Roca Rey huele a figura
El debutante novillero peruano cortó una oreja tras una actuación poderosa y variada
Tras triunfar en Madrid y Sevilla, el novillero peruano Roca Rey se presentó en Pamplona dispuesto a recalcar que quiere ser figura del toreo. Le sobra valor, conoce la técnica, tiene gusto con los engaños en las manos, posee personalidad y vende muy bien eso que dicen todos los toreros que llevan dentro.
El Parralejo/Posada, Varea, Roca
Novillos de El Parralejo, bien presentados, blandos, sosos y nobles. Destacaron cuarto y quinto.
Posada de Maravillas: pinchazo y casi entera (silencio); estocada caída -aviso- y cuatro descabellos (vuelta).
Varea: pinchazo y casi entera fulminante (vuelta); pinchazo, -aviso- y media estocada (ovación).
Roca Rey: dos pinchazos y estocada (silencio); estocada (oreja).
Plaza de Pamplona. 5 de julio. Novillada. Primer festejo de la feria de San Fermín. Casi lleno.
Lo que lleva dentro Roca Rey es un pundonor extraordinario, un deseo irrefrenable de encaramarse al primer puesto del escalafón de novilleros, sorprender en cada actuación y tomar pronto la alternativa con la aureola de quien parece nacido para destacar en esta difícil profesión. En una palabra, Roca Rey huele a figura.
Sin duda alguna, ha sorprendido en San Fermín ante una novillada dulzona, nobilísima y muy blanda de El Parralejo, ante la que demostró que, cuando un torero quiere, no hay fenómeno meteorológico ni toro blandengue y soso que le impida llamar la atención del público. No importó la sosería de su primero ni la invalidez del último, porque ante ambos asentó el debutante las zapatillas, se dejó rozar los pitones por los muslos y trazó capotazos y muletazos de mucho mérito. Las dos grandes ovaciones de la tarde las consiguió tras un quite ajustadísimo por gaoneras y otro del mismo tenor por chicuelinas y tafalleras. En ambos se mantuvo firme y derecho como una vela a pesar de que el ¡huy! resonó en los tendidos.
Por estatuarios comenzó la faena ante el soso tercero, en la que el torero derrochó la emoción de la que carecía su oponente. Valeroso en todo momento, vendió muy bien su mercancía y cantó a los cuatro vientos que viene dispuesto a todo. Hasta cinco veces mordió el polvo el inválido sexto, pero Roca Rey no se amilanó y dictó toda una lección de firmeza, confianza y seguridad en sí mismo. Por eso, con todo merecimiento, paseó una oreja. Roca Rey es un torero sonriente, da la impresión de que posee una gran fe en sí mismo, y busca el triunfo con verdadero interés, lo que se transmite con rapidez a los tendidos.
Caso contrario parece ser el de Varea, que posee condiciones toreras, pero proyectó una imagen de frialdad, seriedad y aparente conformismo. Maneja con corrección los engaños, no dijo nada ante el descastado segundo, y no estuvo a la altura del buen novillo quinto, que embistió mucho y la labor no consiguió levantar el vuelo.
Volvía Posada de Maravillas tras la grave lesión que sufrió el pasado año en la mano derecha en esta misma plaza. Es torero animoso, con gracia, empaque y gusto, pero no fue capaz de redondear faena de triunfo con el mejor novillo de la tarde, el cuarto, que embistió repetidamente.
Posada de Maravillas, que se lució a la verónica en su primero -un animal muy blando-, trazó buenos muletazos con ambas manos, pero no supo armar una obra conjuntada y maciza. A pesar de ello, el generoso público le hubiera pedido las orejas si no falla con el descabello.
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