María Cañas y la sorna contradictoria
El talante crítico de la artista se muestra en los fotomontajes y la videoinstalación que forman parte de la exposición que le dedica el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo

Canta Camarón y Michael Jackson baila a su compás. Steve McQueen, a la sombra de la Torre Pelli, señala los riesgos de los edificios altos en caso de incendio. Capirotes cofrades mutan de pronto en los del Ku-Klux-Klan; los cirios, en antorchas nazis, y los fervorosos devotos, en chicas histéricas en un concierto de Michael Jackson. Todo esto va más allá del humor: es un tejido, denso y cuidadoso, de nuestro disparatado modo de vida. María Cañas (Sevilla, 1972) prolonga el fotomontaje en hábiles found footages. El cáustico fotomontaje de Hannah Höch oponía a viejos y nuevos valores el absurdo de una guerra y una Europa destrozada. Las obras de Cañas evitan el absurdo. Más que el sarcasmo, buscan, con sorna, la contradicción. Toma un elemento que alaban las instituciones, sanciona el mercado y recomiendan voceros de unas y otro, y lo opone a otro elemento, también respetado, que lo contradice.
Hace años, el arte trabajaba al hilo de la Historia (con mayúscula), confiando en la utopía. Hoy, más cauto, prefiere hacer sentir la china en el zapato: mostrar la línea de sombra que oculta todo discurso. Esto exige esfuerzo para buscar y talento poético para elegir imágenes que, como los enunciados de Foucault, señalen rasgos de nuestra cultura. Cañas acumula un amplio archivo porque, frente a creyentes de ayer en la Historia y de hoy en el Mercado, prefiere rastrear síntomas que asentar principios inconmovibles. Con su indagación, Cañas combate fetiches (sagrados o no) y tópicos y aborda temas delicados: el patrioterismo y la adicción tecnológica.
Un señor con sombrero texano (como el de George W. Bush) toca en una pradera torpemente el himno español. A tal son acuden numerosos toros. Son bravos, pero permanecen firmes, fascinados. El nacionalismo parece no tener caducidad. En otra sala, sobre basura electrónica amontonada, habla de la adicción al smartphone. Entre los botones del móvil aparece el ojo electrónico de Hal, la feroz computadora de 2001, una odisea del espacio. A tal controlador (nuevo panóptico) se asimilan las nuevas tecnologías. Cañas lo señala con humor como también lo hace en los muros: convierte el logotipo de Google en God, y debajo, el inevitable mensaje: buscar. Más claro aún al final de la muestra, con un escueto Menos Face y Más Book.
El talante crítico de Cañas se muestra además en sugerentes fotomontajes y en su obra más ambiciosa: la videoinstalación Risas en la oscuridad es un punzante recuerdo del trágico destino que reserva a la mujer una cultura, la patriarcal, que amalgama deseo y destrucción. El fuego, protagonista de la obra, es figura de una pasión que sólo busca poseer y signo a la vez del terror que despierta el otro, la mujer.
María Cañas. Risas en la oscuridad. Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, Sevilla. Hasta el 11 de octubre.
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