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Los Stradivarius del Palacio Real se despiertan

Un cuarteto hace sonar hoy en Madrid la única colección del maestro que sigue unida

Los integrantes del Cuarteto Quiroga: desde la izquierda, Aitor Hevia, Cibrán Sierra, Josep Puchades y Helena Poggio.
Los integrantes del Cuarteto Quiroga: desde la izquierda, Aitor Hevia, Cibrán Sierra, Josep Puchades y Helena Poggio.Patrimoinio Nacional

Desde el otro lado de la vitrina, la colección de los Stradivarius puede parecer otro objeto de museo más del Palacio Real de Madrid. Pero estas joyas únicas, ubicadas en el monumental edificio de la plaza de Oriente, son casi entes vivos que aguardan su resurrección una vez superado el límite del frío cristal. Única colección del maestro de Cremona que se mantiene unida en el mundo, y concebida como regalo para la Casa Real española, estas cuatro piezas solo despiertan de su letargo cuando las toman en sus manos los miembros del Cuarteto Quiroga. Hoy, y con obras de Joaquín Turina, Maurice Ravel y Joseph Haydn, estas obras de arte volverán a llenar de música los salones del palacio.

“Lo peor que les puede pasar a estos instrumentos es estar mucho tiempo en la vitrina. Cuanto más se tocan mejor suenan”, dice Helena Poggio, violonchelista del conjunto, que goza del privilegio de ser cuarteto residente de la residencia palaciega desde 2013. “Imagínate estar un mes sentado sin moverte, y después de ese mes al hacer un gesto cómo se siente tu cuerpo. Pues es lo mismo: un instrumento que no se usa está anquilosado, duro, si a la madera no se le da vibración se queda dormida. Al principio les cuesta responder, pero si salen varias veces al año, recuperan el esplendor. Cuando los dejamos nos da pena, porque notamos que están respondiendo”, explica Josep Puchades, que se encarga de resucitar la viola de la colección, única decorada de las creadas por el lutier italiano. Stradivarius solo decoró con marfil e incrustaciones 11 de sus creaciones, y cuatro de ellas son estas, custodiadas por Patrimonio Nacional.

Pero que el cuarteto los toque no significa que estos instrumentos estén a su merced. Las cuatro joyas tienen vida propia, y es necesario negociar con ellas si se quiere sacar de su madera el sonido que encierran. “Tienen una personalidad muy fuerte. Son como animales que necesitan ser domados. Al principio nos costó mucho, porque no se dejan tocar como tú quisieras tocarlos”, cuenta Aitor Hevia, primer violín del cuarteto. A esto se añade que cada músico que ha ido construyendo la historia del instrumento desde su creación a principios del siglo XVIII, modelando su sonido con sus manos, ha ido dejando en él algo de sí mismo. “Hay casos de instrumentos que han pasado por las manos de grandes músicos y que luego han caído en otras manos y que, durante un tiempo, han conservado el sonido de su antiguo dueño. Siempre queda un poso aunque hagas el instrumento tuyo con los años”, dice el violista. “Nosotros solo somos pasajeros en la historia de esta pieza”, añade Cibrán Sierra, segundo violín del grupo.

Cada vez que ensayan, siempre dentro de las dependencias palaciegas, reciben la atenta mirada de los conservadores y los agentes de seguridad. Y admiten que siguen sintiendo respeto cuando toman esta colección en sus manos. “Cada vez que levanto el violonchelo siento una gran responsabilidad, porque no tienes en tus manos algo que sea de unos pocos, sino que es patrimonio de todos”, explica Poggio. Una responsabilidad que hasta hace un par de años era una utopía, como cuenta el violista, que soñaba de pequeño con poder tocar estos ejemplares que se escondían detrás de la vitrina sin pensar que un día podría hacerlo de verdad. “Después de tantos años, poder tocarlos y compartir esa música con tus amigos es algo increíble”, confiesa. Como es también un sueño cumplido poder vivir del cuarteto en una España en la que los conjuntos de cámara lo han tenido complicado para subsistir. Eso sí, a base de “sangre sudor y lágrimas”. “Creo que por primera vez en nuestra historia, la música de cámara está floreciendo de verdad. En España siempre hemos tenido grandes solistas de cuerda, directores de orquesta, cantantes… pero casi nunca ha habido conjuntos de cámara que hayan podido vivir de ello”, dice Sierra.

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