La memoria de Christopher
Decir que sir Christopher Lee era una fuerza de la naturaleza es quedarse corto. Acotar su grandeza diciendo que fue un Drácula inmortal sería injusto, aunque su interpretación del monstruo clásico salido de la mente de Bram Stoker fue una de sus papeles que más me impresionó de niño.
Por eso cuando se me presentó la oportunidad de ofrecerle el papel de narrador en la historia "La caída de la casa Usher en mi película Narraciones extraordinarias, no lo pensé dos veces y mediante la intervención del actor Bruto Pomeroy logré convencerle de retomar la narración de Poe para un pequeño filme de animación. Al principio, Lee era reacio a volver al género de terror que de alguna forma le había hecho famoso, y en los primeros minutos de grabación, me rebatía cada línea de diálogo, protestando con su voz profunda: "Esto no lo escribió Poe así", levantándose de su butaca y yendo a la biblioteca para traerse el libro original del poeta.
Pero poco a poco el viejete gruñón fue dejando paso al actor genial, mostrándome que su inicial rechazo a mi guion era solo una broma, una especie de test de fuego por el que me hizo pasar para ganarme su confianza. Lee, con sus entonces 89 años, grabó su increíble papel en pantuflas y bata. Improvisamos un estudio de grabación en la cocina de su casa para que todo fuese mas cómodo y no tenerle que hacer desplazar a un estudio de grabación convencional. Su mente en aquellos días estaba puesta en el mundo de la música, sabiendo que cuando uno tiene cerca de 90 años, ha hecho más de 250 películas y ha vivido una vida tan intensa como la suya, puede hacer lo que le venga en gana, y en este caso lo que le apetecía hacer era cantar en una banda de heavy metal.
Christopher Lee, entre línea y línea, me contó que estaba preparando un musical basado en la vida de Carlomagno, lejano antepasado suyo, y que realmente lo que le hacía ilusión era poder cantar algún día con Antonio Banderas. Al final de la sesión compartimos una taza de té mientras que Lee desgranaba anécdotas de su dilatada vida. Juan Aneiros, su asistente personal, manager y confidente al control de la sesión de grabación, bromeaba continuamente con Lee presionándole para que contase sus aventuras en el servicio secreto británico durante la Segunda Guerra Mundial, un tema espinoso en el que los silencios del actor contaban más que sus palabras. Un juego privado entre suegro y yerno en el que su hija Christine entraba también manteniendo al actor continuamente en guardia. La conversación se extendió más de cuatro horas mientras que Lee me buscaba una foto autografiada para regalarle a Banderas mientras firmaba una selección de retratos en sus papeles más significativos dándome a elegir entre el conde Dooku de Star Wars, Saruman de El Señor de los anillos, o Lord Summerisle de El hombre de mimbre. El conde Drácula, en cambio, misteriosamente ausente en la selección.
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