Escritores feriantes

Una lectora se acercó el viernes pasado a la caseta de la asociación de editores independientes Contexto y, tras hojear un volumen de las recientes Crónicas de la Era K-pop (Impedimenta) preguntó al librero si lo había leído. “No solo lo he leído”, respondió, “sino que lo he escrito”. Y era cierto: quien hablaba era el autor, Fernando San Basilio, escritor y veterano currante de la Feria del Libro, con diez ediciones a sus espaldas.

Como los escritores no tienen ni rabo, ni cuernos, ni ningún otro signo distintivo, resulta difícil adivinar si el que te atiende tras un mostrador lleno de libros escribe o no escribe. Pero en la Feria el talento literario no solo anida en las páginas que se venden o en los escritores que van a firmar sus obras, sino también en muchos otros autores (algunos en ciernes, otros con una nutrida obra a sus espaldas) que aprovechan para trabajar como feriantes librescos durante estas dos semanas, inmersos en la más densa telaraña del mundillo editorial. Y es que es difícil sobrevivir juntando letras.

“En las solapas de los libros siempre queda bien que un autor haya sido estibador o mozo de cuerda, que tenga una biografía trepidante, pero lo importante son los textos y, al final, los escritores solemos trabajar en cosas relacionadas con el libro y la cultura”, dice San Basilio. “En realidad escribir es lo que menos se hace”. Como caso extraño dentro de la literatura, San Basilio recuerda al escritor chino Yu Hua (autor de ¡Vivir! o Crónica de un vendedor de sangre, publicadas por Seix Barral), que antes era dentista. “Caray, eso sí es un trabajo con gracia”.

“Me dedico a corregir, traducir, o trabajar en la feria, todo tipo de ocupaciones como freelance relacionadas con el mundo de libro, para estar en contacto con lo que me gusta”, dice Abraham Gragera, poeta de reconocido prestigio. Se le puede encontrar en la caseta de Pre-Textos, editorial en la que ha publicado su obra. La última entrega es El tiempo menos solo. “No suelo hacer mucha vida literaria, así que aquí puedo tratar con la gente del mundillo, lo que me da mucha energía. Es un placer, además, recomendar libros que me gustan y tratar con lectores de verdad”. Lo que no le gusta tanto al poeta es el fastidio de las poéticas gramíneas del Retiro y algún que otro cliente maleducado.

La caseta de Atalanta, repleta de tomos azul oscuro, parece un oasis de frescor bajo el implacable sol. Allí dentro no solo trabaja un escritor, sino dos: Manuel Astur, autor de Quince días para acabar con el mundo (Principal de los Libros), y Sergi Bellver, autor de Agua dura (Ediciones del viento). Además, de casualidad, está de visita Juan Soto Ivars, que también trabajó sus años por estos lares. Juntos formaron hace años el polémico grupo Nuevo Drama.

“La gente seria tiene un trabajo normal y luego escribe en su tiempo libre. No como nosotros”, dice Bellver. “Como escritor”, continua, “trabajar como librero te hace ver cómo se interesa la gente por lo libros. Se adquiere una distancia que te hace relativizar ciertas cosas”. ¿Se aprende de literatura en la feria? “De literatura se aprende poco, más bien se aprende de todo lo que rodea al mundo del libro. Y a cómo sobrevivir con la resaca permanente de las fiestas literarias”, dice Astur. “Me gusta estar aquí como un perrete en una tienda de animales y que vengan los amigos escritores y, a veces, me traigan de comer”.