisajes de los márgenes permiten, como apunta Gilles Clément en su Manifiesto del Tercer Paisaje, el cultivo de la cultura en sus rincones más olvidados. ¿No es acaso esta multitud de lugares un refugio para la diversidad de especies y de comportamientos que en otros lugares sería rápidamente expulsada? Lo paradigmático es quizás el deseo ilustrado que subyace en los cartones, mejor dicho, en los tapices de los cartones, donde esta diversidad se neutraliza falsamente a la hora de convivir con sus dueños (los reyes), donde la variedad de tipos y costumbres se corporativiza por el propio formato textil. Sin embargo, las pinturas de los cartones siguen resultando un tanto inverosímiles por la otredad manifiesta y su connivencia con el Estado.

Los escenarios de Goya no expresan ni el poder ni la sumisión, tal y como argumenta Sieyes en su panfleto ¿Qué es el Tercer Estado?, en relación con esa nueva sociedad que surge en este periodo, y que nos lleva a leer, indudablemente, a los protagonistas de estas pinturas y sus lugares como refugios o habitáculos de formas que no encuentran su lugar en otros territorios. Estos terceros y usados paisajes están, probablemente, por encima de los retos territoriales y de los límites oficiales, comenzando a adquirir una condición política, convirtiéndose en intersticios, en territorios de nadie o en fragmentos compartidos de una conciencia colectiva, que inventa y crea, tal y como Goya lo plantea. Hay, sin duda, una necesidad de escape y de colonización de un nuevo lugar que hasta ahora no formaba parte de lo habitable, de los centros neurálgicos, y cuyas fronteras lo condiciona como zona periférica.

Si los cartones y sus lugares acaban institucionalizados, al menos en los tapices, revela la captación por parte de los estamentos oficiales de los espacios de ocio y de lo aparentemente improductivo, de lo no reglado, regularizando aquello que se escapa a las formas preestablecidas. Goya se convierte en un mediador que hace visible lo irracional, lo enfermo, lo desestructurado, lo incómodo, los espacios de inseguridad y de placer, aquello que, en un principio, no tenía claras expectativas y que surge en medio de una invención desenfrenada, cuando las clases y los lugares de los cartones parecen entregarse a un inconsciente irresoluto, en oposición al lugar organizado, el espíritu que se extravía y se reinventa constantemente.

Cualidades contemporáneas que permiten a Goya seguir siendo un lugar seminal y visionario para artistas tan dispares como los simbolistas belgas o expresionistas alemanes, pero también para proyectos expositivos tan diferentes como la reciente Sade. Attaquer le soleil, del Museo de Orsay, o la inminente Goya. Retratos, en la National Gallery de Londres.

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