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Una jornada festivalera (casi) perfecta

Cracker, Reigning Sound, Mastodon, Off! y Wovenhand ejercen de póker de ases en la clausura del Azkena Rock Festival

El guitarrista de Cracker, Johnny Hickman, a la izquierda, y David Lowery, durante su actuación en el Azkena Rock Festival de Vitoria.
El guitarrista de Cracker, Johnny Hickman, a la izquierda, y David Lowery, durante su actuación en el Azkena Rock Festival de Vitoria.david aguilar (efe)

Por muy prometedor que sea un cartel, lo normal en cualquier jornada de un festival es la irregularidad. Incluso las bandas que más expectación despiertan, o las más apetecibles desde una perspectiva exclusivamente musical, pueden caer víctima de circunstancias variadas e ineludibles. En general, cuando uno va a un festival puede darse con un canto en los dientes si ve un par de buenos conciertos al día. Pasables lo son casi todos, y muchos de ellos resultan interesantes desde algún punto de vista, pero buenos, lo que se dice buenos, no acaban resultando tantos. Lo dicho, un par al día es una buena cifra, aderezada con algún descubrimiento inesperado, alguna curiosidad e incluso algún pestiño al que poder poner a parir durante días en conversaciones de amigos y redes sociales. Por eso, asistir a una jornada festivalera en la que se encadenen cinco conciertos de altura es todo un hito.

Así se vivió ayer en el cierre de la edición de este año del Azkena Rock Festival, y se hizo sin trampas, con un puñado de bandas que, en su mayoría, venían a presentar su último disco, no sólo a ejecutar festivamente su pertinente lista de hits. En este caso, el mérito recae sobre la organización, que diseñó un programa basado en bandas que, con estilos muy diferentes, coinciden en la circunstancia clave de encontrarse en un excelente momento de su carrera.

Reigning Sound y Cracker, por ejemplo, acaban de facturar sendos álbumes superlativos: los primeros el año pasado, con uno de los títulos más justamente alabados de 2014; los segundos hace unos meses, con un álbum doble que podemos considerar desde ya como uno de los discos más interesantes de este año. David Lowery y Johnny Hickman, cabezas pensantes de Cracker, estrenaron su Berkeley to Bakersfield en Vitoria con una formación renovada, ejecutando un concierto absolutamente redondo en el que fueron del rock al country, al pop y de vuelta al country-rock, sin perder en ningún momento un sólo ápice de personalidad. Abrieron con dos clásicos de su repertorio, One Fine Day y Gimme One More Chance, y enseguida se metieron de lleno en el fascinante cancionero de su nuevo disco, dividido específicamente en un disco de rock (Berkeley) y un disco de country (Bakersfield). En directo alternaron cortes de uno y otro, como los contundentes March Of The Billionaires y El Cerrito, el tradicional California Country Boy o el crepuscular Where Have Those Days Gone, antes de volver a alguno de sus clásicos como Euro-Trash Girl. Lowery y Hickman dominan el escenario de forma pasmosa pero, ante todo, tienen canciones incontestables y un gran sonido en directo. Como fórmula resulta bastante imbatible.

Algo parecido ocurre con Greg Cartwright y sus reinventados Reigning Sound: no necesitan mucho más que sus canciones para ofrecer un concierto estupendo, porque son así de buenas. Cartwright y los suyos ocuparon el escenario más pequeño del festival y lo convirtieron en un auténtico festín de garaje sesentero con ramalazos de R&B primigenio y pub-rock, y lo hicieron canción a canción, sin despeinarse, con una banda sólida y la fantástica voz del líder capitaneando temas tan redondos como Stop and Think It Over, Bound To Let Me Down, Your Love Is A Fine Thing, If You Can’t Give Me Everything, North Cackalacky Girl, You Got Me Hummin’, Never Coming Home o su versión del Black Sheep de Sam the Sham and the Pharaohs.

Sin salirnos del sur de Estados Unidos, pero cambiando radicalmente de estilo, llegó el turno de Mastodon, que en cierta forma ejercían como cabezas de cartel de la jornada. El apabullante cuarteto es responsable de la nada fácil tarea de llevar sonidos metaleros a la primera línea de la actualidad musical, conquistando algunos aspectos del mainstream sin comprometer demasiado su línea estilística. Su cita en Vitoria se encontraba dentro de la gira de presentación de su nuevo álbum, One More ‘Round The Sun, y no hicieron ninguna concesión en ese aspecto: aunque sonaron temas extraídos de casi todos sus álbumes, el nuevo registro fue el protagonista, conectando con el público particularmente con singles del mismo como Motherload, Chimes At Midnight o High Road. Aunque el aspecto vocal de la banda se resiente mucho en directo, su capacidad instrumental es tremenda y en directo suenan como una auténtica apisonadora, incluso en pasajes de una gran complejidad. Tampoco tienen miramientos a la hora de ejecutar un instrumental como Bladecatcher (una apuesta bastante arriesgada en un contexto festivalero) antes de atacar su fabuloso Black Tongue, ni de cerrar el con el progresivo tiempo medio de The Czar, lo que deja bien claro su compromiso con su propia identidad. Muy pocas bandas podrían hacer lo que hacen estos tíos, y menos aún podrían hacerlo tan bien.

La buena racha continuó con el supergrupo Off!, compuesto por miembros de bandas tan emblemáticas como Black Flag, Redd Kross o Rocket From The Crypt, que descargaron un concierto de hardcore y punk perfecto de principio a fin. El cuarteto angelino bebe de todas las fuentes del género y dispara de forma urgente tema tras tema sin flaquear un segundo, con fuerza y carácter. Keith Morris tuvo que aderezar el setlist con presentaciones y agradecimientos que serían innecesarias si no se diese el caso de que cada tema de la banda duraba poco más de un minuto de media. Aún así, la casi treintena de temas que tocaron en los pocos más de cuarenta minutos de concierto fueron un auténtico mazazo de punk genuino y muy difícil de mejorar.

Tras la irrelevante actuación de los también irrelevantes (al menos a estas alturas) Ocean Colour Scene, llegó el colofón del festival y del póker de ases de la segunda jornada de mano del reverendo David Eugene Edwards y sus Wovenhand, que también presentaban disco. Muy consciente del festival en el que se encontraban y de la hora a la que tenían que tocar (casi las dos de la madrugada), Edwards optó por ejecutar un concierto agresivo y eléctrico, prácticamente sin pausas y sustentado sobre un repertorio que aunó la característica energía chamánica de la banda con un sonido denso y claustrofóbico que mantuvo en trance a la audiencia a lo largo de algo menos de una hora. No hizo falta mucho más para poner un cierre perfecto a una jornada casi perfecta. Cinco conciertos de categoría del tirón. Nada menos.

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