El hombre que lo dibujó (casi) todo

Cuando Garciíta viajó por primera vez a Nueva York, llevaba una dirección y una carpeta. No necesitaba más: las coordenadas de la sede de DC Comics y sus dibujos para enseñar. Ni siquiera tenía una cita. Al fin y al cabo eran los setenta, cuando ni se usaba el mail y los problemas se hablaban en persona. Aún así, cuando el joven José Luis García López (Pontevedra, 1948) llegó ante el edificio que tenía apuntado se llevó un disgusto. Resulta que la editorial se había mudado.

Sin embargo, ese aventurero es hoy uno de los dibujantes más famosos de DC Comics y el invitado quizás más admirado del festival Metrópoli que se celebra en Gijón. Muchos visitantes aseguran haber venido por él, y compañeros de profesión como Carlos Pacheco le tienen en un pedestal. Así que, evidentemente, esa historia tuvo final feliz. "Llamé a un dibujante argentino que conocía, Luis Ángel Domínguez. Era un miércoles, justo el día en que los free lance hacían su ronda por las editoriales. Así que me llevó a Western Publishing y DC", cuenta García López. Enseñó su obra y ese mismo día le cogieron en ambos sitios. DC le pidió ponerle la tinta a una historieta de Clark Kent. Era el primer ladrillo para construir un mito.

Tan en serio se lo tomó Garcíita, como le llamaba Domínguez, que no quiso buscar más trabajos: su amigo le propuso intentarlo con Marvel pero él rechazó. Bastante tenía con ser el primer español en poder tocar a Superman. Desde entonces García López se ha pasado 40 años retratando al hombre de acero, Batman y los otros iconos de DC. "Lo he dibujado prácticamente todo", suele decir.

Considerado una leyenda del cómic a ambos lados del océano, el dibujante habla sin embargo con la humildad del novato. Da igual que haya trabajado con el mítico guionista argentino Héctor G. Oesterheld o haya estado nominado dos veces a los Eisner (los Oscar del cómic). Sus palabras son las del Garciíta joven soñador. Así, reconoce el pánico que aún le tiene a la página en blanco y se ilumina cuando se le pregunta por sus recuerdos de su Galicia natal, que dejó a los cuatro años para vivir en Buenos Aires. Hasta los enumera: "Una casa antigua con un techo bajo, mi abuelo, la calefacción en el tren, el color del mar en Vigo...". Y, al terminar la entrevista, se sorprende de su duración: "¿He hablado 42 minutos? ¿Yo?".

Sí, en efecto. Mientras, le ha dado tiempo a desgranar su relación personal con los héroes que le han hecho famoso. Empezando por el más célebre: "Me puedo llevar bien con todos los superhéroes salvo con Superman. Eso sí, le estoy muy agradecido". Sus desencuentros con el hombre de acero vienen de lejos. Y se deben sobre todo a la escasa libertad que supone retratar al símbolo de DC. "Si le cambiabas incluso solo un pelo venía un asistente del editor y te lo retocaba", rememora.

En realidad, entre creador y superhéroe no hubo flechazo ni el primer día. "Me dieron Superman para dibujarlo. Y lo acepté como otro trabajo cualquiera. Domínguez no se lo podía creer: ‘¡Garcíita, pero te están dando uno de los personajes más famosos del mundo!", recuerda el autor. Pero Garcíita era y es así. Apenas hablaba inglés, recibía los encargos, haz esto, haz lo otro y él cumplía. Trabajaba hasta 15 horas diarias porque necesita esmerarse en todo lo que hace. "Por eso soy tan lento produciendo", dice.

De Batman y Wonder Woman, otros de sus hijos, el creador habla con más ilusión. Pero, en general, sus palabras sobre los superhéroes contienen cariño, nunca amor, tanto que prefiere presumir de otras obras, de miniseries como Cinder and Ashe y Twilight. Garciíta siempre quiso ser dibujante, pero no de tipos disfrazados: "Empecé en Argentina, en algunas editoriales pequeñas y en una más grande, que llamábamos El banco porque era la única donde el dinero estaba seguro. Hacía historietas de aventura, adaptaciones de Lope de Vega, Cervantes o Tirso de Molina. Eso era lo que más me agradaba". De ahí que en EE UU necesitara un periodo de aprendizaje para entender a quién estaba dibujando.

En realidad, el creador no precisa de mucho contexto para sus creaciones: "Trato de darle personalidad a la obra, pero no necesito conocer la historia detrás. Podría dibujarle ahora a usted sin saber nada de su vida". Hoy el creador sigue retratando a sus personajes fetiches, aunque más para juguetería y ropa que para las historietas. Sus horas de trabajo han pasado a unas cuatro o cinco diarias. ¿No tiene algún proyecto en el cajón? "Cada vez que acudo al cajón no encuentro nada. Antes no tenía tiempo, ahora me falta la energía". Eso sí, García López se dice atraído por las novelas gráficas francesas y admite que le gustaría hacer "algo de fantasía". Un paso más, para llegar a dibujarlo todo.